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listado de poemas en audio por primeros versos letra d

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841 poemas con la letra "d"

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Última postal a mi padre General Meneses de Vidaluz Meneses
Debiste haber cumplido años hoy y ya no estás, para tu bien. Guardo tus palabras y tu postrera ansiedad por mi destino, porque la historia no te permitió vislumbrar este momento, mucho menos comprenderlo. El juicio ya fue dado. te cuento que conservo para mí sola tu amor generoso. Tu mano ...
Debo también, oh creyentes… (El sueño de las escalinatas 6) de Jorge Zalamea
Debo también, oh creyentes, denunciar la estulticia, el abuso y el mito de las Vacas Sagradas que ambulan, torpes y lentas, por estas escalinatas. No son aquí —como la novilla alcanzada y penetrada por el dios— criaturas de belleza, vida y amor. Sino arilo vacío, matriz estéril, cesta...
Romance de las chapoleras de Jorge Robledo Ortiz
Decapitando rubíes En guillotina de nácar, Va la gentil chapolera Trepando por la montaña, Mientras asciende en los tallos Verticalmente la savia Para pintar los mortiños Y sazonar las naranjas. Diez y siete primaveras Enredadas en la falda. Ojos donde está jugando La noche con la alborada. ...
Sobre el derecho a enloquecer de Juan Calzadilla
Decía Pessoa que enloquecer es un derecho natural. Lo que no me parece natural es que el que enloquezca por derecho propio no llegue a estar consciente de su locura que pueda uso de tal derecho para recobrar la razón. Por eso, debemos estar siempre listos para enloquecer. ...
Manifiesto de Francisco Magaña
Decía que: en sus ojos el silencio es un pájaro abril de madrugada, la espera es la abolición del instante. Decía que: una palabra es la revelación del signo que jamás alcanzaremos a descifrar, la escritura es la tinta más endeble de su propia interrogante, la noche aparece ...
Futuro de Porfirio Barba Jacob
Decid cuando yo muera... (¡y el día esté lejano!): soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento, en el vital deliquio por siempre insaciado, era una llama al viento... Vagó, sensual y triste, por islas de su América; en un pinar de Honduras vigorizó el aliento; la tierra mexicana le dio su rebeldía, ...
Decid vosotras, oh hermanillas... de Jarchas mozárabes
Decid vosotras, oh hermanillas, ¿cómo refrenaré mi pesar? Sin el amado, ya no viviré, y volaré a buscarlo. * * * Gard vos, ay...
Decidme hermanos... de Liber Falco
Decidme hermanos en qué caminos y en qué tiempos, podré llamaros sin angustias y sin miedos, de pié en la tarde ya limpio y sin recelos, ya hermanos siempre sin ligazón de miedos.
Con el alma a media asta de Rafael Mendoza
Decido No volver a llorar Pues ya no puedo. Propongo No volver a reír Pues no me sirve Deploro No poder ya gritar Pues no hay oídos. Lamento No llegar a morir Porque estoy muerto. Selección: André Cruchaga
Decimos lo que decimos... (Poesía Vertical XIII - 73) de Roberto Juarroz
Decimos lo que decimos para que la muerte no tenga la última palabra. ¿Pero tendrá la muerte el último silencio? Hay que decir también el silencio.
Decimos: no hay paz de José Ramón Medina
Decimos: no hay paz, no hay descanso para estas pobres manos, para estos pies con prisa, para este pecho solo. Y tú callas, solemne, en tu grandeza. Decimos: estas horas suenan a tiempo muerto, las hojas del verano recuerdan la tristeza, y no hay un césped nuevo para echarnos...
Las letras de tu nombre de Giovanna Pollarolo
Decir quotlas letras de tu nombre no me dejan ver no me dejan verme puede parecer una metáfora útil para empezar un poema una frase que anuncie con dudosa belleza algo así como: quotpor pensar en ti camino a tientas . O quotsin ti no puedo vivir, no sé quién soy, no sé qué hacer . No. Decir ...
