Como raíces callejeras que levantan las piedras o brazos desde adentro que rompen una baldosa casi triste o ramajes del abajo oscurecido que con uña avanzando pueden agrietar las sustancias del cemento: de éste y no de otro modo rutinario que se afirma entre silencios...
Colgadas de cualquier frágil almanaque las arañas se descalzan y empiezan a tejer las pálidas camisas que sudaré mañana. Y en el piso de una apartadísima caverna las cucarachas mezclan sombras con el estiércol de dientudos pájaros: ellas me preguntarán mañana por qué estamos aquí...
Aquel perro se burla de nuestros dramáticos ladridos Aquel pájaro no puede traducir lo que silbamos Aquella lombriz desprecia la oscuridad de nuestra ánima Aquel delfín no tolera nuestros desafinados cánticos Aquel tigre no admite nuestras caricias brutales y solas Aquella abeja no comprende por qué decapitamos margaritas y rosas...
Eres como el amor: naces de la destrucción que tu ausencia ha provocado. Mencioné tu nombre muchas veces, y muchas veces hablé de ti largamente con los pájaros. Siempre anduve cerca de aquellos caminos por donde iba tu voz, sin encontrarte; y siempre dispuse de seguras señales...
No yo no soy el escriba ni el pintor
yo no soy el que manda en las palabras.
Mi nombre no fue encerrado en tinta mortal
mi nombre nunca fue borrado de la piedra.
Ni el nombre de mi madre
con su pubis de barro
ni el nombre de mi padre
con sus venas colgando debajo del sol.
No soy el escriba
que ensudoró sus nalgas:
yo no puse en las fibras aplastadas
las oraciones secretas
ni los humosos cánticos
ni las cifras erróneas del trigo...
Eres perfecto en el interior
de tu apartado corazón:
en él estuvo desde el inicio
la acostumbrada carne
en él se reúnen todavía
la piedra y la sombra
en él continúa asentándose
tu muerte de ayer.
Mientras la misma barca conducida
por cambiantes remeros
como un camello del agua traspasa
las venas del Nilo celeste
y abre los arenales donde aúlla
el hambriento escorpión
y el lagarto recoge sus patas calcinadas...
"Si miramos el desierto
como un cuero de camello
aplastado por la luz
no podremos ver cada partícula
que a cada instante abandona
su grano de arena.
Y el polvo así formándose
con quemados elementos de planetas
de veloces deyecciones
y de tronchadas médulas
llegará sin fatiga
a tocar las garras
de la más inmóvil dueña del miedo."
No: yo jamás escribí ni pinté
el discurso de ningún viajero...
La mujer enviejada se mueve
adentro de su túnica y sus paños pintados
con el color de la luz
que está detrás de la luz.
Dos manos se desprenden de la imagen
que los vapores del fulgente aire
multiplican y deshacen.
Y los dedos estiran sus uñas coagulosas
hasta el impuro blancor
de la gallina que alguien ofrece
a aquella madre destetada
con los ademanes del cansancio inaugural.
Y las uñas son empujadas
por la sangre mugrosa de otras carnes
que ya conocieron el suplicio...
Hijo mío:
cada día es todo más difícil y oscuro.
Quién sabe si mañana
tocaremos el mar con estos dedos
si podremos sentir
el olor de la hierba que nace
si veremos la sombra
que las hojas dejan caer en el suelo.
Debes por lo tanto
cuidar de las enormes maravillas del mundo:
los elementos secretos
que forman tus horas
los peces rojos que te siguen
hasta el agua profunda del sueño
las gotas de lluvia
saltando en el polvo...
El opaco olor de la recámara
cocinándose en polvos corporales:
en calcetines desorbitados más allá del sótano
caído debajo de las camas:
en cobijas tronchadas a cuchillazo de insecto:
en zapatillas deslenguándose:
en faldas contaminadas por viejos almuerzos:
en espejos olientes a carnes desgonzadas.
Y la fría fetidez del cuarto de aseo
su silla de mármoles enverdecidos
sus palanganas minerales
su pila lustral de plástico rajado
sus orinales de burbujas malignas
sus cepillos de podrida calvicie...
