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JULIO FLÓREZ


listado de poemas

 
A Bogotá

Oh, mi ciudad querida!, hoy tan lejana y tan inaccesible a mi deseo, que al evocarte en mi memoria creo que fuiste un sueño de mi edad temprana. Te evoco así, como a quimera vana, y al evocarte, sin cesar te veo resplandecer bajo el ardor febeo sobre la gran quietud...

A los críticos

Si supiérais con qué piedad os miro y cómo os compadezco en esta hora. En medio de la paz de mi retiro mi lira es más fecunda y más sonora. Si con ello un pesar mayor os causo y el dedo pongo en vuestra llaga viva, sabed que nunca me importó el aplauso ni nunca...

Abstracción

A veces melancólico me hundo en mi noche de escombros y miserias y caigo en un silencio tan profundo que escucho hasta el latir de mis arterias. Más aún: oigo el paso de la vida por la sorda caverna de mi cráneo como un rumor de arroyo sin salida, como un rumor...

Aún

Mil veces me engañó; más de mil veces abrió en mi corazón sangrienta herida; de los celos la copa desabrida me hizo beber hasta agotar las heces. Fue en mi vida, con todas sus dobleces, la causa de mi angustia -no extinguida- aunque, ¡pobre de mí! toda la vida su mentiroso amor... ...

Boda negra

Oye la historia que contóme un día el viejo enterrador de la comarca: era un amante a quien por suerte impía su dulce bien le arrebató la parca. Todas las noches iba al cementerio a visitar la tumba de la hermosa; la gente murmuraba con misterio: es un muerto escapado de la fosa. ...

Candor

Azul... azul... azul estaba el cielo. El hálito quemante del estío comenzaba a dorar el terciopelo del prado, en donde se remansa el río. A lo lejos, el humo de un bohío, tal de una novia el intocado velo, se alza hasta perderse en el vacío con un ondulante y silencioso...

Cuando lejos, muy lejos

Cuando lejos, muy lejos, en hondos mares, en lo mucho que sufro pienses a solas, si exhalas un suspiro por mis pesares, mándame ese suspiro sobre las olas. Cuando el sol, con sus rayos, desde el oriente, rasgue las blondas gasas de las neblinas, si una oración murmuras por el ausente, ...

Deshielo

Nunca mayor quietud se vio en la muerte; ni frío más glacial que el de esta mano que tú alargaste al espirar, en vano y que cayó en las sábanas, inerte. ¡Ah... yo no estaba allí! Mi aciaga suerte no quiso que en el trance soberano, cuando tú entrabas en el hondo arcano, yo pudiera estrecharte... ...

En la barca

Nuestro barco se perdía. Atizaba el sol su fragua. en alta mar sólo había cielo yagua! Tú llorabas aquel día de amor... temblando de anhelo... En tus ojos sólo había agua y cielo! Nuestro barco en las ondas se perdía; moría el sol en su sangrienta fragua; en la azul lontananza...

En qué piensas

Dime: cuando en la noche taciturna, la frente escondes en tu mano blanca, y oyes la triste voz de la nocturna brisa que el polen de la flor arranca; cuando se fijan tus brillantes ojos en la plomiza clámide del cielo... y mustia asoma entre tus labios rojos una sonrisa fría como el hielo; ...

Humana

Hermosa y sana, en el pasado estío, murmuraba, en mi oído, sin espanto: -Yo quisiera morirme, amado mío; más que el mundo me gusta el camposanto. Y de fiebre voraz bajo el imperio, moribunda, ayer tarde, me decía: -No me dejes llevar al cementerio... ¡Yo no quiero morirme todavía! ...

Idilio eterno

Ruge el mar, y se encrespa y se agiganta; la luna, ave de luz, prepara el vuelo y en el momento en que la faz levanta, da un beso al mar, y se remonta al cielo. Y aquel monstruo indomable, que respira tempestades, y sube y baja y crece, al sentir aquel ósculo, suspira... y en su cárcel de rocas... ...

La araña

Entre las hojas de laurel, marchitas, de la corona vieja, que en lo alto de mi lecho suspendida, un triunfo no alcanzado me recuerda, una araña ha formado su lóbrega vivienda con hilos tembladores más blancos que la seda, donde aguarda a las moscas haciendo centinela...

Las manos de mi madre

Manos que en el crespón de la tiniebla de la noche insonora pálidas flotan como airón de niebla! ¡Oh, las manos difuntas de la triste señora, de la madre doliente que ha tiempo no responde a mis preguntas! ¡Oh manos que existieron solamente para elevarse a Dios y vivir juntas! Manos...

Lección de vida

Dobla el peso del agua, mientras llueve, del tupido trigal la espiga rubia. La espiga al doblegarse ávida bebe los copiosos diamantes de la lluvia. Esa espiga es la hostia. Es el tesoro universal y eterno, que convida a beber en su estuche de ámbar y oro el manjar más preciado...

Mi tumba

Cuando yo expire, a la empinada sierra transportad mi cadáver, y en la cumbre no lo arrojéis debajo de la tierra, sino encima, del sol bajo la lumbre; donde me cante el imperioso viento sus largos de profundís, y mi caja sea un risco, el firmamento mi capilla, y la nieve, mi mortaja; ...

Mil veces me engañó...

