El azar –si es que existe- permitió que siendo yo muy joven, conociera a Miguel Ángel Asturias, precisamente la tarde en que la Editorial Losada, presentaba en Buenos Aires, la primera edición de Hombres de maíz. El futuro Premio Nobel de Literatura tenía 50 años y yo casi 16.
Después tuve la suerte de encontrarme con él, aunque en los primeros tiempos era más que nada por pura curiosidad, tanto en las tertulias que Oliverio Girondo realizaba en su bellísima casa de la calle Suipacha 1444, como así también en dos tradiciones cafés porteños, el Richmond o el Jockey Club (ya desaparecido) que estaba en la esquina de las calles Florida y Viamonte, a 200 metros de la Facultad de Filosofía y Letras –donde yo hacía que estudiaba-; a 120 metros de las oficinas de la revista Sur; a 80 metros del café Florida, otro tradicional café que ahora se llama Baldomero y que está en los bajos del Centro Cultural Borges; y a 30 metros, calle por medio, de la librería Galatea, donde Asturias solía comprar sus libros de la NRF o de Gallimard, recién llegados de Francia. Por suerte también, tuve ocasión de visitarlo en algunas ocasiones en Shangri-lá, su casa quinta en el Tigre y en su residencia en París.
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Las lecturas, análisis e investigaciones que he realizado sobre algunas obras de Miguel Ángel Asturias, se han efectuado en diversas etapas de mi vida, con objetivos y metodologías diferentes. En esta ocasión, se trata de un breve estudio que intenta fijar las bases para que en un tiempo próximo, se pueda realizar un estudio comparado de su relación con los escritores rioplatenses cuyas obras ya fueron publicadas en la Colección Archivos.
Con el fin de no llamarnos a engaños y de facilitar la lectura e interpretación de estas bases críticas, advierto lo siguiente:
1) El corpus está constituido por las obras publicadas por la Colección Archivos, al que le incorporo un análisis situacional-literario de cada uno de los años en que Miguel Ángel Asturias residió en Argentina, en los que se detalla escuetamente las obras de otros autores rioplatenses importantes para la Literatura Iberoamericana como Enrique Amorín, Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges, Felisberto Hernández, Manuel Mujica Lainez, Juan Carlos Onetti y Ernesto Sabato, entre otros.
2 ) Muchos aspectos desconocidos de la relación de Asturias con los escritores rioplatenses y de los que hago relación, doy fe de ellos, pues soy para bien o para mal, testigo de primera mano. A veces haber nacido antes, es una suerte…
3 ) También utilizo para el intento de construir estas bases, mi vinculación con dos de los más importantes grupos literarios porteños, durante los años en que el premio Nobel guatemalteco residió en Buenos Aires: los que se reunían en torno a las revistas Poesía Buenos Aires y A partir de cero; amén de Contemporánea (en su segunda época) y Correspondencia.
4 ) El presente trabajo se compone de encuentros y desencuentros en el tiempo, en el que mi memoria puede y de seguro lo tiene, un grado de error de por lo menos un diez por ciento. Debo aclarar, error no mala intención.
Por tanto, serán otros u otras las que, buscarán respuestas a las preguntas que vengo formulándome desde el día en que terminé de leer por primera vez, y de esto hace más de tres largas décadas, Guatemala: las líneas de su mano, de Luis Cardoza y Aragón:
¿Cuál hubiera sido el destino de la obra de Miguel Ángel Asturias, si el azar en lugar de llevarlo a la Argentina, lo hubiese llevado a México como a Cardoza y Aragón? Recordemos que la primera edición de El Señor Presidente pasó sin pena ni gloria en México, cosa que no ocurrió en Buenos Aires, donde rápidamente se convirtió en lo que llaman los expertos del mercadeo editorial: un libro de éxito.
Y ya que mencioné a Cardoza y Aragón, voy más allá reformulando la anterior pregunta: ¿Cuál hubiera sido el destino de la obra del autor de El río, si el azar en lugar de llevarlo a México, lo hubiese llevado a la Argentina?