Aquello sucedió rápidamente.
Tan de pronto ocurrió
que no hubo tiempo
de cerrar los ojos
de mirar
de tener miedo.
Quedaron manos detenidas
en actos de amor
de piedad de furia
los gritos fueron
rígidas flechas absorbidas
por el viento
el sol un diente helado
comiéndonos los nervios
la noche una distancia
claramente presentida
los amantes estatuas
abrazadas a lo eterno...
Una muchacha arroja sus lágrimas
a través de los nervios negros
del teléfono.
¿Dónde ha nacido
el origen de esas aguas
desesperadas que manchan
la acidez de la sal?
Una muchacha simplemente
expulsa respiraciones floraciones
dulces mocos
y oxígenos oxidados.
Hay palabras sin alcohol
en la oreja derecha
de su nuevo corazón:
esas palabras
son casi las mismas
que usa cualquier distancia de aire...
La silla blanca con sus huesos
descansa en el jardín.
Los pinares se encienden
cerca de otras playas.
Ningún árbol camina
hasta las raíces de aquí.
Una mujer y un hombre
con cada pie traspasan
el asfalto las piedras
y tocan un terregal
de costras coaguladas.
La tenue violencia
de aquel colibrí
alimentándose
de la breve flor que lo sostiene...
Cuando regrese a la casa que habitó tu hermosura,
antes que yo mis castigados pies querrán llegar,
y peinaré los cabellos no segados por el tiempo
y quitaré de mis ropas las lluvias que el viento secó.
Las mismas letras formarán el nombre de esta calle,
y una llave distinta abrirá la misma oscura puerta,
y débiles sombras gritarán en los rincones
al sentirse asesinadas por un llanto de luz...
Mira si puedes mirar en estos ahoras de ceniza
cómo caen piedra abajo
los ojos sólo polvo
de una estatua innominada.
Esos ojos con la forma de un astro descubierto
entre los relámpagos que lo obligan a morir.
Esos ojos
que caen como pozos volanderos debajo de las losas
bermejas de cualquier jardín.
Esos ojos desparpadeantes
como abejas que vomitan en medio
de los estambres y lenguas de alguna flor
que deben fecundar...
Mira si puedes mirar en estos ahoras de ceniza
cómo caen piedra abajo
los ojos sólo polvo
de una estatua innominada.
Esos ojos con la forma de un astro descubierto
entre los relámpagos que lo obligan a morir.
Esos ojos
que caen como pozos volanderos debajo de las losas
bermejas de cualquier jardín.
Esos ojos desparpadeantes
como abejas que vomitan en medio
de los estambres y lenguas de alguna flor
que deben fecundar.
Yo soy otra vez el escriba de pie
con un corazón que empieza a herrumbrarse
por decisión de los dioses inalcanzables.
Escribo así y aquí para simplemente tozudamente
respirar en la memoria de algunos otros
pues en este pincel o cálamo o lápiz están
las crónicas las tachaduras los gestos los silencios
las soledades los trazos las dudas los cánticos
de todos los escribas de pie que ya han sido
de todos los que son de los que quizá
resuelvan su intención de nacer...
Ayer estuvimos
entre las muelas rojas de la araña.
Hoy besamos con ancianos labios
un fulgor de ceniza que antes fue
¿cuándo aquí o dónde allá?
un cuerpo carnal respirando desde el hueso.
¿Por qué aceptar las ácidas espumas
que nos queman?
¿Por qué renunciar al tránsito sin fuego
de tu imagen?
¿Por qué sin que nadie diera aviso
apareces así en medio de un silencio
de derrumbadas sábanas?
Hoy estamos
en la panza de la araña...
Voces llaman voces.
Un pueblo de nombres
se levanta.
Cada rosa consume
sus pétalos terrestres.
Un gato polvoriento
retira espinas de su piel.
El agua se disuelve
entre baldosas rojas.
Una araña prepara
su cocina traslúcida.
