Cuentan que en 1941, Antoine de Saint-Exupéry, durante unos viajes por los Estados Unidos de Norteamérica, escribió “Le petit Prince” - “El Principito”- el cual recién salió publicado dos años después, en 1943.
Personalmente creo que Saint-Exupéry se inspiró para contar cómo era la patria del principito, en los paisajes que vio y admiró durante una larga convalecencia acompañado de su esposa, la bella salvadoreña Consuelo Suncín, viuda del entrañable Enrique Gómez Carrillo, Príncipe de los Cronistas.
Estos son los hechos históricos: en Buenos Aires, Antoine de Saint-Exupéry conoce en 1930 después de una conferencia de su amigo Benjamín Crémieux, a Consuelo Suncín, viuda del escritor guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, cuyas crónicas de viaje publicadas en los principales diarios del mundo, entre ellos “La Nación” (ver de este autor “El encanto de Buenos Aires”), despertaron desde niño en el futuro autor de El Principito, sus deseos de viajar y conocer el mundo.
Fascinado por la belleza de la salvadoreña, el francés se casa con ella en 1931.
Los primeros años del matrimonio fueron, como lo son desde que la vida es vida, los primeros años de un matrimonio, plenos de amor, peleas, desencuentros y encuentros, tal como lo podemos establecer leyendo las memorias terriblemente parciales de Consuelo Suncín. A mediados de 1935, el matrimonio era de un tira y afloje fenomenal, con un escritor semi frustrado como piloto o como escritor, y una mujer que vivía hacia comparaciones de su esposo con su Enrique Gómez Carrillo, tomó seis meses de prueba y como la salvadoreña que era una dama de armas tomar recuerda: "El sexto mes de prueba llegaba a su fin. Hice las maletas, ordené la casa y, como un soldado vencido pero orgulloso de haber hecho todo lo posible por salvar a su país, emprendí la fuga. / Mi marido lo comprendió al verme hacer los preparativos. Yo había comprado una colección de vestidos para mis hermanas y para mí. Subí a la terraza. Las luces de la Exposición doraban la cúpula de los Inválidos./ -Tonio, me voy / -Sí -respondió- ¿cuándo? / -Estoy triste, pero necesito marcharme de tu lado. Pienso que ha habido un terremoto en nuestra vida, y debo dar gracias al cielo porque no me ha destruido por completo. Iré a reconstruirme en otra parte. / -Sí, Consuelo, a veces es preciso actuar de ese modo. Yo también voy a América. Haré un nuevo raid y quizá no vuelva nunca, porque no tengo ganas de volver. No amo, he dejado de amar… / Sin discutir, y sin una sola palabra más, tomé el barco en Le Havre con destino a Guatemala, a Puerto Barrios, el único puerto de América Central en el océano Atlántico." A
Acompañado de Prévot, su mecánico y compañero de aventuras, el 16 de febrero de 1938, Saint-Exupéry levanta vuelo desde Nueva York con el propósito de llegar a Punta Arenas, allí donde la Cordillera de los Andes deja lugar al Pacífico sur. Era un viaje espectacular de algo más de 14 mil kilómetros. Una de sus escalas para abastecerse de gasolina, fue precisamente Guatemala, pero debido a un error de cálculo –el galón guatemalteco de gasolina, contenía en aquellos años, más cantidad que el estadounidense- el avión, demasiado cargado, no se sabe si despegó mal o no pudo despegar y se estrelló al final de la pista.
Gravemente heridos, piloto y mecánico, fueron llevados primero al hospital San Juan de Dios y posteriormente, parece ser que al Hospital Militar. El escritor pasó cinco días en coma. Debido a sus fracturas y quemaduras, tuvo que someterse a varias operaciones, que le dejaron al parecer secuelas importantes. El médico de cabecera fue el Dr. José Méndez Valle, padre la poeta guatemalteca y Premio Nacional de Literatura de este país, Luz Méndez de la Vega. Valientemente impide que se le ampute su mano derecha, infectada de una gangrena y poco a poco también, va recuperando la vista de su ojo izquierdo…
Veamos como reconstruyó este episodio la bella Consuelo que por entonces cruzaba el Atlántico en busca de consuelo: "-Tenemos un visitante. Está a dos millas del barco y pide que vayamos a recogerlo… / -¿Quién es? / -El director de la Compañía Transatlántica. Tiene un mensaje urgente para la condesa de Saint-Exupéry…" Espero la entrega del mensaje que en realidad eran dos, como corresponde a una condesa de opereta, con una copa de champagne en la mano. Temblando, sin embargo, minutos después tomó el primer mensaje que decía: "AVIÓN ESTRELLADO EN GUATEMALA SAINT-EXUPÉRY EN PELIGRO DE MUERTE DEBO PROCEDER AMPUTACIÓN BRAZO DERECHO SU MADRE VELA AL ENFERMO LA ESPERAMOS SIEMPRE SUYO DOCTOR HOSPITAL GUATEMALA." Luego, leyó el segundo mensaje: "TU MARIDO GRAVEMENTE HERIDO 32 FRACTURAS 11 DE ELLAS MORTALES HE IMPEDIDO AMPUTACIÓN HASTA TU LLEGADA TOMA AVIÓN A PANAMÁ PARA LLEGAR ANTES TE ABRAZO TU MADRE Y HERMANAS."
