☰ menú
 


MARÍA VICTORIA ATENCIA


listado de poemas

 
Casa de Blanca

No llamaré a tus puertas, aldaba de noviembre: el árbol de las venas bajo mi piel se pudre y una astilla de palo el corazón me horada. Porque tu no estás, Blanca, tu costurero antiguo se olvida de los tules, y el Niño de Pasión va llenando de llanto el cristal de La Granja. ...

Casa de los baños

En dañados espejos un azogue de muerte revoca el esplendor morado de los lirios. ¿Podréis reconoceros bajo el palio sin techo de las aguas hediondas? Ocho columnas cercan la majestad del baño, mientras corroe el óxido el metal de los grifos, deja su mancha roja sobre la porcelana ...

Epitafio para una muchacha

Porque te fue negado el tiempo de la dicha tu corazón descansa tan ajeno a las rosas. Tu sangre y carne fueron tu vestido más rico y la tierra no supo lo firme de tu paso.Aquí empieza tu siembra y acaba juntamente -tal se entierra a un vencido al final del combate-, donde el agua en noviembre ...

Ghetto

Denso es el aire aquí. Y tibio. Lo respiro entre casas que quiebran su fachada en el agua. Un gato mansamente se me enreda en las piernas y me retiene inmóvil delante de Yahveh.

Godiva en blue jeans

Cuando sobrepasemos la raya que separa la tarde de la noche, pondremos un caballo a la puerta del sueño y, tal Lady Godiva, puesto que así lo quieres, pasearé mi cuerpo -los postigos cerrados- por la ciudad en vela...No, no es eso, no es eso; mi poema no es eso. Sólo lo cierto cuenta. ...

La Ardilla

En el hayedo, sobre la cruz de un árbol salta una ardilla y me parecen propias y conforme a la naturaleza sus movilidades y afán frente a un otoño ocre y ya inminente, su alternativa de árbol, su afán recaudatorio. Su memoria será quien me soporte. Quedé ayer sepultada ...

La casa

Me adentraba en ella -ante mí en la cubierta del libro-, en su planta cuadrada y un silencio en sus muebles que adivino o invento: podría pintarla como cuando era niña y abrir con una cuchilla sus ventanas, porque ella era mi mundo inserto en otro mundo de intimidad discreta ...

La marcha

Eramos gente hechas al don de mansedumbre y a la vaga memoria de un camino a algún sitio. Y nadie dio la orden. -Quién sabría su instante.- Pero todos, a un tiempo y en silencio, dejamos el cobijo usual, el encendido fuego que al fin se extinguiría, las herramientas dóciles ...

La rueda

Verdad es que en el mapa figuraba distante, que una rueda de mi maleta iba gimiendo, y que en las bocacalles su cansancio exponían con razón mis tacones. Signos quizás de pérdida -de la esperanza al menos- en la ciudad oscura, con mi mapa y más calles de rótulos vedados. ...

Laguna de Fuentepiedra

Llegué cuando una luz muriente declinaba. Emprendieron el vuelo los flamencos dejando el lugar en su roja belleza insostenible. Luego expuse mi cuerpo al aire. Descendía hasta la orilla un suelo de dragones dormidos entre plantas que crecen por mi recuerdo sólo.Levanté con los dedos ...

Lavadero viejo

Cóncavas piedras vienen a recibir mi hato con un frescor que acepta mi mano en su recinto. Guardo turno en el húmedo corredor subterráneo: doy paso a las rameras y al ajuar de los muertos. Públicamente expongo al agua mis razones. Su corriente no sabe más pasión que el ...

Mar

Bajo mi cama estáis, conchas, algas, arenas: comienza vuestro frío donde acaban mis sábanas. Rozaría una jábega con descolgar los brazos y su red tendería del palo de mesana de este lecho flotante entre ataúd y tina. Cuando cierro los ojos se me cubren de escamas. Cuando cierro ...

Marta y María

Una cosa,amor mío, me será imprescindible para estar reclinada a tu vera en el suelo: que mis ojos te miren y tu gracia me llene; que tu mirada colme mi pecho de ternura y enajenada toda no encuentre otro motivo de muerte que tu ausencia. Mas qué será de mi cuando tú te me vayas. ...

Puerto

Para Biruté Ciplijauskaité Escucho las campanas del puente de los barcos: septiembre es mes de tránsito y una goleta viene a llamarme a las islas, o el cuarto se desplaza lentamente. ¿Quién parte junto a los marineros o quién roza mis muebles? Oh puerto mio, acógeme ...

Rosa

En el joyero Tiffany 8242;s se marchita una joven rosa de Jericó. Sólo al costado mismo de la muerte comienzan su plenitud las rosas tras la ruptura última del quicio de la sed.

Sazón

Ya está todo en sazón. Me siento hecha, me conozco mujer y clavo al suelo profunda la raíz, y tiendo en vuelo la rama, cierta en ti, de su cosecha. ¡Cómo crece la rama y qué derecha! Todo es hoy en mi tronco un solo anhelo de vivir y vivir: tender al cielo, erguida en vertical, ...