De igual manera que serán otros los que indigarán en los bibliógrafos de los autores contemporáneos a Asturias editados por la Colección Archivos, el o los por qué, no gozó de la amistad y el aprecio de escritores como Borges. Para comenzar este aspecto incomunicacional, es bueno investigar en Borges, esplendor y derrota, la excelente bibliografía escrita por María Esther Vázquez, publicada por Tusquets Editores, Barcelona 1999, donde en la página 148, encontramos: “A Neruda, a quien había conocido bastante antes y cuyo sentido del humor compartía, lo consideró siempre “un excelente poeta y una mala persona”. Le molestaba la ambigua actitud de Neruda frente a algunos problemas políticos concretos, como el peronismo. Sin embargo, cuando Miguel Ángel Asturias recibió el Premio Nobel, antes que Neruda, Borges señaló que el poeta chileno tenía muchos más méritos que el guatemalteco. Nunca supe –señala Vázquez- si esta declaración estaba dictada por su interés hacia Neruda o por la fuerte antipatía que le inspiraba Asturias, a quien calificaba de excesivamente estrepitoso.”
El futuro investigador podrá, aclarar cuánto de verdad hay o no, en este otro fragmento tomado de la bibliografía de Borges, página 236:
“El Congreso por la Libertad de la Cultura, que tuvo lugar en Berlín, sirvió para varias cosas. Ante todo reforzó la antipatía natural que Borges sentía por la gente de izquierda. (…) De los alemanes, uno que hacía derroche de simpatía era Günter Grass. (…) Entre los americanos, Joao Guimaraes Rosa conquistó a todos por su encantadora cortesía y por su excelente literatura. (…) Miguel Ángel Asturias, Germán Arciniegas, Augusto Roa Bastos, Ciro Alegría, Norberto Silvetti Paz y algunos escritores peruanos y ecuatorianos completaban el equipo americano, separado, como la misma Berlín, por un muro no de material sino de silencios. La vez que Borges tuvo que compartir un ascensor con Asturias no cambiaron una sola palabra.”
Doy fe, que durante su estancia en Argentina, no en pocas ocasiones escuché significativos desprecios al autor de Hombres de maíz. En una ocasión escuché a Manuel Mujica Lainez, llamarlo con sorna, “SM. Ilustrísimo Embajador… del mal gusto.”
De los catorce autores rioplatenses publicados por la Colección Archivos, sólo mantuvo amistad con el oriental Enrique Amorín, que fue en Montevideo, junto a Toño Salazar, testigo de su matrimonio con Blanca Mora y Araujo, a quien conociera en una de las fenomenales tertulias que realizaban Oliverio Girondo y Norah Lange, su esposa, en su casa de la calle Suipacha.
Extraño es que, tanto Amorín como Girondo, eran amigos de Borges que despreciaba a Asturias; pero nada extraño era para las “fieras del mundillo literatoso” identificar esta amistad de Asturias, con el hecho de que tanto el oriental como el porteño, eran acaudalados estancieros y que el autor de La carreta, acababa de afiliarse (estamos en 1950) al Partido Comunista. Una “boutade”, una “cachada”, como la calificó Girondo.
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Debemos asumir que en toda obra de arte, hay confesas formas de influencia. Por ejemplo: el ejercicio de estilo, el “al modo de”, como los Ejercicios poéticos en forma de sonetos sobre temas de Horacio, que Miguel Ángel Asturias publicó en Argentina, en 1951. La literatura está llena de ejemplos como éste y puede ir más allá de la influencia y la fascinación, tan humana por otra parte como la necesidad de beber un café y muchas veces, es confesada abiertamente y sin pudor, como Henry Miller lo hizo cuando en 1932 le confesaba a Anaïs Nin: “Proust se me sube a la cabeza, estoy que ardo. No es sólo que no pueda dejar de subrayar cada línea. Este hombre parece que me adivina los pensamientos que tengo a flor de labios, me roba mis propias experiencias, mis sensaciones, reflexiones, introspecciones, sospechas, tristezas, torturas, etc.”
Presumo que tanto la literatura como los escritores y el entorno en que pasó sus años rioplatenses Asturias, lo marcaron significativamente, sin que nadie hasta ahora, investigara el tema.