Leyendo las memorias de la Suncín podemos advertir el rol fundamental y muy fantasioso que ella se adjudica en la recuperación de su esposo, cosa que científicamente no es cierto ya que el piloto debe su vida sin duda al Dr. Méndez Valle. Dice la memoriosa condesa de Saint-Exupéry, enterrada hoy en el cementerio de Père Lachaise en París, junto a su primer esposo, el guatemalteco Enrique Gómez Carrillo:
"Llegué con don Luis, el chofer, al hospital militar." Allí se encontró con su anciana madre que la condujo a una habitación donde la esperaba según ella, un doctor con uniforme de comandante, quien le dijo: "-Señora, bienvenida al Hospital de Guatemala. Su marido está hospitalizado entre nosotros. Se encuentra en la habitación sesenta y siete. Venga. El peligro, el gran peligro, me refiero a la muerte, creo que ya ha pasado. No obstante, sigue muy grave, Tiene numerosas heridas. Si usted lo autoriza, esta tarde le amputaremos la mano, tal vez hasta el codo; es necesario. Sé que usted es una mujer valerosa, y estoy seguro de que será de mi opinión. Un hombre con un solo brazo es preferible a un cadáver con los dos. / Entré en la habitación, muy humilde pero limpia. Un enfermero velaba junto a la cama. Me costó reconocer a Tonio de lo hinchada que tenía la cabeza…"
Después la recuperación y la convalecencia, primero en el Hotel Palace, de Guatemala y después en una casona en La Antigua Guatemala.
¿Tuvo el paciente francés tiempo durante ese largo mes convaleciente en una cama del Hospital Militar de Guatemala, en pensar en una historia como la que él mismo había pasado? Lo cierto es que su rehabilitación la pasa junto a la bella Consuelo en La Antigua Guatemala, donde escribió los primeros apuntes de su novela Tierra de hombres, que continuará posteriormente en Nueva York.
Salve, patria querida, dulce Guatemala, salve.
Rafael Landívar, SJ
(La Antigua Guatemala, 27/X/1731-Bolonia, 27/IX/1793)
Mi hipótesis de que La Antigua Guatemala es el asteroide B 612 donde nació el Principito, creció en un viaje que hice en 1992, con unos amigos (Yvan y Monique Avena, y Tasso Hadjidodou) a Quetzaltenango, ciudad que bucólicamente descansa entre fértiles valles al nororiente de las Tierras Altas de Guatemala, la hermosa y dolorida patria de Rafael Landívar de los premios Nobel Miguel Ángel Asturias y Rigoberta Menchú, de Enrique Gómez Carrillo y Máximo Soto Hall (a los que tanto debe el periodismo argentino), de Luis Cardoza y Aragón y Augusto Monterroso…
Mi hipótesis "La Antigua Guatemala es el Asteroide B 612 del Principito" creció en ese viaje cuando Tasso Hadjidodou, promotor cultural y agregado cultural de la Embajada de Francia, nos habló de esa estancia antigüeña del autor de “Vol de nuit” -Premio Fémina 1931-, “Terre des hommes” -Gran Premio de la Academia Francesa- y “Pilote de guerre”.
Creo que fue en los fríos páramos de Alaska –no confundirse con el estado norteamericano adquirido por U.S.A. a Rusia en 1867, por siete millones doscientos mil dólares- volvieron a mi los recuerdos fragmentados del Capítulo IX de “El Principito”:
“La mañana de la partida puso en bien en orden su planeta. Deshollinó cuidadosamente los volcanes en actividad. Poseía dos volcanes en actividad. Era muy cómodo para calentar el desayuno en la mañana. Poseía también un volcán extinguido. Pero como decía el principito, “¡no se sabe nunca! ” 1
La hipótesis, se anidó en mí cuando volvieron a mi memoria, otros fragmentos de ese libro que desde adolescente, forma parte fundamental de mi vida y de la de mis hijos.
Pero vayamos paso a paso, y regresemos a La Antigua Guatemala.
La Antigua Guatemala :
donde el ayer como la vida,
está a la vuelta de la esquina.
