| Canción |
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Oh mar, mar grande y solitario, tú, si puedes, vuélvete pequeño como la cuenca de mi mano, y yo en secreto te llevaré entre mis dedos como una avellana bien rodeada por el castillo de su dureza, y te dejaré como un reloj que esperamos nos despierte con su campanilla al amanecer, te dejaré... |
| Cisne |
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Quédate conmigo, misterio, no te desnudes de golpe, quédate callado y oscuro, es como eres que te quiero, no explicado por la claridad, ni disimulado por la apariencia, quédate en la ventana abierta al espacio, cerrada a la intimidad. Sin ti no sucede la vida, no se levanta la luz... |
| El ángel |
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En la madrugada cuando todos descansan, se levanta del lecho una voz suave, musita una lejana estrella, en el silencio frío interrumpe las sombras, el aliento humilde de una lámpara: “te agradecemos como a una flor, hijita de un instante”. Dormir después como el niño... |
| El caballo |
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Un caballo de mármol ardiente con panales de espuma y con miedos de hierba en la boca, las orejas atentas oyendo vibraciones extrañas al hombre, sus patas como el cuello de las fuentes. Y mariposas en la sangre, y mariposas en el belfo, con una prisa en el hocico. ... |
| El equilibrio |
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Cada vez que el silencio desciende su escalera de pausas hacia raíces oscuras, las palabras coronan gloriosamente los tallos. De: Uno (Libro Tercero) Selección: Héctor Rosales |
| El guerrero |
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Los violines levantan a sus ojos delicadas columnas. La orquesta construye siempre de nuevo el mundo . Los bailarines victoriosos en un salto vibrante se vuelven más que hombres, fuego. Los cuadros abren puertas con ritmo. Los retratos desembarcan personas . ... |
| El poeta |
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Lejos de ocios y telares un espejo ardiente recibe caras que no ha pedido. Con vuelo, no corona las cosas: dentro del agua que lo recuerda besa a todos los seres en el caracol marino correspondiente a su turno |
| El río |
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A Jorge Luis Borges Ignora qué leopardos o qué olivos colaboran en su número de llamas. En qué oscuras entrañas se levantaron sus orígenes del musgo. En qué fecha de álamo se movieron los labios de su continuo nacimiento. Su nacimiento no ha cesado nunca . ... |
| El tocar |
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La Cabellera quema el filo entre la piel y el cielo con sus llamas: las encinas no alumbran su follaje en las florestas lejanas, los leopardos no encantan entre verdes cortinas, las piedras no recuerdan historias en milenarias intimidades, el sol no estalla espigas en una tierra azul. ... |
| El viaje |
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Amigo, llévame al bosque de la mano, entre los corredores de la hiedra y los helechos. Ayúdame a subir el día, ayúdame a cruzar la tarde. Llévame hasta el origen y muéstrame quién dirige la muerte, quién cuelga los racimos transparentes del viento, quién conduce los ojos de los ríos... |
| Intimidad |
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Como en cipreses a llantos largos no progresa la noche; el blanco detiene un luto de carruajes en la madrugada; vacilan cirios como penumbras; dudan alturas de cóndores en el olvido; la pesantez no se arrepiente ante luces sonoras de campanarios; ... |
| La adolescente |
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A Concepción Silva Bélizon Desnuda, blanca, sola, como los huesos. Un puñado de hormigas. Unas manchas de lluvia. Una puerta. Unas brisas nacieron de sus madres. Sin libros, sin trajes, sin números, entre la selva y sus paseos. Abrazada en secreto por los árboles. ... |
| La flor del llanto |
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Aquella flor con la que hablaba sola de niña, ¿no eras Tú?, ¿no era la corola de tu oído? Aquella flor que nada me decía, pero que con seguridad me conocía sin reproche, ¿quién era?, ¿la Reina, la Señora de todo lo creado, la Pudorosa, envuelta en un instante? II La reconozco... |
| La luz desoladora |
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Las estrellas frotaron el cristal de la ventana, con un haz de olor blanco golpeó el jazmín suavemente la puerta, el niño con un cirio en la mano penetró en el corazón de la noche, sus ojos que las tinieblas lustraron, leyeron al oído del Ángel la carta del Sueño: todo está concentrado... |
| La memoria |
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La historia no registra el pan crucificado, el rey sin arcoiris, los niños, de colores, quebrados por el crimen, las batallas de encinares contra el acero enemigo, las hormigas vencidas por el peso. No registra la nave que arrastra su deriva en aguas extensas sin encontrar el puerto ... |
| La que pasea |
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El aire la recibe cuando anda, el cielo la posee, los árboles la besan, la ama el mar. Sus pies no pertenecen a su cuerpo, sino al camino. Sus piernas le obedecen como columnas a la Música. Sus pasos desprendidos del tobillo no caen en el silencio como sonidos huérfanos.... |
| La que pasea |
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El aire la recibe cuando anda, el cielo la posee, los árboles la besan, la ama el mar. Sus pies no pertenecen a su cuerpo, sino al camino. Sus piernas le obedecen como columnas a la Música. Sus pasos desprendidos del tobillo no caen en el silencio como sonidos huérfanos. Cada uno... |
| Sueño |
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Mi estirpe es un jardín de hojas profundas que bajaron a besarse la sombra, con ternura. Mi antepasado, un elefante de escandalosa piedra y de roca animal. — Mi antepasado fue un espacio ensordecido por el peso—. Mis abuelos paternos fueron robles. Mis abuelos maternos, dos... |
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