CONCHITA FERNÁNDEZ | |
OTROS POETAS EN LA VOZ DE CONCHITA FERNÁNDEZ |
De Amalia Puga de Losada
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Del mismo Cielo descendiste un día, como rayo de luz esplendorosa, a ser el sol de la existencia mía. Y al mirarme en tus ojos amorosa y al besar con fruición tu blanca frente, do la inocencia en majestad reposa, sentí que, prosternada y reverente, el alma, de mi ser en lo profundo... |
De Rafael Heliodoro Valle
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Y nada más: para las primaveras tendremos en las tardes montesinas la intimidad del agua en las praderas y el ángelus violeta en las colinas. Campanas lentamente cristalinas, pétalos de dulzuras postrimeras y ensoñación de sol en las cortinas y florecer en las enredaderas... |
De Concha Lagos
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Yo supe del amor. A vuela sueño del vivir lo tuve, a grandes sorbos de agua cristalina. Aún por su estela se me van los ojos resucitando lunas y caminos aunque en la malla tiempo esté enredada. Todavía los mirtos reflorecen y de perfume embriagan este vuelo. Atardecido amor que me desvela... |
De Luis Pastori
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Yo sé que efectivamente he debido ir aquella tarde, despacio, a mirar mis figuras preferidas viajando, por el aire,heridas y lentas de aireen el aire declamatorio de fin de semana. Sé que me hubiera gustado, además, verme allí retratado como al fondo de un grupo de estudiantes amables, que aplaudían y reían... |
De Horacio Esteban Ratti
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Azahares y glicinas, flores que se deshacen, fueron las de mi infancia. Desde entonces la vida, como un pájaro, tiende su silencioso vuelo hacia el final del aire deshaciendo cristales. Pero los sueños vuelven y vuelve la fragancia de las flores de antes. Todo vuelve a ser antes cada vez que lo canto... |
De Julia de Burgos
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Parece mar, el cielo donde me he recostado a soñarte? Si vieras mi mirada, como un ave, cazando horizontes y estrellas. El universo es mío desde que tú te hiciste techo de mariposas para mi corazón. Es tan azul el aire cuando mueves tus alas, que el vuelo nace eterno en repetida ola sin cansancio... |
De Winétt de Rokha
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La mancha trágica de tus cabellos, encarna un mar fascinante y entenebrecido. Albea tu frente magnífica, escrita de surcos, y tus sienes como dos azucenas puras. Tus cejas y tus pestañas interrogadoras recogen la esmeralda enferma de tus ojos. Se destaca en la oscuridad del fondo tu nariz de águila meditativa... |
De Juana Castro
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Y ahora soy tan igual a ti, madre, que no me reconozco en el cristal de este retrato tuyo tan presente. Si supieras que todo lo que de ti he odiado y maldecía ahora en mí lo descubro tan exacto y reciente como el cerco de una piedra en el agua, repetida. Vengo a verte de nuevo. Tócame, pon mis dedos aquí sobre tus llagas... |
De Clementina Arderíu
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A mi amado entregué todas las llaves; tengo a cambio las suyas, y hechas las paces. Pero queda una estancia, en lo profundo, donde entrar no podríamos ni unos segundos. ¡Tantas fuerzas ocultas y pensamientos, libres a todas horas hay allí dentro! En vano intentaría fisgar un poco... |
De Julia de Burgos
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No me recuerdes! ¡Siénteme! Hay sólo un trino entre tu amor y mi alma. Mis ojos navegan el mismo azul sin fin donde tú danzas. Tu arco iris de sueños en mí tiene siempre pradera abierta entre montañas. Una vez se perdieron mis sollozos, y los hallé, abrigados, en tus lágrimas... |
De Carmen Martín Gaite
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Siempre que iba a cantar algo se interponía y a mí no me importaba, ¡había tanto tiempo! Mi canción se quedaba en el alero, confiada, meciéndose en la espera cuajada de horizontes. Si alguna vez con mudo gesto antiguo acaricio las cuerdas, el aire se retira y el corazón me late nuevamente con aquellos latidos turbulentos... |
De Werner Ovalle López
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Somos la lenta muerte, de gloria invertebrada, soldados derrotados de las ciencias insomnes; el ojo de la luna nos mira intensamente sin envidia ni júbilo por nuestras alas de hombres. Una soledad vida de espinas y relámpagos, una sed de naufragio nos cae de la noche... |
De Pablo Neruda