Cuando dejé Buenos Aires nunca pensé los felices días que me esperaban y me esperan, en La Antigua Guatemala, Monumento Histórico de América y Patrimonio Mundial de la Humanidad, fundada en el valle de Panchoy el 10 de marzo de 1543.
La muy noble ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, fue la tercer ciudad capital de la que fuera más adelante, Capitanía General.
La primera, fue fundada el 25 de julio de 1524, día de Santiago Apóstol, después de que Pedro de Alvarado venciera a los tzutuhiles del Lago de Atitlán; su nombre es en honor al santo patrono de los conquistadores. La ciudad fue asentada cerca de la fortificada Iximché, capital cakchiquel, próxima a la actual Tecpán.
En ausencia de Alvarado, su hermano Jorge, gobernador interino, descontento por la forma en que se desarrollaba la situación con los cakchiqueles, decidió trasladar la ciudad al valle de Almolonga, en las faldas del Volcán de Agua, y el 22 de noviembre de 1527, se fundó la segunda cuidad conservando su nombre. Este traslado fue jubiloso, pues dejaban atrás los rigores del altiplano por el clima eternamente primaveral de Almolonga (lugar de agua). Durante 14 años esta ciudad floreció hasta la muerte del tiránico conquistador Alvarado, la cual fue un presagio de las cosas que sucederían. La doliente viuda, doña Beatriz de la Cueva, de apenas 22 años de edad, más conocida como “La Sin Ventura”, se autonombró Capitana General siendo por consiguiente, la primer gobernadora de América. El mandato de doña Beatriz duró apenas 40 horas, la machista naturaleza lo quiso así, pues en la medianoche del 10 de setiembre de 1541, un terremoto destruyó la ciudad que quedó sepultada por una correntada de lodo y agua que bajó inmisericorde del cráter del Volcán de Agua.
Durante más de dos siglos, aproximadamente, La Antigua Guatemala, fue el centro político, religioso, comercial y cultural del istmo centroamericano, hasta que en 1773, debido a los destructores sismos de ese año, fue traslada del Valle del Panchoy a su actual residencia en el Valle de la Ermita.
La Antigua Guatemala, empero, rodeada por los Volcanes de Agua, Fuego y Acatenango, continuó su vida, hasta que en 1931, una pareja de felices recién casados, Antoine de Saint-Exupéry y Consuelo Suncín, ganaron sus bellas calles empedradas, comenzando quizás por la Calle de la Pólvora hasta llegar al Parque, severamente vigilados por el magnífico Palacio de los Capitanes Generales, la Catedral y los Museos del Libro y el de Armas.
Pero La Antigua es algo más.
Es el pasado que estaba y está ahí, esperándolos y esperándonos, en las ruinas de Capuchinas o en la Recolección. Es el esplendor de lo que fue la Compañía de Jesús o la Ermita del Espíritu Santo. Es la fe en el Hermano Pedro que en San Francisco nos espera humilde como hace más de 100 años. Son los jardines de Santa Clara o de La Merced. La Antigua es además, la cuna de Luis Cardoza y Aragón, el más grande escritor centroamericano desde Rubén Darío, es la ciudad donde ejerció la abogacía Miguel Ángel Asturias, otro guatemalteco trascendental y Premio Nobel de Literatura.
La Antigua es un monumento en el que Consuelo y Antoine Saint-Exupéry fueron felices y soñaron a lo mejor, ser tan eternos como sus calles de piedra. Calles que tienen nombres que se hacen cuento: Calle de las Animas, Calle de la Inquisición, Calle del Desengaño, Calle de la Nobleza, Calle de los Duelos, Calle de la Pila de Rubio, Calle de las Campanas, Calle de los Pasos, Calle de la Sangre de Cristo, Calle Sucia, Calle del Burro, Calle Ancha de los Herreros...
La Antigua es una Semana Santa impresionante y muchos fines de semana plenos de amor. Es un rincón de nuestra dolorida Iberoamérica, donde Guatemala se da al viajero entre rosas y buganvillas, bajo la belleza impaciente de los volcanes de Agua, de Fuego y Acatenango.
¿Tres volcanes?… Sí, tres, como los del Asteroide B612 del Principito.
A ver… recordemos nuevamente el Capítulo XV:
“¡Oh! Mi planeta - dijo el principito - no es muy interesante, es muy pequeño. Tengo tres volcanes. Dos volcanes en actividad y un volcán extinguido. Pero nunca se sabe. / - No se sabe nunca - dijo el geógrafo. / - Tengo también una flor.”
¿Una flor? ¿Cuál flor?