Para esta hora de Ramón Irigoyen
Decir adiós, cuando uno aún no es viejo, es como oler un perfume de hierbas por la mañana, antes de ir al trabajo. El baño se convierte en una sierra anticipadamente fatigada. El frasco de perfume es el emblema de la montaña con tufillo a tinta y en el espejo aletea un nardo con las alas ...
La sed insaciable de José Angel Buesa
Decir adiós... La vida es eso. Y yo te digo adiós, y sigo... Volver a amar es el castigo de los que amaron con exceso. Amar y amar toda la vida y arder en esa llama. Y no saber por qué se ama... Y no saber por qué se olvida... Coger las rosas una a una beber un vino y otro vino, y andar y andar ...
decir ahí es una flor difícil... de Eduardo Milán
decir ahí es una flor difícil decir ahí es pintar todo de pájaro decir ahí es estar atraído por la palabra áspera cardo y por el cardenal cardenal decir ahí es decir todo de nuevo y empezar por el caballo: el caballo está solo ahora está solo no hay ahora oscuro no hay ahora de silencio ...
Decir ahí es una flor difícil... de Eduardo Milán
Decir ahí es una flor difícil decir ahí es pintar todo de pájaro decir ahí es estar atraído por la palabra áspera cardo y por el cardenal cardenal decir ahí es decir todo de nuevo y empezar por el caballo: el caballo está solo ahora está solo no hay ahora oscuro no hay ahora de silencio no hay ahora ...
Decir no... de Idea Vilariño
Decir no decir no atarme al mástil pero deseando que el viento lo voltee que la sirena suba y con los dientes corte...
As time goes by de Miguel D´Ors
Decir pestes de él tiene, sin duda, un sólido prestigio literario -tacharlo de asesino, por ejemplo, o compararlo con uno de esos ciclones con nombre de corista que pasan y que dejan en los telediarios un paisaje de grandes palmeras derrocadas y uralitas errantes, o simplemente lamentarlo ...
Pisos en Alquiler de Balbina Prior
Declaro haber vivido en miles: de patio interior, oscuro y de vida intensa; el del sexto sin ascensor lleno de goteras y fuertes vientos; del que nos echaron porque nos amábamos sin control ni reglas fijas; el que no escondía siquiera letrina; uno con demasiados recovecos y sin...
Caballo de Guernica (28) de Guillermo Pilía
Declina el mes se esfuma hacia el río el vapor de la ciudad . Llega otro invierno pródigo en vituallas en los esqueletos de las balandras penetra perfumada la corriente . Todas las cosas caen, se recogen, se almacenan ahora tengo otro nombre que yo inclusive ignoro . ...
Saludo austral de Marta Zabaleta
Dedicado a mi ex-alumno desaparecido Cesar Negrete Duerme la aurora en su parrón de viento suave la impenetrable danza de centenarias olas entre vaivenes de cajón y nicho grave Tejidos con tomillo y hierba buena, sus huesos corren, corre, corre, agoniza suave, ...
Si todo marcha bien de Juan Antillón
Dedicaré una sonrisa a las sombras en el sitio donde te conocí. No diré adiós a los amigos y nos encontrarás saboreando...
Atardecer de Néstor Martínez
Dedos de sol atraviesan la floresta, y con su toque mágico, cual Midas milagroso, la llena de tonalidades verdes, doradas y amarillas. Por el contorsionado camino regresa la vacada, dejando tras de sí una estela de oro... Agoniza la tarde entre el silencio de la campiña, vuelvo mis pasos, ...
Carnicera de Mónica Albizúrez Gil
dedos desgajando las penas de la infancia allí la carne viva la carne fresca y el cuchillo escarbando por fin el recuerdo
Defiende la línea de sus labios... de Muhya
Defiende la línea de sus labios de los que los desean, como se defiende la línea de la frontera de los atacantes; a una la defienden los sables y las lanza, a la otra la defienden la magia de la mirada. Selección: María de Jesús Rubiera Mata.
Religio Medici, 1643 de Jorge Luis Borges
Defiéndeme Señor. (El vocativo no implica a Nadie. Es sólo una palabra de este ejercicio que el desgano labra y que en la tarde del temor escribo.) Defiéndeme de mí. Ya lo dijeron Montaigne y Browne y un español que ignoro; algo me queda aún de todo ese oro que mis ojos...