Hojas como cuchillos rotos
son segadas por el sol.
Un cielo sin sombras
navega en cualquier parte...
Erótica mía:
escribiré en tu espalda
con un trazo de dientes
una sola historia:
no puedo mirarte
sin sangre en los ojos
no puedo amarte
fuera del incendio.
Besar es oficio
que a veces nos pierde
en bocas de bestias oscuras
en grietas dolorosas
que el sudor ilumina.
Erótica mía:
tendremos silencio en estas palabras...
En la caja de papel
hemos puesto
las palabras de cobre.
La mesa tomada de la sustancia
ciega del laurel o del cedro
está simplemente debajo
del ligero cofre que ahora balbucea
como un pulmón de hombre cotidiano.
Debajo de las patas sin uñas
que contienen la dirección
de los rumbos primordiales
están los rectangulares pétalos
de pino oscurecido...
Gran Cambalache, corazón, mirá
no mirés para atrás
ni pal costado,
el futuro ya no está
el porvenir de todos lo han hipotecado,
o por ahí quedó es un billete de muerta lotería.
Y el tiempo nuestro se nos va,
y ya se fue
como un gorrión en la neblina.
Mirá si es que podés,
mirá de a poco cada vez,
porque los ojos no quieren ser ya más
testigo fiel de la crueldad
que el mal humano humano inventa...
El hombre se acuesta
con sus mudas palabras
trepándole por la boca.
Hay miedo en esas palabras
miedo en esa lengua
miedo en la espalda enterrándose
entre las vaciedades de la sábana
miedo en el cuerpo que no encuentra
ahora la suave sombra carnal
que lo sustente
miedo en los relojes
que se gastan...
Un duro pedazo de silencio
cae sobre la banqueta indefensa:
trozos fragmentos partículas mínimas galaxias
lastiman la partida raíz de las jacarandas:
hienden la piel de lejanos eucaliptos
buscan en las breves tierras
su primera ánima mineral.
Las musas ya pasaron por aquí
tal llevándose la anterior verbalería
en la que estuvo el pedazo de silencio
que sería nombrado en este después:
y así el momento presente
retrocede para que el momento futuro..
Hasta el fondo de tu calle de este oscuro septiembre llegan chillidos de gorriones tardíos puntos de polvo de inmedibles torres despedazadas y un silencio de incompleta primavera. ¿Qué pasos qué caminares de qué pies casi extranjeros se mueven debajo de tantas sustancias que las jornadas humanas entremezclan?...
La Madre Tierra es madre de sí misma.
Grita cada día de estos tiempos porque sus hijos humanos y animales sufren.
La Madre Tierra grita porque crecen los desiertos.
El agua es barro y las rosas tal vez dejen de existir.
La Madre Tierra ya no grita en silencio pues hay bocas que se unen con su oscuro canto:
todo viene de la luz y el fuego,
La Madre Tierra busca en su vientre los huesos de los muertos...
Es inútil el peso de la piedra
—¿de una piedra
de todas las piedras?
Porque la piedra quiere pesar
tal vez:
Y eso pues a pesar de su peso
y contra las pesanteces
que entre polvo suciedad
metales óxidos fósiles bacterias secas
la oprimen y la envuelven:
así convirtiéndola en la piedra
—¿una piedra
todas las piedras?—
que debe quedar agarrada
a su propia dimensión
en sí misma...
¿Cada voz que llega a la punta de tus dedos:
trae ronqueras de fiebre
transporta rasguidos chillidos chasquidos
abriéndose un rumbo casual
entre gargantas de celo y agonía?
¿Es la voz de aquella niña
con su sombrero de fibras azules
con sus camisas de pálida transparencia
con sus cabellos liberados
para que los aires entreguen
su frescor a este mundo?
¿Esa voz es la voz
que la misma niña envía
hacia la mujer que crecerá en sus cuerpos...
¿Quién es ese otro perro
que ladra
en un dialecto que nadie conoce?
¿Por qué debe echar
en los aires chirriantes
de cualquier ciudad
grito a grito los coágulos
de la última voz
de la última tribu?