“Mi flor es efímera, se dijo el principito, ¡y tiene cuatro espinas para defenderse contra el mundo! ” 2
Evidentemente esa flor es una rosa, una rosa de La Antigua, La ciudad de las perpetuas rosas, donde tres volcanes: uno el Volcán de Agua, extinguido. Pero nunca se sabe, y los otros dos, el de Fuego y el Acatenango, ambos activos. Por tanto no sería absurdo pensar que Saint-Exupéry, como todos los que alguna vez pasamos una temporada, corta o larga, poco importa, debe haberse quedo impresionado por esos volcanes que vigilantes cuidan o amenazan, no lo se, a la antañona ciudad que descansa en el Valle del Panchoy, y estos recuerdos quedaron en su subconsciente.
Recordemos que durante dos años (de 1934 a 1936) trabajó como reportero periodístico en Rusia y España. En 1939 publica “Tierra de hombres” y obtiene el Gran Premio de la Academia Francesa. Luego, durante la Segunda Guerra Mundial, es llamado a las filas y movilizado y enviado a Argel, en diversas misiones, hasta que en 1941, en viaje por los Estados Unidos de América, escribe “Le petit Prince” (“El Principito”) que aparecerá publicado dos años después, en 1943, sin duda su obra más conocida.
Escrita mientras el mundo se desangraba absurdamente, esta fábula, que no es otra cosa -como tantas veces se ha dicho- que la exaltación de la amistad y del amor, rescata aquel paraíso donde el autor fue feliz como un niño puede serlo. Y como estoy convencido de ello, asumo que la imagen de los tres volcanes de La Antigua, cimentaron la idea del lugar de nacimiento del Principito.
Y de igual manera que el autor tenía “serias razones para creer que el planeta de donde venía el principito es el Asteroide B 612. Este asteroide sólo ha sido visto una vez con el telescopio, en 1909, por un astrónomo turco”3 tengo serias razones para creer y comprobar que La Antigua Guatemala es el asteroide en cuestión.
Quizás deba aclarar que no soy turco y es de esperar que no se fijen en la forma en que vengo vestido. Sería triste, muy triste, que nadie me creyera como al astrónomo turco ya citado, por culpa de nuestra ropa. ¿Por qué las personas mayores serán así?… Confío que a la inversa del turco aquel, a quien un dictador también turco obligó como a todo su pueblo, a vestirse a la europea, un dictador bobalizado y hamburguesado no me obligue a vestir como turco, para que se me crea cuando digo que La Antigua Guatemala es el Asteroide B 612 donde nació el Principito.
“Si os referido estos detalles acerca del asteroide B 612 y si os he confiado su número es por las personas mayores. Las personas mayores aman las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo esencial. Jamás os dicen: “¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?” En cambio, os preguntan; “¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿ Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre? Sólo entonces creen conocerle” 4
Así hablaba el Principito cuando se refería al pequeño lugar donde nació, por lo tanto si les digo que el planeta donde nació es el Asteroide B 612 y que éste no es otro que La Antigua Guatemala, no estoy muy convencido que académicamente que se quedarán convencidos y dejarán para los mayores, las preguntas. Los adultos son así…
“Y no hay nada que reprocharles. Los niños deben ser muy indulgentes con las personas grandes.” 5
Para demostrar y comprobar mi hipótesis, tomaré uno de los dibujos que el propio autor realizó como ilustraciones de su libro. Me refiero al que lleva como epígrafe: “Deshollinó cuidadosamente los volcanes” y los confrontaré con un mapa de La Antigua Guatemala.
Justo es recordar nuevamente, que por La Antigua Santiago de los Caballeros de Guatemala, caminó Antoine, el aviador, nuevamente enamorando y enamorándose de Consuelo, reteniendo también al mismo tiempo, en sus ojos de 7 leguas, la belleza mágica de esos 3 volcanes, uno de ellos extinguido, aunque no se sabe nunca hasta cuando.
Para realizar esta no-ponencia, volví a caminar por La Antigua, por las mismas calles empedradas que caminaron Antoine y Consuelo, y subí –como ellos- hacia el Volcán de Agua, donde como alguna vez cruzando Los Andes, de Mendoza a Santiago de Chile, me encontré con El Infinito.
Y como a Borges, también a mí se me hizo cuento que al pie de ese volcán dormido, crezcan todo el año, todos los días, rosas de 4 espinas, tantas y tan bellas, como para que el Principito dejara de tener miedo por que se las comieran los corderos.
Es lógico -y consecuentemente, aburrido- que más de alguno comente que es posible que Saint-Exupéry - que recorrió el mundo en aquellos años, primero en el norte de África, después por la Patagonia Argentina, más luego por Guatemala y El Salvador, U.S.A., Rusia y España - hubiera encontrado otros volcanes para inspirarse, pero quien haga ese comentario no se detuvo seguramente en su dibujo que ilustra precisamente el Capítulo IX, cuando el Principito deshollina cuidadosamente los volcanes en actividad, la posición de los volcanes es similar a la de los volcanes que rodean (casi escribo, protegen) a La Antigua Guatemala.