Los malos despertares de Felipe Benítez Reyes
Defiéndete de ellas. De esas noches que merecen los turbios homenajes de la literatura, y que tú ves brillar en esa joya oscura --y banal que es siempre una metáfora. --Vosotras, noches furtivas, malas perras de arrabal. Las que perduran como emblema de juventud en la memoria ...
Mujer inconveniente de Thelma Nava
Definitivamente no, señora mía usted no es la mujer que conviene a su marido. Carece de imaginación utiliza el gastado lenguaje de las mujeres de nuestros abuelos. Alterna las visitas a los supermercados con las telenovelas y espera con la crema puesta la cuota semanaria del amor. ...
El amor eterno de Leopoldo Lugones
Deja caer las rosas y los días una vez más, segura de mi huerto. Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto, mejor perfuman cuando son tardías. Al deshojarse en tus melancolías, cuando parezca más desnudo y yero, ha de guardarse bajo su oro muerto las violetas más nobles ...
Dejares de Marlon Meza Teni
Deja los humores extraños del amor en paz porque con ellos yo me entiendo Deja la memoria de mis plazos en la jarra que escondió al recelo Déjame lo inviable y quédate conmigo junto a mis retrasos endebles Déjame encontrar tu beso disidente Deja convivir en mí, ...
Tres poemas de Luis Cardoza y Aragón
Deja los lirios, cielos, vanidades de la utilería de vaguedades. Gloria de la materia necesaria, ¡oh, absoluto unánime en un cuerpo: infinita pleamar en un segundo, vientre elemental, muslo concreto! 2 La realidad no tiene realidad la realidad es el deseo hace el deseo la realidad real la realidad ...
Poema imposible de Eduardo Cote Lamus
Deja por última vez que mi tacto te sepa porque quiero aprenderme tu cara de memoria, porque quiero iniciar un poema diciendo:
Atardecer de José Luis Cano
Deja que el amoroso pensamiento dé a tu frente un temblor de agua invadida, y deja que mi sombra, en la avenida, acaricie tu seno soñoliento. La tarde eres tú y yo, sin otro aliento ni otro paisaje que la mar dormida. La vida es tu silencio, la vencida caricia de tu flor sin movimiento. ...
A Erigone de Luis G. Urbina
Deja que llegue a ti, deja que ahonde como el minero en busca del tesoro, que en tu alma negra la virtud se esconde como en el seno de la tierra el oro. ¡Alma sombría, ayer inmaculada! Tu caída me asombra y me entristece. ¿Qué culpa ha de tener la nieve hollada si el paso del viajero la ennegrece? ...
A pesar de la sombra de Norma Segades Manias
Deja que me establezca en tu silencio. Afuera, las tinieblas liberan sus jaurías... el odio está acechando en los senderos con los hocicos fétidos de sus perras hambrientas. Puedo escuchar las zarpas de la noche deshilachando tréboles, diseminando dagas de ceniza ...
Ansias de Néstor Martínez
Deja que mis manos, sombra, no se extiendan inútil en la oscuridad, deja que acaricien tu rostro si tenerlo no puedo, si verlo no consigo, No esperes la madrugada para confundirte con la luz no me dejes resignado a esperar la noche para rogarte de nuevo. Acércate, sombra, ...
Deja tu comarca entre las fieras y los lirios... de Marosa di Giorgio
Deja tu comarca entre las fieras y los lirios. Y ven a mí esta noche oh, mi amado, monstruo de almíbar, novio de tulipán, asesino de hojas dulces. Así, aquella noche lo clamaba yo, de portal en portal, junto a la pared pálida como un hueso, todo llena de un miedo irisado...
La cuesta del asomante de Luis Llorens Torres
Deja, jibarita blanca, deja que el jíbaro cante y que a medianoche suba la Cuesta del Asomante. Deja que el jíbaro cante, que le cante a otro querer, y que subiendo la cuesta, lo coja el amanecer. Pa ca tas, pa ca tas, pa ca tas pa ca tas, pa ca tas, pa ca tas Arriba, caballo, ml caballo blanco, ...