Mil veces me engañó; más de mil veces abrió en mi corazón sangrienta herida; de los celos la copa desabrida me hizo beber hasta agotar las heces. Fue en mi vida, con todas sus dobleces, la causa de mi angustia —no extinguida— aunque, ¡pobre de mí!, toda la vida su mentiroso...

Mis flores negras

Oye: bajo las ruinas de mis pasiones, en el fondo de esta alma que ya no alegras, entre polvo de sueños y de ilusiones yacen entumecidas mis flores negras. Ellas son mis dolores, capullos hechos los intensos dolores que en mis entrañas sepultan sus raíces cual los helechos, ...

No me hables

No me hables esta noche; solo ansío que me beses y abraces con locura; que se junte tu labio con el mío; que mis brazos opriman tu cintura y que cierres los ojos... Tengo frío! No me hables esta noche ¡Oh, mi adorada! Yo solo quiero en medio del reposo, el ardor de tu carne...

Oriental

Te acuerdas? Una tarde me dijiste: —Si yo te regalara mis cabellos, ¿qué harías tú con ellos? Y yo te respondí, pálido y triste: —Si un ave fuera yo, niña adorada, formaría en un árbol florecido con tus rubios cabellos blando nido; ¡Si fuera el claro sol de la alborada, en vez de áureos...

Oyendo está tus rumores...

Oyendo está tus rumores allá abajo el ángel mío; corre y llévale estas flores que deshojo en tus hervores... Corre, corre, manso río. Corre y dile que la adoro, que estoy pálido y sombrío, que por sus desdenes lloro, y dile que es mi tesoro; pero, corre, manso río. Mas si no...

Paisaje de verano

El cristal de la atmósfera se ahúma con el incienso de las quemas. Flota un acre olor. Tras la azulada bruma vuela, rumbo hacia el mar, una gaviota. La selva anciana de seis mil abriles, alta y adusta, encórvase a lo lejos, esfumando en la tarde sus perfiles, dorados por los últimos...

Resurrecciones

Algo se muere en mí todos los días; la hora que se aleja me arrebata, del tiempo en la insonora catarata, salud, amor, ensueños y alegrías. Al evocar las ilusiones mías, pienso: ¡yo, no soy yo! ¿por qué, insensata, la misma vida con su soplo mata mi antiguo ser, tras lentas agonías? Soy un extraño ...

Resurrecciones

Algo se muere en mi todos los días; del tiempo en la insonora catarata, la hora que se aleja me arrebata salud, amor, ensueños y alegrías. Al evocar las ilusiones mías, pienso: “!Yo no soy yo!”. ¿Por qué, insensata, la misma vida con su soplo mata mi antiguo ser tras...

Reto

Si porque a tus plantas ruedo como un ilota rendido, y una mirada te pido con temor, casi con miedo; si porque ante ti me quedo extático de emoción, piensas que mi corazón se va en mi pecho a romper y que por siempre he de ser esclavo de mi pasión; ¡te equivocas, te equivocas!, fresco y ...

Todo nos llega tarde

Todo nos llega tarde... ¡hasta la muerte! Nunca se satisface ni alcanza la dulce posesión de una esperanza cuando el deseo acósanos más fuerte. Todo puede llegar: pero se advierte que todo llega tarde: la bonanza, después de la tragedia: la alabanza cuando ya está la inspiración...

Toma mi cuerpo, madre...

Toma mi cuerpo, madre, te lo entrego ensangrentado... como me lo diste; sólo que a ti va ahora mudo y ciego, menos lloroso... sí... pero más triste. Gracias, madre; fue hermoso, tuvo suerte, el mejor vino y el amor más loco gozó en la lucha pero poco a poco lo echó el Asco...

Tu alma

Bajo las morbideces de tu seno donde en el nácar el coral incrusta sus botones de púrpura, sereno, hierve tu corazón en sangre augusta! Y bajo el terso y límpido alabastro de tu frente de invicta Citerea, vibra y deslumbra el luminoso rastro del relámpago excelso...

Tu cuerpo

Desde el prodigio de tus pies menudos hasta el milagro de tu blondo pelo, tus contornos, turgentes y desnudos, fingen una visión tallada en hielo. Una visión de soberana diosa en que todo supera al arte griego, desde tus plantas de color de rosa hasta tus rizos...

Tú no sabes amar

Tú no sabes amar: ¿acaso intentas darme calor con tu mirada triste? El amor nada vale sin tormentas, sin tempestades el amor no existe. Y sin embargo ¿dices que me amas? No, no es amor lo que hacía mí te mueve; el Amor es un sol hecho de llama, y en los soles jamás cuaja la nieve. ...

Tus ojos

Ojos indefinibles, ojos grandes, como el cielo y el mar hondos y puros, ojos como las selvas de los Andes: misteriosos fantásticos y oscuros. Ojos en cuyas místicas ojeras se ve el rastro de incógnitos pesares, cual se ve en la aridez de las riberas la huella de las ondas...

Y no temblé al mirarla

¡Y no temblé al mirarla! ¡Y no temblé al mirarla! El tiempo había su tez apenas marchitado; hacía tanto... que ni de lejos la veía... Vago tinte de aurora su semblante inundó de repente, en el instante en que me vio tan cerca... y tan distante!... Las luchas interiores, no los años, ...