MAROSA DI GIORGIO |
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A veces los caballos se reúnen...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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A veces, los caballos se reúnen allá. Las lechuzas con sus sobretodos oscuros, sus lentes muy fuertes, sus campanillas extrañas convocan a los hongos blancos como hueso, como huevos. A veces tenemos hambre y no hay un animalillo que degollar... |
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Al asomarme, vi las antonias azules...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Al asomarme, vi las antonias azules. Sobre los pétalos de seda celeste brillaban las pecas violetas parecían arder y girar como si fueran almas o planetas. A veces daban un pequeño maullido, se oía bramar a los dibujos azules... |
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Al mediodía, las ásperas magnolias...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Al mediodía, las ásperas magnolias y las peras, los topacios con patas y con alas; azucenones, claros, rojos, semiabiertos; la casa de siempre, el patio familiar, parecían el paraíso, por el brillo de las ramas, los racimos, las estrellas en las hojas, cuyas figuras de cinco picos se... |
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Al tornar del colegio...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Al tornar del colegio, los otros niños jugaban en el patio; mamá preparó el té. Comencé a quitarme el delantal. Enseguida, volvieron las plumas. Mi rostro quedó absolutamente de perfil, se arqueó la nariz; crucé la ventana, volé al aire... |
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Al volver del baile nos estaba esperando una mariposa...
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Por Marosa Di Giorgio Lectura en francés Christophe Rouxel |
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Al volver del baile nos estaba esperando una mariposa. No en la sala, de pie. Ni plegada entre los bombones de la dulcera. Sino en el único sitio en que debía estar: sobre la lámpara; como un dibujo; pero, tan intenso que producía penumbra. Quedamos azorados. Era negra como el vino o azul como las ciruelas... |
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Anoche, llegaron murciélagos...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Anoche llegaron murciélagos. Si no los llamo, ellos, igual, vienen. Venían con las alas negras y el racimo. Cayeron adentro de mi vestido blanco. De todas las rosa y camelias que he reunido en estos años. Y en la canasta de claveles y de fresias. La Virgen María dio un grito y atravesó todas las salas... |
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Así que ese era el jardín de mandrágoras...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Así que ese era el jardín de mandrágoras. Estaba allí y no me había dado cuenta. Ese es el jardín de los ahorcados. Tironeé una mata, y sí, vi la raíz en forma de hombre. Corrí, loca de terror, al interior de las habitaciones, de donde... |
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Cuando fui de visita al altar...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Cuando fui de visita al altar usé vestido de organdí celeste más largo que yo, por donde, a ratos, sobresalía un pie de oro, tan labrado y repujado, desde el seno mismo de mi madre. Mi pelo también era de organza celeste, más largo que el vestido, pero podía pasar al rosa y aún al... |
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Cuando nació, apareció el lobo...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Cuando nació, apareció el lobo. Domingo al mediodía, luz brillante, y la madre vio a través de los vidrios, el hocico picudo, y en la pelambre, las espinas de escarcha, y clamoreó; más, le dieron una pócima que la adormecía... |
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Cuando nació, apareció el lobo... (fragmento)
nuevo
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Por Marosa Di Giorgio Lectura en francés Christophe Rouxel |
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Cuando nació, apareció el lobo. Domingo al mediodía, luz brillante, y la madre vio a través de los vidrios, el hocico picudo, y en la pelambre, las espinas de escarcha, y clamoreó; más, le dieron una pócima que la adormecía alegremente.El lobo asistió al bautismo y a la comunión; el bautismo, con faldones; la comunión con vestido rosa... |
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De súbito, estalló la guerra...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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De súbito, estalló la guerra. No sabía si era de día o de noche. Nunca estuvo nada tan oscuro ni tan claro. Hay un ruido tremendo en el horizonte y sube una estrella de diez pisos y se estrella. Y vienen los guerreros a caballo o en cometa. Las cometas son rojas, amarillas y rosadas... |
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Deja tu comarca entre las fieras y los lirios...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Deja tu comarca entre las fieras y los lirios. Y ven a mí esta noche oh, mi amado, monstruo de almíbar, novio de tulipán, asesino de hojas dulces. Así, aquella noche lo clamaba yo, de portal en portal, junto a la pared pálida como... |
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El gladiolo es una lanza con el costado lleno de claveles...
