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MEMORIABIERTA


por Jorge Carrol

Recuerdos y tributos a los poetas, novelistas, músicos, pintores, etc. conocidos de Jorge Carrol.




 
 

Horacio Salas

de la soledad en pedazos a bibliotecario nacional

Por Jorge Carrol

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Horacio Salas


Nos conocimos con Horacio Salas cuando yo naufragaba mis sueños en Necochea, quizá el 17 de enero de 1964 y estaba a punto de poner en marcha la primera Fiesta de las Letras, realizada del 18 al 25 de enero, a la que él llegó prácticamente en luna de miel, con su siempre linda y talentosa esposa, Graciela Isnardi. Estábamos rodeados, como doy cuenta en otra Memoriabierta dedicada a la Fiesta, por un grupo de escritores que de muchas maneras marcaron la literatura argentina: Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato, Córdoba Iturburu, Manuel Mugica Lainez, Oscar Hermes Villordo, Alfredo Veiravé, Lisandro Galtier, Silvina Bullrich, León Benarós, Guillermo Whitelow, Ulises Petit de Murat, Marta Lynch, Javier Villafañe (el inolvidable poeta-titiritero), Carlos Alberto Erro, Horacio Esteban Ratti, José Luis Lanuza, Luis Emilio Soto, Alfredo Vignatti, Inés Malinov, Fermín Estrella Gutiérrez, Osvaldo Svanacini, Nicolás Cócaro, Germinal Nogués, y Juan Filloy.

Ese año y en esa primera Fiesta de las Letras, Horacio ganó el Primer Premio para obra inédita, con Memoria del tiempo.

En 1965 nos volvimos a encontrar, pero del otro lado del Gran Charco, en las Jornadas de Poesía que anualmente se hacían en Piriápolis (Uruguay) a las que nos falló Pablo Neruda y de la que guardo con mucho afecto La soledad en pedazos, un pequeño libro editado por la Editorial Barrilete, e impreso en las inolvidables máquinas de Ismael B. Colombo y con ilustraciones de Oscar Castelo y cuya dedicatoria ilustra esta Memoriabierta. Durante algún tiempo repetía de memoria su poema 5, que mucho me agradaba(y aún me agrada):

                    Aprendí a cruzarme con tu cara,
                    pero a veces
                    me olvido de tu boca
                    y tengo que dibujar
                    con mis palabras
                    tu sonrisa
.

Hacia 1967 debí marcharme de mi patria, los vientos que me pegaban en la espalda y que llegaban de los cuarteles, no eran buenos para mi salud y comencé así mi largo periplo de casi seis décadas por esta amada y dolorida Iberamérica. Y así la vida, injustamente nos separó, lamentablemente años después Horacio debió partir también para el exilio, esa patria portátil que todos muchos argentinos llevamos de muchas maneras. Así el poeta de La corrupción (1969), Mate pastor (1971), Gajes del oficio (1979), Cuestiones personales (1985) y El otro (1990), fue como sin querer queriendo, también en ensayista: La poesía de Buenos Aires (1968), Generación poética del 60 (1976), La España barroca (1978), El tango (1986) y Borges, una biografía (1994). Y los justos premios lo fueron cercando: Premio Municipal de Poesía, Nacional de Poesía, Premio Nacional de Crítica Literaria, en otros, amen de la orden de Chevalier des Arts et des Lettres, con que lo condecoró en 1991 el gobierno de Francia.

