| Es posible que Jorge Ariel Madrazo -autor del prólogo de Orgasmo, fascículo Nº 50, de la colección Los grandes poetas, editado en marzo de 1989 por el Centro Editor de América Latina- tenga razón al señalar que “Mario Trejo asegura, alternativamente, haber nacido en Tierra del Fuego, en Comodoro Rivadavia, o en muchos otros lugares: todo indica que ello ocurrió al sur del país, no aclara en qué año (Trejo coincide con Marcel Duchamp en que tales precisiones “sólo sirven a los tontos y a los profesores de literatura española”).” 
 Para mí, Mario Trejo nació a medio camino entre una mesa del Palacio do Café, donde nos reuníamos en los años 50, los que nos nucleábamos alrededor de la revista Poesía Buenos Aires, o un lunes a la noche en el Bop Club, en la Asociación Cristiana de Jóvenes Judíos o caminando por Suipacha al alba, de salida de una de las tertulias que hacía Oliverio Girondo, rumbo a la casa del Fantasma Euleche.
 
 Después la alegría de la amistad y los compañeros comunes (Enrique Villegas, Alberto Vanasco, Alberto Cabado, Miguel Brascó, Paco Urondo, Coco Iadarola, el Gato Barbieri, Lalo Schiffrin, Astor Piazzolla, Ariel Ramírez, Juan Carlos Paz,  Aldo Pellegrini, César, Manrique y Clara Fernández Moreno,  y tantos que se quedan en el tintero de los recuerdos), hasta que en 1990, tuve la suerte de invitarlo a pasar unos días en mi casita de La Antigua Guatemala, que se prolongaron más de medio año, de los que quedan como prueba algunas fotos, la dedicatoria de  El uso de la palabra, una casete grabada por Mario (De puño y letra, editado por Último Reino-Circe), sus sugerencias para Los pájaros perdidos (mis malas memorias en 2 por 4, que llevan por nombre, su más bello tango, al que Piazzolla le puso música) y la nostalgia del ninguneo que le brindaron los poetas locales…
 
 Desde entonces no nos hemos vuelto a ver. Tampoco nos escribimos. Nos comunicamos a través de tu poesía, como ahora:
 
 Orgasmo
 (fragmentos)
 
 1
 Breve vida feliz
 Breve muerte feliz
 
 3
 Huir de la pequeña historia.
 La anécdota me saca de quicio.
 Vivamos el Gran Cuento.
 Estoy traduciendo.
 Hablo una lengua que apenas conozco
 sonidos heredados
 robados a lo lejos
 ruidos enfermos de cultura.
 Yo quiero hablar de mi lengua
 lengua enferma
 asesina del padre y de la madre
 lengua experta
 jerga de la experiencia.
 Tartamudeo
 Gruño
 Digo sólo estertores.
 La garganta  se seca
 vomito canciones mongoloides
 y mi madre junto a mí
 repite que me deja para siempre.
 Un aeropuerto está cerca.
 Siempre será así.
 
 9
 No hay nada más honesto que la necesidad.
 
 10
 Ha llegado la hora.
 Confesaré.
 Daré datos precisos.
 No mentiré.
 No caeré en contrabando.
 Tomaré todas las drogas.
 Acataré lo sagrado y lo profano
 su único hijo
 nuestro dolor.
 No codiciaré la muerte del prójimo.
 Me revolcaré sólo de amor.
 La noche, sabemos, etcétera, etcétera, etcétera.
 El alba
 ya lo dije es oficio de sobrevivientes.
 
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