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Por Marosa Di Giorgio Lectura en francés Christophe Rouxel |
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El gladiolo es una lanza con el costado lleno de claveles, es un cuchillo de claveles; ya salta la ventana, se hinca en la mesa; es un fuego errante, nos quema los vestidos, los papeles. Mamá dice que es un muerto que ha resucitado y nombra a su padre y a su madre y empieza a llorar.... |
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El gladiolo se enfermó...
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Por Marosa Di Giorgio Lectura en francés Christophe Rouxel |
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El gladiolo se enfermó. Desde sus pavorosos cabellos rosados enviaba chispas a mi habitación. En todas sus bocas abiertas tenía lágrimas, rosas y, también huesos y peines. Aterrada clamé a la Virgen Llévalo, pero, la Virgen no se separaba de la estampa. Y él ardía como un brasero, una diadema... |
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Era un día de visitas...
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Por Marosa Di Giorgio Lectura en francés Christophe Rouxel |
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Era un día de visitas. La niña trajo en la cabeza un moño de organdí blanco, que al caer de la tarde se fue poniendo celeste, para recuperar en la noche su deslumbrante blancura. La niña no decía nada; estaba fija; sólo si y no , de vez en cuando; las tazas y las copas también estaban tiesas con el alma dentro... |
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Había tres gatos...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Había tres gatos que no eran silvestres ni caseros. Vivían en la bodega. La bodega estaba lejos de la casa. Yo iba hasta allá cuando las amas andaban cortando ajíes, que son de tul verde con el coágulo rojo dentro. La amatista brilla la pata de turquesa de que penden... |
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Hacía tiempo que estaban esperando el Alma...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Hacía tiempo que estaban esperando el Alma. Y el Alma nunca venía. Mamá hizo golosinas de colores y las guardó en cajas negras, y en un plato colocaba velas de diversos tamaño y forma. ¿Y cómo sería el alma? ¿Los pies de oro y plata? ¿Coronas de cristal? ¿Tejida en hilo blanco igual a un tul?... |
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Hortensias en la misa
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Era una casa sola con el techo a dos aguas y un gran hueco en el centro, una casa posmoderna( ) y un gran ribete de hortensias (éstas agigantadas y en un pardo azul; o blancas, o de color de rosa como azaleas y lloviznas). Señora... |
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La hija del diablo se casa...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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La hija del diablo se casa. No sabíamos si ir o no ir. En casa resolvieron no ir. Ella paseaba con la trenza brillando como un vidrio al sol. Vestido celeste. Y las pezuñas delicadísimas, cinceladas y de platino. Con los ojos un poco redondos, insondables, se paraba frente a cada... |
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La noche volvió otra vez...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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La noche volvió otra vez, La Sombra; aunque ya habían pasado cien años, bien la reconocimos. Pasó el jardín, violetas, el dormitorio, la cocina; rodeó las dulceras, los platos blancos como huesos, las dulceras con olor a rosa. Tomó al dormitorio, interrumpió el amor, los abrazos; los... |
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Las margaritas abarcaron todo el jardín...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Las margaritas abarcaron todo el jardín, primero fueron como un arroz dorado, luego se abrían de verdad, eran como pájaros deformes, circulares, de muchas alas en torno de una sola cabeza de oro o de plata. Las margaritas doradas y plateadas quemaron todo el jardín. Su penetrante... |
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Lobo
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Por Marosa Di Giorgio |
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Cuando nació, apareció el lobo. Domingo al mediodía, luz brillante, y la madre vio a través de los vidrios, el hocico picudo, y en la pelambre, las espinas de escarcha, y clamoreó; más, le dieron una pócima que la adormecía alegremente. El lobo asistió al bautismo y a la comunión; el bautismo, con faldones; la comunión con vestido rosa...