Si volvemos a “El Principito”, el libro cuya primera edición en español fue la de Emecé, en Argentina, seguramente rescataremos el clima de la otrora Capital del Reyno de Goathemala: “El aire fresco de la noche me hará bien.” 6
Si Ud. es, gracias a dios, nuevamente niño -o en su defecto le está leyendo el libro a su hijo o a sus nietos, cosa muy aconsejable que haga en lugar de ver tanto programa malo por la tele- se encontrará como en La Antigua Guatemala, con jardines floridos repletos de rosas y comprenderá entonces, la desdicha del principito cuando –a través de la memoria de Saint-Exupéry- descubrió que hay muchas más rosas:
“Me creía rico con una flor única y no poseo más que una rosa ordinaria. La rosa y mis tres volcanes que me llegan a la rodilla, uno de los cuales quizá está apagado para siempre.” 7
Esto es fácilmente comprable, ya que el autor rescata de su memoria los paseos antigüeños, descubriendo otras coincidencias, aunque el escenario literario sea el Sahara, pues todo tiene reminiscencias antigüeñas: “El pozo al cual habíamos llegado no se parecía a los pozos del Sahara. Los pozos del Sahara son simples agujeros clavados en la arena. Este se parecía a un pozo de aldea. Pero ahí no había ninguna aldea y yo creía soñar.”8
“Al costado del pozo había una ruina de un viejo muro de piedra.” 9
Freudiano al fin, poco me importa que el aviador-escritor, dibuje e intente al final de “El Principito” desdibujar las fuentes geográficas y naturales que lo influyeron en la creación del escenario literario para el Asteroide B 612, señalando que si miran “atentamente este paisaje a fin de estar seguros de que habréis reconocerlo, si viajáis un día por el África, en el desierto. Y si llegáis a pasar por allí, os suplico: no os apresuréis; esperad un momento, exactamente debajo de la estrella. Si entonces un niño llega hacia vosotros, si ríe, si tiene cabellos de oro, si no responde cuando se le interroga, adivinaréis quién es.” 10
Para mí, como para tantos empedernidos descubridores de imposibles, buenos (los imposibles) sólo para hacer más bella la vida, el asteroide del principito es La Antigua Santiago de los Caballeros de Guatemala. No sé exactamente en dónde, quizás junto a una rosa de 4 espinas cubierta en un pequeño jardín en las faldas del Volcán de Agua, que está apagado, pero nunca se sabe.
También sé y esto es lo bueno de haber vivido algún tiempo en La Antigua Guatemala, cerca del viejo Palacio de los Capitanes Generales y del claustro de la Compañía de Jesús, que entre noviembre y enero no verán ponerse el sol cuarenta y tres veces en un sólo día11, ni contemplar un crepúsculo cada vez que quieran, pero sí garantizo que verán los más bellos celajes escondiéndose detrás de los volcanes de Fuego y Acatenango, celajes que debieron maravillar a Antoine y Consuelo, porque ¿saben?… tenía razón el Principito, que cuando uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol.12
Pero ¿por qué no podría ser La Antigua Guatemala el Asteroide B 612?… acaso hemos olvidado que este asteroide estaba en la región de los asteroides 325, 326, 327, 328, 329 y 33013 y que para buscarse una ocupación e instruirse, el principito comenzó a visitarlos, encontrando que el primero estaba habitado por un rey. El rey, vestido de púrpura y armiño, estaba sentado en un trono muy sencillo y sin embargo majestuoso.14 El segundo estaba habitado, como seguramente recordarán, por un vanidoso15;el tercero, por un bebedor16; el cuarto, por un hombre de negocios todavía no bobalizado ni hambugesado; el quinto era un planeta muy extraño y además, era el más pequeño de todos y en él había apenas lugar para alojar un farol y un farolero17; el sexto, que era diez veces más, estaba habitado por un Anciano que escribía enormes libros18; hasta que finalmente llegó a La Tierra, que no es un planeta cualquiera. Se cuentan allí once reyes (sin olvidar, sin duda, los reyes negros), siete mil geógrafos, novecientos mil hombres de negocios, siete millones de vanidosos, es decir, alrededor de dos mil millones de personas grandes19 y además, hay un valle al que los conquistadores españoles llamaron de Panchoy, donde vive eternamente la primavera y que al sur le crece el volcán de Agua, que está apagado, pero nunca se sabe, y al sur poniente, los volcanes de Acatenango y de Fuego, que de tanto en tanto, brama al cielo cantos de ceniza, llantos de lava y tosecitas de gas, registrado todo, según nos cuenta Elizabeth Bell20, por el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología, en unos enormes libros, típicos de la gente grande que con los años va perdiendo la memoria y todo lo demás.
