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Tus ojos serán de pronto los ojos del dios mismo...

Tus ojos serán de pronto los ojos del dios mismo, inmensos, abiertos en plena llamarada, inapelables. Detrás de tu ternura tan contigua veré asomar su divino despotismo, tú estarás escuchándome en el tiempo pero él en tu otra orilla hará a un lado con airosa mano mis palabras. No quieras intentar, tú la fraterna, tú la toda-humana, ocultar a los ojos del dios en qué te falto, todo lo hará allá visible el fulgor de su espada deslumbrante en cuyo filo él establece la balanza. No nos permitirá ignorar si pudo mi metal ser un platillo puro y si supe encontrar el denso núcleo donde pesas entera, y él mismo se hará tú para ser contigo pesado en mi pesada. No atenúes tus ojos en los que el dios me mira, eres su presa, ha hecho de ti su invencible exigencia. Tengo que desnudarme porque tú resplandeces. Y porque eres de carne enumerar mi hueso, y porque una yugular de amor te tiene viva tengo que resistir al enigma inhumano, cuando el abismo en el rostro del dios sonríe, y no temblar cuando me fuerce a proclamar mi pertenencia al linaje huracanado de la dicha, y recibir en pie de su tizón el goce que borra mis refugios.



6 de la serie: Algunas piedras de un collar del dios


TOMÁS SEGOVIA




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