¿Para qué están de pronto
detenidos los que escuchan?
¿Hacia dónde viajan o huyen
los que dicen que pueden comprender?
¿Para qué hay hombres
que levantan látigos y cuchillos
y abren oscuras campanas?...
Sobre estas piedras
tomadas de cualquier calle
habrán de abrirse
los pasos extranjeros.
En cada suela de estos
esos aquellos pies
se acumulan sedimentos
de toses perdidas
y babas de gorriones enfermos
y lágrimas de caracoles condenados
y las migajas de un rostro
que no podremos contemplar
bajo ninguna lluvia.
Sobre cada pedazo de polvo
asentándose en estas piedras
daremos fundamento
a las letras y signos
y fechas y números que serán
la resta y la suma
de un silencio de dientes marchitos...
El viento salta
desde los más lejanos
verdores de la ceiba:
rompe las confusiones
de la luz:
destruye el perfecto temblor
de un vuelo transparente.
De espaldas en la alberca
la libélula
no puede gritar
los colores de su muerte:
sus quietos dientes
aún se ocupan
de un hígado de mariposa
de una leve víscera de cínife
de los muslos de un gusano
macerados por el sol...
Entre burbujas agotadas:
entre plumas de caballos muy tristes:
entre láminas calcinándose y cayendo
sobre un techo universal
de sangre pobre:
entre palomas que se ahogan
en una atmósfera encadenada:
entre figuraciones de ceniza
y ropas nuevas:
entre el hipo de las fuentes
que levantan sus podridas espumas:
entre espadas carcomidas
por una lluvia verde:
entre el resplandor de las enormes galaxias
que absorben nuestra luz de hoy...
Detrás de los vidrios lastimados
por sudores de insectos
y la cagazón de suspiros y derrotas
y el previsible olvido
está la lluvia.
La lluvia disuelve carreteras de polvos volanderos
mete aquí sus uñas fabricadas por el frío
escupe sus lenguas de dragón moribundo
arrastra sus sandalias de papel en trituración
balbucea por los caños burbujas babeantes
expulsa orines y alimentos masacrados
perturba el idioma de los teléfonos
interrumpe colores luces nieblas siluetas
mezcla y entreteje sus gotas sus goterones...
En estas calles ya no hay visitas de asesinos:
solamente aquella sangre que sin apuro envejece.
Dedos de gatos reverdecidos estallan
contra las duras telas de una acacia o jacaranda.
Y plumas estériles saltan de la estrechez de cada hueco.
Una boca mira la falta de sombra de este cuerpo solo.
Otra boca o la misma sin ser ya igual para más nunca
muestra el envés de su nutriente saliva:
porque allí hay quizá móviles palabras
pulsiones de espuma océanos nacientes
charcos donde el fantasma de un tiburón
jamás encontrará sus dientes perdidos.
Y una boca de la otra boca habrá de ser vulnerada
por el olor de un extrañísimo objeto llamado taza blanca...
Como un látigo naufragando en el sudor de las bestias
Así encuentran su corazón
Los hombres gordos:
Deforme engañado repleto de fichas y píldoras
Insomnios y precios
Con lágrimas que no saltan de la sangre
Con el deseo enterrado en la grasa
Con el latido separado del recuerdo.
Así encuentran su corazón:
Como una hilacha impura de pronto...
Todavía en Medellín / el cielo reconstruye / sus hojas
de espuma / sus fibras de agua verde. / Al cielo agregan/ los ladrillos bermejos / las torres coloradas / las tejas de
sustancia enrojecida/ el óxido de la sangre cotidiana / el
púrpura enredándose / en las lluvias que se mezclan / con
un aire de violento metal. / En ese cielo menos alto / que
la noche / polvo de aviones triturados abrazándose / cenizas
de ropas y uñas guitarreras...
Morirán tres pollos mañana
tres hijos de una gallina
tal vez inmortal.
Sus alas de dedos disueltos
estarán en tu plato
y las salsas que ensabrosen
sus muslos no serán
los sémenes del emplumado amor.