Seguramente el Principito tan preocupado por su cordero y su efímera flor, haya olvidado en un segundo impulso de nostalgia21, de comentarle a su amigo, el piloto al que se le había roto el motor de su avión, que no es otro por otra parte, que el alter ego del Saint-Exupéry, que en su asteroide, existieron en otros tiempos, unos hombres que lo habían poblado cuando quizás no había más que liebres y pájaros, según contaban, cuando nuestros padres y abuelos fueron a poblar los montes y valles22 y que por estar peleándose los unos contra los otros, se conformaron con utilizar en su idioma, sólo diez vocales, cinco cortas y cinco prolongadas o cinco tensas y cinco relajadas.
Uno de los primeros padres de los padres de los abuelos, que se llamaba Gagavitz23, según las historias que ellos contaban, llegó del otro lado del mar para que junto con Zactecauh24, engendraran a los naturales que con los siglos habitaron el valle de Panchoy y cosecharon en las laderas de los volcanes de Agua, Fuego y Acatenango. Es posible que estas historias registradas en “Memorial de Sololá”, libro que contiene los más importantes documentos antiguos relacionados con los pueblos naturales del altiplano guatemalteco antes de la invasión y sometimiento español, haya sido leído por un aventurero de la vida y de las letras como el autor de “Pilote de guerre”, seguramente a instancias de Consuelo Suncín, su esposa salvadoreña, conocedora naturalmente no sólo del Memorial, sino también del Popol Vuj25, el libro sagrado de los k'iché’, que como los demás documentos del pueblo k'iché’ y los Libros de Chilam Balam, son pasto fácil para los voraces lectores europeos deseos de conocer ese pasado que nadie a ciencia cierta no sabe como fue y del que sólo quedan testigos mudos en Tikal, en Dos Pilas, en Ceibal, en Aguateca, en Altar de los Sacrificios, en El Mirador, en Uaxactum, en Quiriguá, en Mixco Viejo, en Iximché, en las selvas peteneras y en la costa sur de Guatemala.
Desconocemos cuando tiempo duró la luna de miel antigüeña de Consuelo y Antoine, pero en alguna ocasión la doble viuda (de Gómez Carrillo y Saint-Exupéry) comentó en rueda de amigos, lo feliz que fueron los meses que pasaron con Tonio en La Antigua Guatemala. Sí podemos dar fe, que no son pocos los escritores que sintieron el influjo de la ciudad que nació, creció y vive entre tres volcanes: dos en actividad y uno extinguido, aunque no se sabe nunca hasta cuando. Aparte, naturalmente, de los guatemaltecos. Valga como el ejemplo más reciente, la novela de la chilena Marcela Serrano, “Antigua vida mía”26
Justo es señalar que el primer guatemalteco que rescató para la inmortalidad la belleza del volcán de Agua, el que está apagado pero que uno no sabe hasta cuándo, fue el poeta, educador y jesuita Rafael Landívar, en “Rusticatio Mexicana”27:
“Ante ella, hacia el lado por donde Febo se inclina al Austro,
levantada cuesta parece hundir el vértice altivo en el azul,
tocar los astros con la frente y retar al cielo.
Esta mole se asienta en extenso espacio,
se retuerce y desdobla su dorso en grandes arcadas
por veinte leguas a la redonda.
Comprimiendo su masa disminuye insensiblemente su volumen
cuanto más arriba penetra en la atmósfera fría,
hasta que su cono altanero, batido por los vientos,
Vence a las aves y nubes espesas.
A semejanza del Olimpo que con su airoso vértice
Rasga las nubes, y en ascensión atrevida
Por e aire sutil hasta los astros,
Amenaza ensoberbecido a la luna y al sol.”