El amor de los amores (III y IV) de Carolina Coronado
Dejaba apenas la inocente cuna cuando una hermosa noche en la pradera los juegos suspendí por ver la luna y en sus rayos te vi, la vez primera. Otra tarde después, cruzando el monte, vi venir la tormenta de repente, y por segunda vez, más vivamente alumbró tu mirada...
Dejad las hebras de oro ensortijado... de Francisco de Terrazas
Dejad las hebras de oro ensortijado que el ánima me tienen enlazada, y volved a la nieve no pisada lo blanco de esas rosas matizado. Dejad las perlas y el coral preciado de que esa boca está tan adornada; y al cielo, de quien sois tan envidiada, volved los soles que le habéis robado. La gracia ...
Dejad que a voces diga... de Francisco de Quevedo
Dejad que a voces diga el bien que pierdo, si con mi llanto a lástima os provoco; y permitidme hacer cosas de loco: que parezco muy mal amante y cuerdo. La red que rompo y la prisión que muerdo, y el tirano rigor que adoro y toco, para mostrar mi pena son muy poco, si por mi mal de lo que fui ...
Salvación de la palabra (1) de Carlos Bousoño
Dejad que la palabra haga su presa lóbrega, se encarnice en la horrenda miseria primaveral, hoce del destino, cual negra teología corrupta. Súbitas, algunas formas mortales, dentro del soplo de aire permanente e invicto. La palabra del hombre, honradamente...
Dejad de Fernando Gril
Dejad que los africanos vengan a mí que vengan que salten las vallas de alambre que se corten las manos que parezcan personas dejad que vengan a mí que los espero detrás del alambre con mi luminoso rifle para hacerlos eternos De: Revista de la Universidad de San Carlos de Guatemala ...
Regreso a Petavonium de Antonio Colinas
Dejadme dormir en esta ladera sobre las piedras del tiempo, las piedras de la sangre helada de mis antepasados: la piedra-musgo, la piedra-nieve, la piedra-lobo. Que mis ojos se cierren en el ocaso salvaje de los palomares en ruinas y de los encinares de hierro. ...
Naranjas y cipreses de Luis García Montero
Déjalo ya. Recorre este silencio de naranjas sin sol y cipreses sin luna. Ahora que la verdad y la mentira se alejan fatigadas en el humo amarillo de un desdén, tendrás que defenderte de los rencores y del patetismo. La muerte es un contable perdido en la inocencia de los números. ...
Sucesiva de Gerardo Diego
Déjame acariciarte lentamente, déjame lentamente comprobarte, ver que eres de verdad, un continuante de ti misma a ti misma extensamente. Onda tras onda irradian de tu frente y mansamente, apenas sin rizarte, rompen sus diez espumas al besarte de tus pies en la playa adolescente. ...
Sucesiva de Gerardo Diego
Déjame acariciarte lentamente, déjame lentamente comprobarte, ver que eres de verdad, un continuarte de ti misma a ti misma extensamente. Onda tras onda irradian de tu frente y mansamente, apenas sin rizarte, rompen sus diez espumas al besarte de tus pies en la playa...
Madrigal efusivo de Luis G. Urbina
Déjame amar tus claros ojos. Tienen lejanías sin fin, de mar y cielo, y sus fulgores apacibles vienen hasta mi corazón como un consuelo. Deja que con tus ojos, se iluminen mis viejas sombras y se vuelvan flores; deja que con tus ojos se fascinen, como aves de leyenda, mis dolores. ...
Ventanas de otros días (14) de John Freddy Galindo
Déjame bordar sobre esta piedra el tiempo no mires hacia adentro porque está mal jugar a los espejos No pretendas sus silencios ni el lenguaje del tambor que revienta mientras canta Afuera la luz es más oscura escucha cómo llueve sin morir el cielo Déjame jugar a ser el hombre ...
Poema de Luis Antonio Chávez
Déjame embelesarme de ti no vaya ser que se acelere mi corazón y tenga que refugiarme en ese tatú que edificaste con tu cuerpo...