Sus pechugas partidas
no darán raíz
a un brevísimo corazón
y sus tripas despreciadas
entrarán en los ciclos
de quién sabe qué vísceras...
Viejas neblinas se mezclan
con las frías polvaredas del invierno inicial.
Cuál es o dónde está el origen
de esas aguas que tenuemente
introducen lenguas de invisible pavor:
hilachas hebras hiladas nervaduras médulas
salidas de la panza de la bestia universal.
Habrá zapatos que deshagan esas nieblas
salivazos de fiebre
toses coagulantes
infantas desfibradas...
Viejas neblinas se mezclan
con las frías polvaredas del invierno inicial.
Cuál es o dónde está el origen
de esas aguas que tenuemente
introducen lenguas de invisible pavor:
hilachas hebras hiladas nervaduras médulas
salidas de la panza de la bestia universal.
Habrá zapatos que deshagan esas nieblas
salivazos de fiebre
toses coagulantes
infantas desfibradas...
Es este el mar que tus ojos de ayer ya no contemplan
Y aquella es la luz que tus ojos no verán
Venir hacia ti con sus impalpables escamas
De oros populares y de lúcida sangre.
No es este el aire del Sur que transita tus pulmones
Cerrados a veces como una voz que no quería cantar.
Tampoco son las lluvias castigando con uña congelada
La esplendente madera de esa casa tan rígida
Que tu cuerpo inaugura.
Ni son las espumas barrosas del río cercano a tu infancia...
No hay lugar en donde el aire
ponga sus raíces:
no hay sitio adonde el dolor
de cualquier estómago establezca
un poderío sin fin:
no hay marcas en tierra alguna
adonde no deje su temblor
el viejo gritar de las galaxias:
no hay región adonde toda sombra
pueda esconder
su oscuridad sin término...
Cabalgaron tus voces por las calles
que el barro con sus lluvias contamina:
tropezaron ésas tus voces con pequeños
astros cancerosos que huelen
a muladar a cochinero a porquería:
se alzaron algunas de tus voces
como estatuas indecisas entre
soltarse de su mármol o penetrarse
más en su cerrado abismo...
Aquí hay una palabra
deshabitándose de sí:
cinco vocales que fulguran
quince consonantes
entre la madera sagrada
y el agua
siete vocales invencibles
trece consonantes
entre el fuego y el frío.
Aquí hay una esa tal palabra
desigualándose de sí
nutrida de astros
sonora como una lágrima
en un aire mudo
aplastada como un grito
en el humo de la guerra
apretada como una mano
entre monedas tristes...
Teotihuacan: en tus nubosos
lugares sin sombra
el pie vamos poniendo
sobre cada figura
de otros pies transfigurados.
Borrosos de luz
seca y quemante
ruedan los rodillos que portaron
pesados colores
apretados átomos de sol ilevantable.
Crujientes bajo metálicas
luces lunares
las palancas del sudor
se desplazan
entre hierbas disueltas
y trébol que renace...
Usted tú vos señora señoría
señorita vuesa merced doncella
sacerdotisa actriz astronauta
viuda virgen profesionista amadora
amante sirvienta sibila emperatriz
mendiga moza del partido campesina
cocinera poeta suripanta:
cada día de cada noche
he visto
cómo las lluvias
de esta desplomada ciudad
ensucian también
todo su llanto
suyo de usted...
Ya no puedo volver
¿cuál es mi patria?
Me han pedido
que descanse el corazón
que resucite
la insistencia lograda
tenazmente
que reitere mi atención
por el perfume
de las pálidas estrellas imprevistas.
En el principio de las huellas
allá lejos permanecen
un símbolo enfermo
y una gastada bandera
sosteniéndose...
El día es nuestro Señor:
han llegado
el reposo de la espada
la quietud de la flecha
la inocencia del misil
el frío de los fusiles
el crujido de la ceniza
el cansancio
de todas las banderas.
Señor
es nuestro el día:
en la sangre mezclada
de mujeres y gallinas
de infantas y muñecas
de hombres y caballos...