Otro antigüeño, Luis Cardoza y Aragón, sin duda el más grande escritor centroamericano desde Rubén Darío, recordó mil veces los volcanes que visten a La Antigua Guatemala; a continuación, algunos ejemplos extraídos de su formidable y fundamental “Guatemala. Las líneas de su mano”:
“Cuando bajé en la esquina más próxima a casa, reconocí las piedras gastadas por mis zapatos, el silencio, las manchas de los muros de la Catedral, los caños de agua, las ventanas. (…) Y frente a la puerta que no había pasado en tantos años, recordé el llavín, corto y redondo, y cómo darle vuelta para abrir; la manita del tocador, el buzón, la madera, la cuerda para abrir la puerta sin tocar. Al fondo de la calle, el triángulo perfecto del Volcán de Agua, enorme, sereno y azul, como siempre, sin una cana, una nube engalanando la cima dorada por el sol de la tarde. Tiré la cuerda, empujé la puerta y entré con el corazón en la boca.” 28
Es también el antigüeño Cardoza y Aragón, quien nos recuerda que:
“Guatemala parece un alfiletero desde lo alto. Cuarenta volcanes, espinas de una rosa.” 29
“En el centro de Guatemala se alzan tres clásicas torres del paisaje, tres esbeltos triángulos esbeltos: el Volcán de Agua, el de Fuego y el de Acatenango. El nombre de Guatemala, para algunos, es Volcán de Agua, en cuyas faldas o proximidades se establecieron las capital del Reino de Goathemala. De todas partes se ven los tres altos conos puros. Sus nombres, su ser mismo, circulan en los libros indígenas, donde la fábula se confunde con la historia.”30
“Guatemala se extiende en derredor del Volcán de Agua, como mercado indígena a la sombra tutelar de la ceiba. Ombligo guatemalteco, mirador de los dioses primeros. Su sonrisa la llamamos alba en Guatemala.” 30
Estoy absolutamente seguro que Antoine, el aviador francés y su amada Consuelo, se enamoraron como Cardoza y Aragón y tantos viajeros, en La Antigua Guatemala, del Volcán de Agua: “Me sientas en tus rodillas, Volcán de Agua, para contarme leyendas. Recuerdo nuestros juegos: poníamos el mar por allí y lo llenábamos de piloyes y cacao. Lo pasábamos al otro lado, cercándolo de cordilleras, atándolo con ríos. Un bosque por acá; el pulgar abría un golfo. Peinábamos la selva con la palma de la mano, tal el vellón de un corderito. Y entretejíamos las raíces de los árboles, las vetas de las piedras preciosas, para verlas asomar hasta los manantiales y los pájaros: loros de jade, chorchas y guacamayos, que parecen diminutos montones de vidrio; los quetzales, irisados meteoritos.
Si supieras cuánto te quiero, Volcán de Agua. Si supieras cómo la infancia me sostiene desde que ambos tuvimos un solo corazón de mito. Al agua de tu nombre eché mis barcas infantiles, compitiendo con el Sabio Pez Tierra, y con vosotros, Cavador de Rostros, Murciélago de la Muerte, Buho de Xilbalbá. Perseguíamos la misma mariposa de obsidiana. Izábamos la misma cometa. Y estando muy lejos, me ha bastado entrecerrar los ojos para sentir tu suave aliento parsimonioso, como si apenas respirases. Y luego, cuando te vas borrando, sigo las huellas de tus pies desnudos. Hunahpú, padre y maestro mágico, coloca mi ternura detrás de tu oreja, como flor blanca y bien oliente. ” 31
Los textos de Cardoza y Aragón son una prueba irrefutable del amor y el embrujo que el Volcán de Agua, que está apagado pero nunca se sabe hasta cuando, ejerce en los que a él llegan.
“Estoy recordando mi tierra con sencillez, rechazando guirnaldas que me ofrecen el mar y la imaginación (…) En mi sueño provinciano está Antigua, mi pueblo. (…) Este paisaje para mí nunca podrá ser sólo su propia hermosura y majestad. Ligado está a mi vida, a la luz que vi por vez primera. No puedo recordarlo sin que yo sea una abeja n su ámbito. Sin que me hablen las piedrecitas y los volcanes. (…) Así, Volcán de Agua, te vi surgir en el desierto y en la estepa, sobre la mesa y el libro, a los pies del lecho, dueño del rojo crepúsculo. Mi niñez ha decretado que mi corazón sea, para siempre, brasa de tu incensario”32
Pero algo más debo agregar a mi hipótesis de que Antoine de Saint-Exupéry se inspiró en los sucesos de su paso por Guatemala y La Antigua para escribir El principito. Recuerdan Uds. seguramente que el aviador (y el francés lo era) tuvo una avería pues algo se la había roto al motor y esa era para él, una cuestión de vida o muerte33, algo similar le ocurrió en su primer viaje al País de la Eterna Primavera, pues su avión sufrió una avería y a consecuencia de ese accidente, estuvo internado durante algo más de un mes, donde fue atendido por el Dr. Méndez Valle. ¿Tuvo el paciente francés tiempo durante ese largo mes convaleciente en una cama del Hospital Militar de Guatemala, en pensar en una historia como la que él mismo había pasado? No lo sé y quizás no lo sabremos nunca…
De todas maneras, tenga o no yo razón, haya comprobado o no mi hipótesis, tozudamente creo en lo más íntimo de mi corazón, aún de niño, que La Antigua es el Asteroide B612 del Principito. Si Ud. tiene aún dudas, cuando pueda viaje a Guatemala, La Antigua ciudad de Santiago de los Caballeros, está esperándolo a menos de una hora del Aeropuerto Internacional de La Aurora, en el valle del Panchoy, con sus historias, sus eternas rosas y con sus tres volcanes, uno adormecido, pero, como decía el Principito: -¡No se sabe nunca!
