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León

Yo vivía en una casa grande junto a la iglesia de San Francisco
que tenía una leyenda en el zaguán que decía
                                                    AVE MARIA
y rojos corredores de ladrillos de barro,
viejas tejas rojas,
                             y ventanas de rejas ensarradas,
y un gran patio angustioso en las tardes sin aire
con un alcaraván triste que cantaba las horas,
y una tía blanca en el patio rezando el rosario.
En las tardes se oía aquel toque del Ángelus
                 (“El Ángel del Señor anunció a María…”),
la mano de una niña lejana tocando una nota de piano,
                y el clarín de un cuartel.
De noche una enorme luna roja subía del Calvario.
Me contaban cuentos de ánimas y aparecidos.
                                A media noche
la sombra del general Arechavala cabalgaba por las calles.
Y el ruido de una puerta que se cierra… Un coche negro…
Una carreta vacía corriendo, traqueteando, por la Calle Real.
Y después todos los gallos del vecindario cantando,
y el canto del alcaraván,
y mi tía que salía cada día a su misa de 4
con las campanas repicando en San Francisco,
                 repicando
en el Calvario
                                  y en el Hospicio de San Juan
y las pichingas de los lecheros chocando en el empedrado
y un panadero golpeando en un zaguán
y gritando
                              EL PAN
                                                                 EL PAN


ERNESTO CARDENAL




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