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Dejemos pues, que los polemistas sean los que ahonden -si pueden- en ese extraño pasaje de dimes y diretes, que entre la confrontación de textos, conduce de lo casual a lo absoluto, mientras tanto como testigo de ese tiempo en que Miguel Ángel Asturias residió en Argentina, puedo asumir que existió un mutuo “ninguneo” entre él y sus colegas rioplatenses; unos y otros seguramente tenían sus razones, pero lo cierto es que aún no sabemos si las obras de unos y otros influyeron entre sí, y es por eso que este trabajo pretende establecer las bases sobre las que puede asentarse un estudio comparado, asumiendo que no se debe limitar la acción investigativa, a la definición que M.-F. Guyard hiciera en 1951, sobre que la literatura comparada es “la historia de las relaciones literarias internacionales”, ya que esto limita deliberadamente relaciones de hecho, que excluyen toda “coincidencia” en beneficio de los vínculos de “dependencia”. Sin embargo, tampoco es justo alejarse de esa definición, toda vez que “allí donde ya no hay “relación”, ya sea de un hombre con un texto, de una obra con un medio receptor, de un país con un viajero, cesa el dominio de la literatura comparada y comienza la pura historia de las ideas, cuando no el de la retórica.”
Sostengo que a pesar de que no existen por ahora suficientes pruebas, el medio cultural rioplatense influyó en la obra de Asturias, aunque ni él ni sus estudiosos lo reconozcan. Ningún creador puede vivir en una campana de cristal. Y no son pocos los escritores como el senegalés Sembene Ousmane que nieguen reconocer con tanta vehemencia como él; por ejemplo: las huellas de la influencia de Zola en su conocida novela Los trozos de madera de Dios (Les bouts de bois de Dieu); aunque sea cierto que esta trata de ferrocarriles como La bestia humana (La bète humaine), de huelgas, como en Germinal; pero… lo de siempre, entre escritores, negar haber leído ambas obras antes de haber escrito su novela.
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¿Qué quiero decir?: simplemente que me niego a creer que el mundo de los libros de autores rioplatenses que vieron sus primeras ediciones en la prolífica estancia de Asturias en Buenos Aires, no lo hayan influenciado de una manera u otra.
Recordemos algunos títulos aparecidos en el Río de la Plata entre 1947 y 1962:
Nadie encendía las lámparas, de Felisberto Hernández. 1947
Nietsche, de Ezequiel Martínez Estrada. 1947 de Ezequiel Martínez Estrada. 1957, de Ezequiel Martínez Estrada. 1947
La trama celeste, de Adolfo Bioy Casares. 1948
Nueva refutación del tiempo, de Jorge Luis Borges. 1948
Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal, 1948 (publicada 1997, en el Nº 31 de la Colección Archivos)
Muerte y transfiguración de Martín Fierro, de Ezequiel Martínez Estrada, 1948
El túnel, de Ernesto Sabato. 1948
El Aleph, de Jorge Luis Borges. 1949 (casi al mismo tiempo que la primera edición de Hombres de maíz, publicada en el Nº 21 de la Colección Archivos)
Aquí vivieron, de Manuel Mujica Lainez. 1949
La vida breve, de Juan Carlos Onetti. 1950
Bestiario, de Julio Cortázar. 1951
El maravilloso mundo de Guillermo Enrique Hudson, de Ezequiel Martínez Estrada. 1951
Un sueño realizado y otros cuentos, de Juan Carlos Onetti. 1951
Hombres y engranajes, de Ernesto Sabato. 1951
Otras inquisiciones, de Jorge Luis Borges. 1952
El idioma de los argentinos, de Jorge Luis Borges. 1952
Radiografía de la pampa, de Ezequiel Martínez Estrada (3ª. Edición) 1953 [Suceso que todo el Buenos Aires cultural, saludó.]
