| A una morena |
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Tienes ojos de abismo, cabellera llena de luz y sombra, como el río que deslizando su caudal bravío, al beso de la luna reverbera. Nada más cimbrador que tu cadera, rebelde a la presión del atavío... Hay en tu sangre perdurable estío y en tus labios eterna primavera. Bello fuera fundir ... |
| Al amor de la lumbre |
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A la señora Dolores Endeyza de Silva. Junto a las grutas de las quebradas donde las aguas alborotadas charlan de asuntos si ton ni son, hay una casa de corredores donde hay palomas tiestos con flores, y enredaderas en el balcón. Es una casa de tres ventanas donde la madre ... |
| Cuerdas heridas |
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A una rubia Semejante al fulgor de la mañana, en las cimas nevadas del oriente, sobre el pálido tinte de tu frente destácase tu crencha soberana. Al verte sonreír en la ventana póstrase de rodillas el creyente porque cree mirar la faz sonriente de alguna blanca aparición cristiana. ... |
| El perro vagabundo |
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Flaco, lanudo y sucio. Con febriles ansias roe y escarba la basura; a pesar de sus años juveniles, despide cierto olor a sepultura. Cruza siguiendo interminables viajes los paseos, las plazas y las ferias; cruza como una sombra los parajes, recitando un poema de miserias. ... |
| El pintor Pereza |
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Este es un artista de paleta añeja que usa una cachimba de color coñac y habita una boharda de ventana vieja donde un reloj viejo masculla: tic tac... Tendido a la larga sobre un mueble inválido, un bostezo larga, y otro, y otro: ¡tres! ¡Diablo de muchacho, pobre diablo escuálido, ... |
| Entierro de campo |
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Con un cadáver a cuestas, camino del cementerio, meditabundos avanzan los pobres angarilleros. Cuatro faroles descienden por Marga-Marga hacia el pueblo, cuatro luces melancólicas que hace llorar sus reflejos; cuatro maderos de encina, cuatro acompañantes viejos... ... |
| Fecundidad |
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A Guillermo Labarca Hubertson. El porte grave, el porte de esta robusta vaca de cuernos recortados, el aire distinguido de ésta que es corniabierta y ésta que es tan retaca, manchan el pasto alegre donde rumia el marido. Sopla un aire robusto. ¡Salud, señor paisaje! ¡Es usted tan potente! ... |
| Nada |
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Era un pobre diablo que siempre venía cerca de un gran pueblo donde yo vivía; joven rubio y flaco, sucio y mal vestido, siempre cabizbajo... ¡Tal vez un perdido! Un día de invierno lo encontramos muerto dentro de un arroyo próximo a mi huerto, varios cazadores que con sus lebreles ... |
| Tarde en el hospital |
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Sobre el campo el agua mustia cae fina, grácil, leve; con el agua cae angustia: llueve Y pues solo en amplia pieza, yazgo en cama, yazgo enfermo, para espantar la tristeza, duermo. Pero el agua ha lloriqueado junto a mí, cansada, leve; despierto sobresaltado: llueve Entonces, ... |
| Teodorinda |
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Tiene quince años ya Teodorinda, la hija de Lucas el capataz; el señorito la halla muy linda; tez de durazno, boca de guinda... ¡Deja que crezca dos años más! Carne, frescura, diablura, risa; tiene quince años no más... ¡olé! y anda la moza siempre de prisa cual si a la brava ... ... |
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