Estas palabras así tan otras
empiezan con un perro.
Nuevas y ya contaminadas
palabras que traen entre hilos
y fibras de silencio
el pedazo envejecido
de este solo perro.
Porque todo animal toda
pulsación de mugre o de energía
todo pétalo todo océano
toda mínima mancha de materia
en su momento de arder o morir
o estallar súbitamente también envejece.
Y la edad de cada muerte es medida
por las velocidades de la sombra
al traspasar sustancias huecas
y carnes sin dolor...
Hay olor a personas hambrientas
adentro de este perro.
Adentro de los estómagos
de ese perro que vuela perdido
se ladra y se babea una persona hambrienta.
Y unas muelas
con agudos apetitos y con ganas de morderse
y golpearse y machacarse
se mueven adentro de las oscuras
encías de aquel perro.
Y el perro casi el mismo como el perro aquelotro
dibuja una corta meada sin espuma
y con aromas a persona encerrándose
entre cueros caninos y humanas pelambreras...
Están allí
pueden ser vistas o imaginadas
fuera de sus caminos o rumbos
o carreteras o calles habituales
o montañas o playas.
Están allí
con sus millones de décadas
atrapadas en moléculas que giran
en su propio vacío:
hecho con la nada de incontables vacíos
de innumerables universos fracasados...
¿Quién se pondrá la ropa rajada de los muertos?
¿Quién meterá sus carnales andaduras
en lo adentro de tanto zapatal descaminado?
¿Quién fijará su sombra cotidiana:
ese negro fulgor de fatiga y de insomnio
en las baldosas encenizadas de Plaza de Mayo?
¿Quién preguntará por el dueño del sudor
de aquella camisa desfondada?...
¿Has visto esos cueros de cristal
que abrazan el cuerpo de las calles
que tactan la raigambre de las jacarandas
que absorben jugos de perros
que borran andares de babosas
que no se quiebran
azotados por la ceniza del sol?
¿Has visto la sombra
de las corambres aferradas
a un cielo que no puede alzarse
sometido por el humo grasoso
de carruajes extraviados...
Aquello sucedió rápidamente.
Tan de pronto ocurrió
que no hubo tiempo
de cerrar los ojos
de mirar
de tener miedo.
Quedaron manos detenidas
en actos de amor
de piedad de furia
los gritos fueron
rígidas flechas absorbidas
por el viento
el sol un diente helado
comiéndonos los nervios
la noche una distancia
claramente presentida
los amantes estatuas
abrazadas a lo eterno...
Regresan las musas de sus viajes profundos:
en el rostro estallan mínimas arrugas y lunares.
Las pieles de cada mano retienen
el sabor de contactos súbitamente lejanos
el calor del pan tejido con harinas extrañas
el olor de otras manos que de golpe envejecieron.
Regresan las musas como estandartes
lastimados por la guerra
porque una especie de destino
las aleja de todos los lugares
las aparta de una oscura quietud
de un esperado reencuentro...
El hombre respira
con su pecho de alambre:
arterias de cobre como fuego joven
venas de fierro adelgazadas
por el oxígeno negro de la asfixia
tubos obturados por mantecas de sangre
espinas huecas con su mensaje de ácidos gases
pelos de acero oscurecidos por las flemas
filamentos rígidos como coágulos de esperma...
La piel de esta bestia posible
acumula deshojadas láminas
y un hálito herrumbrado
se apega a sus raíces.
Esta piel que cruje así
entre ínfimas tormentas de sal
viene quizá
desde las primeras respiraciones
de una larva enroscándose
en sutiles gelatinas.
Un animal de las aguas
gira otra vez sobre el eje
de su cuerpo incompleto...
De tu múltiple boca huyen las salivas negras
como buscando los cruentos olores
de cada orgasmo muerto.
No crezca en la fatiga de tu cráneo
ninguna memoria de muchachas cocinándose
en un sudor luminoso
que otros cuerpos encendieron.
Sí cada objeto de piedra de jugos de gases
de silencio de metal de vacío contiene
un punto oscurísimo que habrá de devorarlo...