El mundo de los héroes, de Adolfo Bioy Casares. 1954
En la masmédula, de Oliverio Girondo. 1954
Símbolos del Martín Fierro, de Leopoldo Marechal. 1955
Los viajeros, de Manuel Mujica Lainez. 1955
Final del juego, de Julio Cortázar. 1956
¿Qué es esto?, de Ezequiel Martínez Estrada. 1956
Sábado de gloria, de Ezequiel Martínez Estrada. 1956 (Viernes de dolores, de Miguel Ángel Asturias, fue editado por Losada en 1972)
Tres cuentos sin amor, de Ezequiel Martínez Estrada. 1956
Cuadrante del pampero, de Ezequiel Martínez Estrada. 1956
El hermano Quiroga, de Ezequiel Martínez Estrada. 1957
Las 40, de Ezequiel Martínez Estrada. 1957
La tos y otros entretenimientos, de Ezequiel Martínez Estrada. 1957
Exhortaciones, de Ezequiel Martínez Estrada. 1957
Tres dramas, de Ezequiel Martínez Estrada. 1957
Invitados en El Paraíso, de Manuel Mujica Lainez. 1957
Poemas (1923-1958), de Jorge Luis Borges. 1958
Topatumba, de Oliverio Girondo. 1958
Heraldos de la verdad: Montaigne, Balzac, Nietzsche, de Ezequiel Martínez Estrada. 1958
Las armas secretas, de Julio Cortázar. 1958
Coplas de ciego, de Ezequiel Martínez Estrada. 1958
Montevideanos, de Mario Benedetti. 1959
(Para) una tumba sin nombre, de Juan Carlos Onetti. 1959
La tregua, de Mario Benedetti. 1960
El hacedor, de Jorge Luis Borges. 1960
Libro del cielo y del infierno, de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. 1960
Los premios, de Julio Cortázar. 1960
La casa inundada, de Felisberto Hernández. 1960
Antología personal, de Jorge Luis Borges. 1961
El cocodrilo, de Felisberto Hernández. 1961
La cara de la desgracia, de Juan Carlos Onetti. 1961
Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato. 1961
El lado de la sombra, de Adolfo Bioy Casares. 1962
Sudeste, de Haroldo Conti. 1962 (editado en el Nº 34 de la Colección Archivos)
Historia de cronopios y de famas, de Julio Cortázar. 1962
Bomarzo, de Manuel Mujica Lainez. 1962
El infierno tan temido, de Juan Carlos Onetti. 1962
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Es cierto que si la literatura comparada se limita a estudiar o reconquistar los ecos de las obras maestras (traducciones e imitaciones) pierde mucho de su interés, por eso sugerimos estudiar a Miguel Ángel Asturias y su obra escrita o publicada durante su estancia en Argentina, y cuando decimos separadamente al hombre y a su obra, lo hacemos ex profeso, pues es harto conocido a través de su correspondencia con su esposa Blanca Mora y Araujo, de sus “preocupaciones editoriales” que lo muestran y demuestran como un auténtico pionero del mercadeo editorial, tarea de la que es verdadero maestro en nuestros días Mario Vargas Llosa.
Asturias tuvo desde 1948 hasta 1952, oportunidad de conocer y hablar con Macedonio Fernández, lugar y hombre casi de peregrinación entre los escritores rioplatenses, desde Borges hasta Girondo, Amorín y Córdoba Iturburu, que fueron sus amigos rioplatenses. ¿Lo conoció? ¿O al menos Asturias lo leyó? ¿Y si lo leyó, qué opinaba de él?…
¿Cuáles fueron las razones por las cuales Asturias fue rechazado por algunos escritores y poetas rioplatenses? ¿Por los desagradables efectos que provocaba en él, la bebida? ¿Por su modo de ser, en ocasiones, abusivo?
Parte de una generación de poetas, pintores, pintores y músicos, la de 1950, de la que fui integrante, intentó acercarse a él, a pesar de lo nada fácil que era este acercamiento. Otra parte de los jóvenes de la generación del 50, aún compartiendo ideales políticos, prefirió ignorarlo humanamente y en ocasiones, sólo leerlo; quizá por que éstos últimos no eran invitados a sus informales reuniones de los viernes a la noche, en su casa de la avenida del Libertador 218. Para ellos era un contradicción representar aunque sólo fuera intelectualmente, la Reforma Agraria con la que casi todos soñábamos, y vivir en la avenida más high-life de la ciudad.