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Los ojos se me fueron tras de una morena que pasó. Era de nácar negro, era de uvas moradas, y me azotó la sangre con su cola de fuego. Detrás de todas me voy. Pasó una clara rubia como una planta de oro balanceando sus dones. Y mi boca se fue como con una ola descargando en su pecho relámpagos de sangre... |
De Eduardo Carranza
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Te llamarás silencio en adelante. Y el sitio que ocupabas en el aire se llamará melancolía. Escribiré en el vino rojo un nombre: el tu nombre que estuvo junto a mi alma sonriendo entre violetas. Ahora miro largamente, absorto, esta mano que anduvo por tu rostro, que soñó junto a ti... |
De Claribel Alegría
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Voy a llegar de noche después que hayan corrido los cerrojos, después de las tertulias y los rezos. Conozco bien las calles, las recuerdo, con su olor a verano y mansedumbre. No he podido cumplir mi cita con la ceiba, y ya esta soledad me llega a las rodillas y las dobla. Desde mi puerta veo procesiones de sombras... |
De Pilar de Valderrama
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Aquel café de barrio, destartalado y frío, testigo silencioso de nuestras confidencias, extremo de rigores, conjunto de inclemencias, que sólo caldeaban tu corazón y el mío. Viejo café de barrio, a donde yo acudía, donde tú me esperabas con el alma impaciente... |
De Nidia di Giorgio
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Las colinas oscuras semejan pájaros, se levantan y se esconden detrás del horizonte. Una nube persigue la luna como una novia desesperada, como un relámpago que se desvanece. Las figuras humanas se deslizan desprendidas del drama de la vida. Cuando traspasan el límite, un sol ardiente intenta descubrir el día... |
De Emilio Oribe
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Mira: aquello es el hombre. Deja vagar su sombra sobre las apariencias que clasifica y nombra. Está escrito que el hombre se realice en el Todo, y encuentre en las entrañas del ser, sustancia y modo. Está escrito que el fuego construya sus palacios en un reino de esencias, fuera de los espacios... |
De César Miró
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Tengo en las manos el eco de tu cuerpo Como guarda mi oído la forma de tu voz Y la rosa y la estrella se confunden en mi alma Y la flor se hace llama y la luz se hace flor. Tengo en las manos el eco de tu cuerpo Que en silencio florece con un nuevo color; Y al fondo de mis ojos tus ojos que me llaman... |
De Mario Romero
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La mujer que gira en la pista del circo, asida de los cabellos, pendiente de una soga, es una flor en cuyo vértigo los pensamientos desaparecen. La mujer que gira no existe mientras gira como las aspas del cielo claro en la carpa un poco sucia por el sol, el aroma la distingue... |
De Claribel Alegría
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No te pierdas, Teseo vuelve a mí. La playa está desierta tengo los pies sangrientos de correr en tu busca ¿será que me engañaste dejándome dormida en esta isla? Perdóname, Teseo ¿Recuerdas nuestro encuentro? amor eterno me juraste y yo te di el ovillo y volviste a la luz después de haber destruido al minotauro... |
De Walmir Ayala
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Mi muerte son las cosas y no poder asirlas, la materia que existe y resiste a mi suerte, como las estrellas. Mi muerte es la mañana que se extiende clarísima sin temor, y este amor de mi desesperanza sola, como un clamor. Mi muerte es esta voz que la garganta ansía y no cabe, entera cabe en estos ojos míos que la lágrima incendia... |
De Horacio Esteban Ratti
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Muchas veces ahora día a día escucho mi cansancio. Los olvidos regresan otro viento a orillas despobladas. Por ingenuas canciones mansos peces y felices secretos. Decir amor no es todo ni ternura solamente la tarde. Una dulce tristeza y el recuerdo como ángel cansado... |
De Pablo Neruda
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Esta mujer cabe en mis manos. Es blanca y rubia, y en mis manos la llevaría como a una cesta de magnolias. Esta mujer cabe en mis ojos. La envuelven mis miradas, mis miradas que nada ven cuando la envuelven. Esta mujer cabe en mis deseos. Desnuda está bajo la anhelante llamarada de mi vida... |
De Julia de Burgos
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Para hallarte esta noche las pupilas distantes, he dominado cielos, altamares, y prados. He deshecho el sollozo de los ecos perdidos... tengo el hondo infinito jugando entre mis manos. Siénteme la sonrisa. Es el último sueño de una espiga del alba que se unió a mi reclamo... |
De Esther de Cáceres
