Aún no sé qué mano esconde tu sorpresa hoy que nada se parece a lo que amo. Me salva en el largo acecho la inseguridad que afirma mi pulso, cada rompimiento que incita a un nuevo embate y ese ángel justador que acude a veces en el vago placer de la antesala. ...
Boca arriba en los sacos, donde el verano tiende los cuerpos a la noche, donde la luz imanta ojos tenso hacia lo alto el arco sin flechas. De: El ojo entornado (1996) Poema seleccionado por el autor
Desojado en mi recuadro de luz de la ciudad insomne en los recuadros de cada fachada adivino siluetas detrás de las cortinas, los cuerpos encogidos en sus camas y en sus vasitos sobre la mesilla el corazón en cuarentena. Y cuando toda esa tristeza desborda sus envases ...
Día a día de rumbos encontrados, de mieles esfumadas, de apaños a deshora. Este bombear y no cundir la sangre, afirmarnos desmintiendo a los ojos y hacerse cuesta el pulso y no alcanzar la altura.
Durante años en cuarentena la más leve impureza crece en ropajes. Cubre con brillos su vergüenza y mientras delira en su concha toma la forma de su encierro. Cada perla un coágulo perfecto para el engaño.
El buscador de joyas traga estiércol como abono a una tierra sin raíces. Escarba cuerpos con sus uñas negras y arranca corazones picados de gusano. En cada frente de mina esa veta de ojos que se resiste al picador. De El ojo entornado (1996)
El maniquí tras el cristal. Fijos los ojos en un punto invisible a los ojos. Ajeno al tiempo penetra el silencio que lo aísla mientras multitud de vestidos cubren un desnudo huérfano de brazos. Eje de un mundo que gira ignorando su centro. ...
El ojo se hace fuerte tras la máscara, furtivo en el festín de los escotes. Tienta en el cruce de miradas, puntea los sentidos como cuerdas en la noche de alcohol. Bebe en los pasadizos de la música, en los desagües de la piel enfebrecida por el baile. Busca en el destape la intimidad perdida. ...
Hacia tu mano cuelgan paraísos del árbol sin hojas. Donde el cuerpo da sombra a su propia sombra, fácil a lo prohibido como boca de niño. Así el brillo de un ojo nos seduce. Así la inteligencia el gusano en la fruta. De:El ojo entornado (1996)
La claridad presa. La mosca en su camino. Y la mano que acude, la ventana al fin y ella trazando círculos, rehuyendo la mano, terca, contra su propia sed de luz. De El ojo entornado (1996)
No llegamos más adentro de la piel inaugurada por el miedo. Traiciona el corazón, lo que tragamos y nos sirve de puente en la riada. Indigesta el viejo afán de pureza, inútil el cincel en el desbaste. La otra cara del hambre nos enfanga, la mariposa enferma crecida en la manzana, ...
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