Valga un ejemplo del que fui testigo: a su regreso en 1955 a Buenos Aires, personalmente le llevé una plaqueta editada el año anterior por el grupo Poesía Buenos Aires del que formaba parte y que se llamaba Guatemala. Eran 12 páginas llenas de amor a su país y un canto a la libertad. Asturias lo miró, creo, y casi sin leer la faja de papel celeste que envolvía esa pequeña plaqueta con la leyenda: “Estos poemas para Guatemala agredida no son la voz de ningún partido. La voz de la poesía es de todos los hombres y para todos los hombres.”, sin agradecérmelo me dijo: -“¿Por qué pierden el tiempo en estas cosas?”, e inmediatamente me invitó un café.
Nunca les comenté a los poetas de ese canto de amor a Guatemala, la respuesta del autor de Hombres de maíz. [ Raúl Gustavo Aguirre, Edgar Bayley, Ramiro de Casasbellas, Mario Trejo y Francisco Urondo, estén donde estén, ahora ya lo saben…]
“Todo estaba previsto
y colocado como un collar de mentiras mundiales en el cuello del trópico
y fue necesario que todo ocurriese tan cerca para que el resplandor
de sus huellas clandestinas iluminase el rostro
de los conquistadores, para que sintiéramos el estrépito de un país
crujiendo bajo las pisadas en vano sigilosas.
Todo estaba previsto
pero nosotros no conocíamos todavía la belleza frenética de la violencia,
los rituales feroces de la conquista,
maniobras oxidadas y jamás aprendidas
mecanismos coléricos, sentina de la historia
Guatemala, te llamo Guatemala,
entre otras palabras que fundan el terror de los hombres
bajo países altos, perfectos, miserables.”
(Mario Trejo: Guatemala; incluido en El uso de la palabra. Premio Casa de las Américas, 1964. Publicado por Lumen. 1979)
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Naturalmente esta visión del autor de El Papa Verde, dista mucho de la que brinda su sobrino político, Manuel Mora y Araujo (ver Asturias en Buenos Aires, págs. 308-313: Vida, obra y herencia de Miguel Ángel Asturias 1899-1999. Catálogo de la Exposición organizada por la UNESCO y la Colección Archivos, en el marco de la XXX Conferencia General de la UNESCO) pero sucede, que una cosa es verlo con los ojos del amor fraterno de un entonces niño y otras, con los ojos de quien no siempre lo veía “recibiendo a jóvenes proyectos de escritor con paciencia casi infinita”, como lo recuerda el ahora investigador político Mora y Araujo.
También doy fe que cuando le obsequié la plaqueta Guatemala a otro exilado guatemalteco en Argentina, el poeta Melvin René Barahona, me lo agradeció con lágrimas en los ojos. Melvin, que murió siniestramente en mi país, era de los no pocos exilados chapines que no tuvieron buena química con su paisano, futuro premio Lenin de la Paz y Nobel de Literatura. ¿Qué pasaba o qué no pasaba entre ellos?, lo ignoro.
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Es forzoso, constatar la especificidad del hecho comparativista. Las bases y los ejemplos dados señalan un dudativo accionar entre el hombre (Asturias), su obra, el país (Argentina) en que reside y los escritores de esa región del mundo (el Río de la Plata) durante su estancia en él (1948-1962, con un interciclo de ausencia entre 1953 y 1954) y que fueron publicados por la Colección Archivos:
Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal (Nº 31 – Colección Archivos)
La carreta, de Enrique Amorín (Nº 10 – Colección Archivos)
Museo de la Novela de la Eterna, de Macedonio Fernández ((Nº 25 – Colección Archivos)
Obras completas, de Oliverio Girondo ((Nº 38 – Colección Archivos)
Radiografía de la pampa, de Ezequiel Martínez Estrada (Nº 19 – Colección Archivos)
Rayuela, de Julio Cortázar (Nº 16 – Colección Archivos)
Sudeste, de Haroldo Conti (Nº 34 – Colección Archivos)
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Obviamente se puede aducir que algunas de estas obras publicadas por la Colección Archivos fueron escritas antes de la estancia de Asturias en Argentina, pero… ¿qué hay de su relación o in-relación con los autores? ¿Influyó Amorín a Asturias sus preocupaciones sociopolíticas, amen de su amor por los temas del campo? ¿Girondo pudo influir en Asturias sus prestigitadores juegos de palabras?