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Por los ríos de mi sangre y el secreto de mis huesos voy buscándote. ¡Qué silencio tan distante tienen tu sangre y tus huesos! No sabes cómo te busco, y en taladrado misterio lloran mi sangre y mis huesos. En los ríos de otra sangre, en silencio de otros huesos, sé que se encuentran y se aman... |
De Santiago Castelo
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El mar, el mar de tanto recordarte se ha aprendido tu nombre en cada ola; por él tengo la pena menos sola y la vaga esperanza de llamarte. El mar tiene esa gracia adolescente de evocar tu mirada y tu sonrisa. ¡Si vieras cómo pinta en cada brisa el filo de tu labio!... |
De Eunice Odio
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Óyeme esta canción que en mí te nombra carne para la fruta necesaria. Cuando la soledad bajo tu nombre oída y apretada, Cuando yo era como niño enterrado a quien llaman por su nombre pasado, y responde, y no se oye en sí mismo; Y mi mano en el fondo, confundida, tenía ya atisbo, llave, forma mía... |
De Concha Méndez
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Sobre la blanca almohada, más allá del deseo, sobre la blanca noche, sobre el blanco silencio, sobre nosotros mismos, las almas en su encuentro. Sobre mi frente erguido el exacto momento, dices que en una sombra vives en mi recuerdo. Síntesis de las horas. Tú y yo en movimiento luchando vida a vida, gozando cuerpo a cuerpo... |
De Juan Liscano
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Detrás de la máscara de rey de las piraterías está el espejo y también está detrás de la máscara del seductor que añeja su adolescencia y tras de las abigarradas máscaras rutinariaslas del héroe la víctima el estoico el justo Entonces aparece a la intemperie la seca reflexión de su cara... |
De Gerardo Diego
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Déjame acariciarte lentamente, déjame lentamente comprobarte, ver que eres de verdad, un continuarte de ti misma a ti misma extensamente. Onda tras onda irradian de tu frente y mansamente, apenas sin rizarte, rompen sus diez espumas al besarte de tus pies en la playa adolescente... |
De Nidia di Giorgio
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Hoy es el cumpleaños de Marosa. Con mamá compartimos una pequeña habitación. Las tres nos desplazamos levemente entre aquella brisa que sólo agita la cabellera de Marosa ondeándola como si fuera de agua. Mamá dice: Me agradaría compartir un cumpleaños. Nos miramos un poco asombradas... |
De Nidia di Giorgio
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Y Marosa se iba en la proa de un tren, la roja cabellera, la polera rosa, sobre los hombros el oscuro tapado, mirando hacia nosotros no mirando, con su sonrisa de Monna Lisa, tal si partiera, tal si viajara a esa ignota comunidad de la poesía. Como volando se fue, partió... |
De Claribel Alegría
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Te invento en el jardín invento que me hablas que me llamas y en realidad me hablas y a veces no comprendo lo que dices y me asombro de ti de tu misterio y finjo que comprendo para que no te alejes Día a día te invento... |
De Manuel Amaya Zulueta
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Atravesaste la cadena de humo de la noche, traías caracoles en la piel y negaste: Es una espiral o es un túnel . Y luego los abrazos a la luz del extraviado suelo, a la sombra de lo otro, de lo que no éramos ni tú ni yo. La noche presentaba su pecina quemada y su cromo de niña... |
De Dulce María Loynaz
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Un amor indeciso se ha acercado a mi puerta... Y no pasa; y se queda frente a la puerta abierta. Yo le digo al amor: ¿Que te trae a mi casa? Y el amor no responde, no saluda, no pasa... Es un amor pequeño que perdió su camino: Venía ya la noche... Y con la noche vino. ¡Qué amor tan pequeñito para andar con la sombra!... |
De Esther de Cáceres
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Vendrás en la hora de alma y seda, despierta Y libre tu cara, desnuda tu canción Sin espumas ni nieblas. Y estaré amándote. Vendrás en la noche sola y fragante Cuando el aire nos ata y el agua se nos acerca Tan temblorosa como tú y yo. Y estaré amándote. Vendrás en los inmortales días, Para hacer juntos Tú y yo... |
De Nidia di Giorgio
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Esqueletos. Espantapájaros. Espanta pájaros. Sacuden brazos ahuyentan liebres, lunas. Se vuelca el sol como una yema. Quema el aire en hoguera despiadada. Cruza un alto caballo hirsuto. A cuestas el arado. Abre surcos, a cada lado uno. Papá mira el cielo. Es hora, es hora, mañana habrá siembra... |