Horacio Salas es de muchas maneras el autor de algunos poemas que me encantaría ser el autor; por ejemplo:

Genética

                    No me dio muchas cosas: una escasa estatura
                    el humor permanente
                    los buenos modales en la mesa
                    el trato a las mujeres
                    No me ha dejado ni una casa ni un campo
                    coleccionaba deuda y acreedores
                    compañeros de póker y leyendas
                    pero está en mí
                    se aparece de pronto en el espejo
                    en un inesperado movimiento / en una mueca
                    en las cejas pobladas
                    se me presenta a veces corrigiendo mi letra
                    o en los últimos sueños de la noche
                    lo veo en medio de la calle
                    de sobretodo oscuro / despidiéndome
                    o ya destruido tembloroso irritable
                    amarillento
                    triste porque su hijo se había marchado al exilio
                    ignorando en el fondo
                    si estaba en el Pacífico o en Suecia
                    Confuso y confundido
                              como lo estuvo siempre
                    suponía que el tiempo puede volver atrás
                    que se repite
                    No amaba los poemas
                    y prefería una buena sentencia a una novela
                    se dormía en cualquier parte
                    y era capaz de gastar en un rato
                    el sueldo de dos meses
                    Nunca nos comprendimos
                    salvo una noche
                    en que me vio llorar de amor
                              y me lo dijo)
                    aunque al día siguiente otra vez nos callamos
                    El no aprendió a llorar
                    no pudo hacerlo ni ante mi madre muerta
                    a la que amaba hoy lo comprendo cuánto
                    de qué manera trabajosa / tramposa
                    pero intensiva / intensa humorista y dramática
                    Su soledad se agudizó con mi partida
                    pero no me lo dijo
                              (o me lo dijo y no pude entenderle)
                    Cada tanto me llegaban unas cartas
                    confusas al principio
                              incoherentes más luego
                    Cuando después de algunos años volví a verlo
                    no era el mismo
                    su cuerpo me pareció resquebrajado
                    y en su mirada había una nebulosa
                    -pensé que cada uno elige su destino-
                    los dos habíamos edificado
                              nuestras paredes altas sin ventanas
                    hablamos de la nada
                    nos mentimos
                    Ahora junto a mi madre me visita en los sueños

                    Rara vez nos hablamos
.

Horacio acaba de ser designado director de la Biblioteca Nacional Argentina y su gestión estará orientada, según explicó durante una entrevista con diario La Nación, a revitalizar el papel de la Biblioteca en relación con la sociedad, a mejorar la precaria condición laboral del personal y a profundizar los contactos en el orden internacional.

"El lugar que un país le da a su Biblioteca Nacional es el que la sociedad le da a su cultura, a su historia y a su literatura", dijo Horario, mi amigo poeta, que repartirá sus días entre el desafío del nuevo cargo y la alegría de sus nietos pequeños. Salas dijo que no cobrará sueldo por el cargo, "pues tengo una jubilación que el Estado me paga y me permite vivir". Tampoco cobra en el Fondo Nacional de las Artes, organismo en el que se desempeña como director ad honorem, como el resto de los integrantes. Y señaló que procurará estrechar lazos entre la Biblioteca y el FNA, de activo papel en el fomento de las artes y la cultura.

La Biblioteca Nacional llegó a la vida de Salas por un orden causal y no por el mero azar, en caso de que existiera. A los 12 años, junto con un amiguito, se sumergía en las páginas de los tomos de la revista El Gráfico y en las del diario La Razón. Su mayor deleite era tomar notas de la actualidad deportiva y jugar luego al relator radiofónico, seguramente a ser un Fioravanti o al menos, un Luis Elías Sojit. Pero fue otra Biblioteca Nacional, la de España, la que vino a tener un papel relevante aunque menos lúdico en su vida en Madrid. "En el tiempo del exilio, cuando no conseguía empleo, para no desesperarme me iba a la Biblioteca Nacional. Me inscribí como investigador y cumplía un riguroso horario de siete horas allí. De aquel tiempo es mi libro La España barroca ".

Como Borges y acaso sin saberlo, como lo es para este desmemoriado de Memoriabierta que soy, también Salas imagina el paraíso como una biblioteca y se define "de profesión lector. Mi manera de ver el mundo es la del lector".


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Horacio Salas, Martha Lynch y Fernando Alegría en el Congreso de Literatura Iberoamericana (agosto 1971, Perú)

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Dedicatoria de Horacio Salas a Jorge Carrol

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