| A quien sabrá perderme y acabarme |
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Aunque siempre viviste con préstamos de amor, por cuenta ajena, tú también necesitas mirar alguna vez la luna llena a través de los árboles; perder el poco tiempo que te queda buscando esa palabra que significa todas las respuestas. Te hace falta un milagro, pero ¿en brazos de quién, ... |
| Alborada |
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Tristes mis ojos, triste la alborada, triste porque mi cuerpo se despoja del tuyo, despertar donde se aloja toda la soledad inexplicada. Muerte del corazón, luz agotada, tu aliento entre mi pecho, y esa hoja marchita en su dolor, porque se moja con lágrimas de un todo en esta nada. ... |
| Alguien que no soy yo |
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Alguien que no soy yo lleva la cuenta de las horas felices, de las tardes en que tuvo al amor como aliado, de las noches libradas cuerpo a cuerpo. Alguien que no soy yo sale de casa y rompe sus cadenas, como aquellos que, tras cumplir con su dolor, un día cualquiera se fugaron de la muerte. ... |
| Corral de los olmos |
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Tarde será cuando tu voz se filtre, almuédano, a través de estas paredes. Tarde será, porque la nada lenta y descarnadamente habrá vencido lo que pudo habitar en mis entrañas sin yo reconocer más que su lumbre. Por muy tarde que sea, todavía permanece el olor de la alhucema ... |
| Del propio ser |
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Es la segunda vez. Como temblor de muerte, azul de despedida, sendero para un viento que destierra. Ausencia y abandono del propio ser. Locura sosegada moviendo sus océanos. Como ráfaga eterna, como alas de mármol, final para volver, ya sin principio. Es la segunda vez que nace el cuerpo. ... |
| Duro es sentirse humana... |
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Duro es sentirse humana a cada instante, cuando se cruzan límites amargos y hay que volver al punto de partida, verso tras verso, con las alas rotas. Y al ir hacia un paréntesis, te acuerdas de que tienes un cáliz esperándote, porque vivir es cosa de unos pocos y tú sólo conoces lo imposible. ... |
| El hombre que resiste |
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El hombre que resiste es menos infeliz, acusa poco la llegada del mal a sus dominios, ignorando si hay viento de levante o poniente, o si en sus tentaciones ha crecido la hierba. Cuántas veces el cuerpo está llagado hasta el punto de ansiar la sepultura. Pero nada termina por derrotar ... |
| El muro |
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Cada día renace tu esperanza, tras unos golpes secos contra toda su inútil e invisible consistencia. Cada noche lo ves más elevado, desafiando tu vida, y te maldices porque eres incapaz de destruirlo. Mientras el tiempo pasa, van cayendo las hojas y la nieve, no sus piedras. ... |
| En la morada de la luz escribo... |
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En la morada de la luz escribo, con una transparencia contenida que me hace hueco, que me desenvuelve de tanta noche cruel y su amenaza. Voy de camino, siempre voy, a solas por las estancias donde iba antes de saber que ya no tengo regreso. En la morada de la luz, del cálido perfume ... |
| Memoria de Veruela |
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Los árboles entonan su nostalgia al compás de la brisa, mientras Gustavo Adolfo se pregunta por qué marchar, si nadie, excepto aquellos muros, le reclama. Armonía y retiro son sagrados para él, de manera que todo justifica lo dudable. Sin embargo, alguna vez recibe noticias de ese mundo ... |
| Moradas sextas |
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... Si no hubiera más luz interior, no entendiera tan grandes misterios. Teresa de Jesús Donde hayan apagado las estrellas su sed de iluminar la faz del tiempo, habitará el secreto de sentirse mujer por un designio de lo alto. Mujeres de carne y verso. ... |
| Muchacho fugaz |
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Recuerdo que era invierno, que los almeces iban cobijando mi vuelta a casa, y que me seguía un muchacho. Jamás supe quién era. Así durante un rato. Los Jardines entonaban la noche con el último gorjeo de algún pájaro. Sentía que unos ojos quemaban mi silueta como el frío, ... |
| Nadie te ha dado nada |
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Nadie te ha dado nada, tú lo sabes. Y lo entiendes mejor cada mañana cuando abres tu vacío a los primeros rayos del sol. Entonces agradeces tener por toda herencia tus sentidos para ese instante alado de gorriones que te hace despertar, para ese aroma florido de la brisa más temprana. ... |
| Tú y yo nos encontramos... |
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Tú y yo nos encontramos en Washington Square. Me invitaste a cenar en un club, y la orquesta tocó para nosotros Indian summer... Bailamos inmersos en la noche neoyorquina. Más tarde, mi vestido brillaba abandonado sobre el suelo de aquel apartamento, ... |
| Un remanso del Arno |
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Al llegar a Florencia, se entrelazan luminosos recuerdos con vivencias de cercana ebriedad. Transcurre el día plasmado en asimétricos espejos que un remanso del Arno desdibuja. Al llegar o al partir, qué importa entonces si atraviesan el tiempo las palomas del alma... ... |
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