FABIO MORÁBITO | |
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Cada libro que escribo me envejece, me vuelve un descreído. Escribo en contra de mis pensamientos y en contra del ruido de mis hábitos. Con cada libro pago un viaje que no hice. En cada página que acabo cumplo con un acuerdo, me digo adiós desde lo más recóndito, pero sin alcanzar a ir muy lejos... | |
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Ahora, después de casi veinte años lo voy sintiendo: como un músculo que se atrofia por falta de ejercicio o que ya tarda en responder, el italiano, en que nací, lloré, crecí dentro del mundo pero en el que no he amado aún , se evade de mis manos, ya no se adhiere a las paredes como antes... | |
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Tenía una alberca regular, cinco o seis canchas de tenis, una cafetería que daba a un poco de jardín, luego un frontón y un gran salón de baile. No era gran cosa, su mejor época debió de ser, por los cincuenta o los sesenta, mi padre se hizo socio cuando ya estaba decayendo lentamente... | |
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De niño me gustaba desprenderla, limpiar el tronco, dejar al descubierto la verde urgencia de otra capa, sentir abajo de los dedos la rectitud del árbol, sentirlo atareado allá en lo alto , en otro mundo, indiferente a mis mordiscos... | |
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Nos desnudamos tanto hasta perder el sexo debajo de la cama, nos desnudamos tanto que las moscas juraban que habíamos muerto. Te desnudé por dentro, te desquicié tan hondo que se extravió mi orgasmo. Nos desnudamos tanto que olíamos a quemado, que cien veces la lava volvió para escondernos... | |
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Dime tú si no es cierto que el techo de esta casa es todo de verdad, que es la verdad más plena de todo lo construido, el muro en más reposo, la redención de tantos errores y desvíos, la mano que disculpa, el anhelado fin de las hostilidades, la prueba que buscábamos desde el primer ladrillo... | |
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Por el perdón del mar nacen todas las playas sin razón y sin orden, una cada cien mares. Yo nací en una playa de África, mis padres me llevaron al norte, a una ciudad febril, hoy vivo en las montañas, me acostumbré a la altura y no escribo en mi lengua, en ciertos días del año me dan... | |
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Naciste en la ciudad más industrial de América Latina, en sus afueras que te han hecho arisca y alérgica al domingo, enfrente de los prados que cruzan los obreros con sus viandas, callados por el frío, para alcanzar el metro. Cuando llegó el momento de caminar con ellos codo a codo... | |
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A veces la madera de mi mesa tiene un crujido oscuro, un desgarrón difuso de tormenta. Una periódica migraña la tortura. Sus fibras ceden, se descruzan, buscan un acomodo más humano. Es la madera que recuerda viejos brazos. Y que recuerda que reverdecían... | |
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Los columpios no son noticia, son simples como un hueso o como un horizonte, funcionan con un cuerpo y su manutención estriba en una mano de pintura cada tanto, cada generación los pinta de un color distinto (para realzar su infancia) pero los deja como son, no se investigan nuevas... | |
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Miro a los surfeadores con envidia: ellos se saben atener a su propósito, suspenden sus pasiones, se simplifican donde el mar se descorteza, saben el arte de no gravitar, o gravitar lo mínimo, y encuentran el camino menos arduo. En todo, a lo mejor, hay un camino así, hay una línea de menor fricción... | |
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Mi madre ya no ha ido al mar lleva una buena cantidad de años tierra adentro, un siglo de interioridad cumpliéndose. Se ha resecado de sus hijos y vive lejos en toros consanguíneos. Es como una escultura de sí misma y sólo el mar que quita el fárrago acumulado en la ciudad puede... | |
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Mi padre siempre trabajó en lo mismo. Él tan voluble, que entró y salió de tantas compañías, toda la vida trabajó en el plástico, tal vez porque nació donde no había montañas, en un país que no era el suyo, y lo sedujo una materia así, desmemoriada de su origen, que sabe regresar a su contorno... | |
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El parque está más sucio que otros años, sucio de fiestas infantiles, de platos de cartón y servilletas. Cuando se han ido todos, vienen perros y revientan las bolsas de basura, que riegan por el pasto. La hierba tiene salsa catsup. De noche salen los novios a besarse, se oyen sus súplicas... | |
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A fuerza de mudarme he aprendido a no pegar los muebles a los muros, a no clavar muy hondo, a atornillar sólo lo justo. He aprendido a respetar las huellas de los viejos inquilinos: un clavo, una moldura, una pequeña ménsula, que dejó en su lugar aunque me estorben... | |
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No quiero, pese a todo, muros gruesos, tan gruesos que no oiga el silencio de los otros, hecho de algunas voces y ruidos que se filtran por los muros, avisos de la vida que transcurre al lado, abajo, arriba, en contra mía; quiero unos muros que me aíslen levemente, contar con el silencio que los otros tienen... | |
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En la mañana oigo los coches que no pueden arrancar. A lo mejor, entre los árboles, hay pájaros así, que tardan en lanzarse al diario vuelo, y algunos nunca lo consiguen. Me alegro cuando un auto, enfriado por la noche, recuerda al fin la combustión y prende sus circuitos. Qué... | |
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Para que se fuera la mosca abrí los vidrios y continué escribiendo. Era una mosca chica, no hacía ruido, no me estorbaba en lo más mínimo, pero tal vez empezaría a zumbar. Un aire frío, suave, entró en el cuarto; no me estorbaba en lo más mínimo, pero no se llevaba con mis versos... | |
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Espío en el edificio que tengo más a mano el movimiento que comienza en los balcones, como reflora en las tareas primeras del amanecer con gestos sin estilo aún, de repertorio, la rutina, y yo que me enamoro sólo en esta hora en que la gente es más repetitiva, más inconexa interiormente... | |
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Si te revuelca la ola procura que sea joven, esbelta, ardiente, te dejará molido el cuerpo y el corazón más grande; cuídate de las olas retóricas y viejas, de las olas con prisa, y la peor de todas, de la ola asesina, la ola que regresa. | |
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Yo siempre llego tarde a los entierros, cuando los ojos de los concurrentes se han secado y algunos ya olvidaron la cara del difunto, qué edad tenía, de qué murió. Entonces llego yo con mi llanto anacrónico, con el negro de mi luto en todo su candor aún, reparto abrazos como incendios... | |
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Yo vine al mundo en la ciudad más prostituida, más circular, más envidiada, todo se deteriora al acercarse a ella, todo trabaja en su favor para dejarla inalcanzable. A lo mejor se nace siempre así, a lo mejor todos nacimos en Alejandría. Jamás he de volver a verla porque mi edad, mis versos (¿no son lo mismo?)... |