Miramos sí otra vez todo lo mirado
todo lo que incluye un sabor
de sudores en rechazo:
todo lo que lleva un temblor
de sombras descompuestas:
todo lo que arrastra voces no preparadas
para nombrar la perfección
de tu cabal ausencia.
Miramos sí como quien camina
entre ciudades de árboles muertos...
En este mediodía del Sur
Después de un astro con una luna escarlata
El verano soltó sobre callejones y avenidas
Y estadios y grupos sencillos de árboles
Una súbita sequedad sin dar aviso.
Algún viento extraviado empujó
Desde un sitio cualquiera
Esas moléculas plumas escamas pieles cáscaras
Parecidas a una sutil suciedad
Que nadie ve...
En este mediodía del Sur
Después de un astro con una luna escarlata
El verano soltó sobre callejones y avenidas
Y estadios y grupos sencillos de árboles
Una súbita sequedad sin dar aviso.
Algún viento extraviado empujó
Desde un sitio cualquiera
Esas moléculas plumas escamas pieles cáscaras
Parecidas a una sutil suciedad
Que nadie ve...
Hace tiempo sabíamos reír
en una edad sin sombras
apretados
bajo el olor incandescente del cielo.
No fue en el paraíso
donde nuestros labios
aprendieron a moverse
ni hubo magos legendarios
que sacaran de su corazón
aquel sonido.
Pero reíamos
y el mundo cambiaba
en un milímetro a la redonda
totalmente...
La mano que ahora contemplamos
se pierde entre sus dedos
tan enhuesados sí
de propias suciedades
y escamas desprendiéndose.
Se pierde se espirala se ensimisma
se busca al recorrer
con dedos imparables
una esfera de barro imperfecto:
ah la carne cotidiana metida en sus movidos
y frágiles pellejos
pasando y repasando
las sustancias sensuales de la tierra...
En estas calles hay plumas
deshojándose de gorriones antiguos
y un cauce polvoroso de lluvias desterradas.
Están ahí para el uso de tus pies
con su firme tendón enternecido:
para el apoyo a lo frágil de la hembredad
de toda tu sombra:
para el saltante sonido del eco
que tu boca evocada desata:
para el espacio de maderas verticales
donde la avidez de tu silencio se levanta.
En estas calles hay una danza tanguera
entre los aires intocables...
Esto no es un sueño:
las palabras saben
que esto no es un sueño.
Porque soñarse no es apalabrarse.
Porque la tinta del sueño
se prepara con punzantes sudores y desenterradas lágrimas.
Porque un sueño es el comienzo de algo
que en nosotros
ha sido contemplado a través de un líquido vivo
donde cada imagen futura
tuviera su origen
de sangre y de sal.
Porque las palabras no caben en el sueño
no es ése su sitio
de hablar: no cantan no explican no tienen silencio
ni gritos ni dolor. Esto no es ningún sueño...
El vino no se bebe
el vino se vive.
El vino es
el cielo del infierno.
El beso nace en la boca
la boca nace en el vino.
Vino de muchas jarras
hay en este vino.
El fuego del vino es oscuro
como el amor.
Sólo merece su vino
aquel que en el vino muere.
Ganarás el vino
con el chocar de tu copa...
Cansado en re menor
y sin sustancia:
circunstanciado de mí
entre palotes que un trágico niño
escribe en su cuaderno:
extremoso en frágiles cuidados
y en cuitas de insolente singladura:
caminado por adentro del zapato
que ayer nomás perdió
su ardiente suela:
respirado por un aire
de inmundicia
por toda calle voy como si fuera
el más solo guerrero
de estos pútridos sueños...
En el viaje hacia el hambre
en un fondo de sucias gelatinas
habrán de aparecer tus dientes muertos.
Allí quizás otra vez no crezcan
las sílabas multitudinarias
levantadas desde el barro
por las fuerzas verdes del sol.
Porque tus encías y el techo de tu boca envejecen
con distinta velocidad
que pelos y uñas usan para morir...
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