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Los hongos nacen en silencio...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Los hongos nacen en silencio; algunos nacen en silencio; otros con un breve alarido, un leve trueno. Unos son blancos, otros rosados, ése es gris y parece una paloma, la estatua a una paloma, la estatua a una paloma; otros son dorados o morados. Cada uno trae -y eso es lo terrible-... |
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Me estaba reservando lo que nadie...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Me estaba reservando lo que a nadie. Voy a ver brillar los bichos . De noche, azules y rosados, color caramelo, clavelina. Iban despacio, cambiándose señales; u otros muy grandes, de capa negra y lunares blancos, (o blancas y lunares negros), que al chocar en algo firme, se deshacían con un rumor de seda y de papeles... |
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Me vino un deseo misterioso de ver fruta...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Me vino un deseo misterioso de ver fruta, de comer fruta; y salí a la selva de la casa. Cacé una manzana, un membrillo malvarrosa, una ciruela y su capuchón azul. Asé, ligeramente, una dalia, y la comí, tragué una rosa; vi duraznos y su vino ocre, uvas rojas, negras, blancas; los higos, que albergan, por igual, al Diablo y a San Juan... |
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Papá, recuerdo los trigos azules que plantaste...
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Por Nidia di Giorgio |
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Papá, recuerdo los trigos azules que plantaste, las habas de moño blanco, los nardos, de rosada lengua, las estrellas que acompasaron tu paso cuando arabas por las noches. Tú, el arado, los bueyes, siempre llevaban pájaros en la espalda y en la frente... |
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Para cazar insectos y aderezarlos...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Para cazar insectos y aderezarlos, mi abuela era especial. Les mantenía la vida por mayor deleite y mayor asombro de los clientes o convidados. A la noche, íbamos a las mesitas del jardín con platitos y saleros. En torno, estaban los rosales; las rosas únicas, inmóviles y nevadas. Se... |
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Quiero entrar a un jardín de rosas...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Quiero entrar a un jardín de rosas, oscuras, rojas, redondas, ovales, aterciopeladas, como las que vi de chica, con perfume a vino, a uva y a manzana, que, no sé por qué llamaban Estrellas. De Francia. Sentarme, allí, oculta. Y que pasen, cerca, casi rozándome, mientras, dicen ¡Ven!¡Ven! , mientras, gritan Estará escondida!... |
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Recuerdo mi casamiento...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Recuerdo mi casamiento, realizado remotamente allá en los albores del tiempo. Mi madre y mis hermanas se iban por los corredores. Y los viejos murciélagos testigos en las nupcias de mis padres salieron de entre las telarañas, a fumar, descreídos, sus pipas. Todo el día surgió humo de la casa; pero, no vino nadie; sólo al atardecer empezaron a acudir animalejos e increíbles parientes... |
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Rossana, Rossana y Rossana volvían del baile...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Rossana, Rossana y Rossana volvían del baile en el aire oscuro de la noche de antes del alba. El pelo suelto, las enaguas de raso hasta el suelo, cayeron unas agujas largas como espinas de grandes pescados. El contorno de las peras era brillante, parecían docenas de dibujos colgantes... |
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Se adelantaron en el aire como bailarinas...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Se adelantaron en el aire como bailarinas. Tenían, realmente, el pie en el aire. Vestidos amarillos, anaranjados. Venían como aluviones desde los cielos. Quedé espantada. En puntas llegue hasta la casa. Pasé las puertas, las llaves, iba a tocar los vasos y tuve miedo de cualquier... |
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Sobre el promontorio, la casa era un cascarón... (fragmento)
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Por Marosa Di Giorgio |
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Sobre el promontorio, la casa era un cascarón macabro. Tuve miedo. La fiebre me hacía delirar un poco. Me asomé a la ventana. La medianoche tenía luna. Una alta luna, entera y sombría. Los magnolios se ilusionaban y querían estallar sus pimpollos como balas blancas... |
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Venía otra tormenta...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Venía otra tormenta... después de todo no iba a ser gran cosa, era una nube negra por el aire y por la tierra con la boca redonda en el centro rodeada de grandes dientes picudos y plateados se oía a un tremendo rugido y un rumor de campanitas. La gallina gris parda corrió por la sombra... |
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Volvieron las vacas...
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En la voz de Marosa Di Giorgio |
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Volvieron las vacas. Los santos se iban de las puertas con ramos de almendro y retama; no era que caminasen; el viento los llevó poniéndolos aquí y allá; sus vestidos en rojo oscuro y azules. El lucero estaba tan cerca que parecía de vidrio, un botellón. Una voz en lo hondo de los aposentos, dijo: Invita a los santos... |