Pero hay otras preguntas que alguien alguna vez, desentrañará, como por ejemplo: ¿por qué Asturias prefería el café Richmond al Jockey Club, donde se reunían los escritores argentinos más notables de entonces?
[ “Podría decirse que la Jockey era el equivalente argentino de un café literario europeo. Sin embargo, nadie leía a nadie, más allá del suplemento dominical de La Nación, salvo los íntimos, los cómplices. O los llamados “poetas jóvenes”, para destrozarse mutuamente. Yo era el benjamín absoluto y, salvo a Girondo, no había leído a ninguno de ellos. Ni a Borges, ni a Mujica Lainez, cuyas boutades me divertían, ni a Mallea que dirigía el suplemento literario de La Nación, en cuyas páginas hubo de ensañarse ridículamente Manucho con mi primer libro.” Tomado de Fiat Lux. Las aventuras del Hombre Transparente, de Julio Llinás. Editado por Atlántida, 1994. De Llinás, dijo Miguel Ángel Asturias: “Advierto en la prosa de Julio Llinás la llama del futuro novelista sudamericano…” ]
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Propongo investigar comparativamente la presencia del agua, de los arroyos, de los ríos, de los esteros, de las lagunas y lagos, en la obra de Horacio Quiroga, Haroldo Conti y Miguel Ángel Asturias, sobre todo en su obra escrita en Shangri-lá, comenzando por su Trilogía Bananera.
Propongo también rescatar el Buenos Aires gastronómico que tanto fascinó a Miguel Ángel Asturias (tuve el placer de comer con él y otros amigos en La Emiliana –de Corrientes y Uruguay-, El ancla –San Martín y la cortada Tres Sargentos- y El tropezón –el quimérico y ya desaparecido restaurante de la avenida Callao) y sus caminatas de sobremesa, hacia el viejo amarradero de madera de Shangri-lá, para oír el ruido del agua golpeando contra la costa, mientras desde las lanchas lo saludaban alegres desconocidos.
Sin duda, esta dinámica de móviles y múltiples temas ensamblados casi al azar, permitan observar las muchas bases de estudio que presentan a Miguel Ángel Asturias en los años de su residencia en Argentina.
Cada tema como es obvio, exige un estudio previo con la mayor cantidad de variables posibles, tarea que el tiempo y las necesidades del diario sobrevivir, me impide realizar como quisiera haberlo hecho.
Se ha consignado un anexo, dividido año por año, desde que Asturias fuera designado Consejero en la Embajada de Guatemala en Argentina, hasta el año en que abandonó Buenos Aires. Estos anexos no deben interpretarse como una investigación, sino como la punta de diferentes ovillos a los que hay que buscarles el final.
Cabe por supuesto, la aclaración que los autores seleccionados en el anexo, no son todos los que publicaron obras durante los rioplatenses años asturianos. Sólo se pretende diseñar el boceto de un marco teórico que enmarca a otros autores rioplatenses que fueron publicados en la Colección Archivos, con el objetivo de estudiar comparativamente algunas de esas obras con las que Asturias escribiera en ese mismo período: valga como ejemplo: Sudestada, de Haroldo Conti, nació muy cerca de Shangri-lá donde como señalamos, Asturias escribió su Trilogía Bananera y posiblemente mucho más.
Por último, para este trabajo, se han quitado –salvo en los casos en que ameritan lo contrario- las citas y remisiones bibliográficas.
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Recordemos, como decía Guillaume Apollinaire, que “nada furtivo nos arrastrará al azar.”
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Asturias y su obra escrita o publicada
durante su estancia en Argentina
(1948-1952 /1955-1962)
Bases y puntos de partida para un estudio comparado
de su relación con los escritores rioplatenses,
cuyas obras fueron publicadas en la Colección Archivos.
Charla ofrecida durante el Coloquio Internacional
“Miguel Ángel Asturias, 104 años después”
Guatemala. Universidad Rafael Landívar, 2-4 de julio de 2003
Jorge Carro L.
Universidad Rafael Landívar, Guatemala
Guatemala de la Asunción, 20 de junio de 2003
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