Por último, tomen en cuenta el consejo de Saint-Exupéry, que si caminando debajo de la estrella, se encuentran con un niño que ríe - lo de los cabellos de oro, es puro malinchismo del francés - que no responde cuando se le interroga, ¡sed amables con él!... Y en seguida, escríbanme por favor, para decirme que el Principito ha vuelto.
No soy Antoine de Saint-Exupéry, ni soy aviador, ni moriré cuando mi avión sea abatido en una misión sobre el Mar Tirreno, un muy 31 de julio de 1944. Pero guardo de él, como tantos enamorados del amor y la amistad, un agradecimiento tan grande que no se puede describir en palabras, por esa maravillosa exaltación de amor y de amistad, que es “El Principito”.
No-Ponencia/audiovisual, presentada el 18 de junio de 2000 en las Jornadas Internacionales Antoine Saint-Exupéry, organizadas por la Universidad del Comahue, Neuquén, Argentina; en el Centro Cultural Ricardo Rojas, de la Universidad Nacional de Buenos Aires,el jueves 22 de junio de 2000, y en la Casa de América, en Madrid, España, el martes 4 de julio de 2000.
De todas las versiones en español de “El Principito”, se utilizó para este trabajo, la de Bonifacio del Carril, que fue la que me introdujo –gracias a Emecé, en 1951-, a esta obra de fácil lectura, no sólo por la brevedad, sino por la claridad de su estilo"
* – Lucía Lara, prólogo a la edición colombiana: Saint-Exupéry, Antoine. El Principito. Colombia, Editora Géminis, 1986, pág. 5
A – Saint-Exupéry, Consuelo de. Memorias de la rosa. Ediciones B, España, 2000
1 – Saint-Exupéry, Antoine. El Principito. Emecé Editores España, S.A., Capítulo IX, pág. 34
2 – Obra citada. Capítulo IV, pág. 56
3 – Obra citada. Capítulo IV, pág. 19
4 – Obra citada. Capítulo IV, págs. 19/20
5 – Obra citada. Capítulo IV, pág. 20
6 – Obra citada. Capítulo IV, pág.
7 – Obra citada. Capítulo XX, pág. 66
8 – Obra citada. Capítulo XXV, pág. 80
9 – Obra citada. Capítulo XXVI, pág. 83
10 – Obra citada, pág. 95
11 – Obra citada. Capítulo VI, pág. 27
12 – Obra citada. Capítulo VI, pág. 27
13 – Obra citada. Capítulo X, pág. 36
14 – Obra citada. Capítulo X, pág. 37
15 – Obra citada. Capítulo XI, pág. 42
16 – Obra citada. Capítulo XII, pág. 44
17 – Obra citada. Capítulo XIII, pág. 45
18 – Obra citada. Capítulo XIV, pág. 49
19 – Obra citada. Capítulo XV, pág. 53
20 – Bell, Elizabeth. La Antigua Guatemala: La historia de la ciudad y sus monumentos. Impresos Industriales, Guatemala, págs. 191/194
21 – Obra citada. Capítulo XV, pág. 56
22 – Memorial de Sololá. Anales de los Kaqchikeles. Edición de Adrián Recinos. Biblioteca Americana, Fondo de Cultura. México 1980, pág. 47
23 – Gagavitz, “volcán de fuego, cerro”. La palabra vitz o uitz en maya, significa cerro o montaña.
24 – Zactecauh, “cerro de nieve, montón blanco”.
25 – Popol-Vuh, traducción de Miguel Ángel Asturias y J.M. González de Mendoza. Biblioteca Clásica y Contemporánea, Editorial Losada. Buenos Aires, 1981.
26 – Serrano, Marcela. Antigua vida mía. Alfaguara, México, 1995.
27 – Landívar, Rafael, SJ. Rusticatio Mexicana, Canto a Guatemala. Universidad Rafael Landívar. Guatemala, 1997. Pág. 31
28 – Cardoza y Aragón, Luis. Guatemala. Las líneas de su mano. Colección Popular. Fondo de Cultura Económico. México, 1965. Pág. 11
29 – Obra anterior citada, pág. 13
30 – Obra anterior citada, pág. 22
31 – Obra anterior citada, pág. 23
32 – Obra anterior citada, págs. 24/25
33 – Obra anterior citada, págs. 11
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