Con mi palabra amarga de realidad y asombro
abrí los ejercicios de mi muerte,
llamé sus sombras a encarnar mi sombra
y en el tiempo del cuerpo y sus razones
hice este libro triste
para el tiempo.
Eché mi suerte a címbalos de vida.
Sustancias de mi carne me dieron ciencia cierta,
instrucciones sabrosas
el duelo del origen.
Ciega crucé los torbellinos fríos
los pies en laberintos de serpientes.
Aumentó mi saber
declinó mi esperanza.
En mi tierra de angustia
llamo a Dios por su nombre, sin blanduras,
y lo llora sin lágrimas mi canto.
Trabajo las memorias de la nada
y la raíz asciendo por la rosa.
Voy a buscar a Lázaro al sepulcro,
conjuro los amantes al abrazo,
restituyo la infancia a sus jardines.
Suelto mi cabellera a almohada oscura,
hago un niño de espuma para el viento,
y desciendo por tránsitos secretos
al puro cisne negro de la sombra
mirándose en un río sin mañana.
Ardió en amor el árbol de mi sangre
y ceremonias de intocados blancos
esparcen sus cenizas al futuro.
Devuelvo los solares a sus nombres
y me queda mi nombre por destino,
solo un nombre,
y un libro,
y una sola palabra
la indecible palabra de la melancolía.
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