A veces, en el silencio del pasillo, algo salta,
rompe alguien algún viejo nombre.
La mosca enloquecida cruza zumbando, ardiendo
lejos de la telaraña luminosa.
Esto es así, tan solo; pero tan lleno de sorpresas.
Caserón de fantasmas sin hijos, en l polvo
hace nuevas ventanas, nuevos muebles y danzas.
No, tú no lo conoces, tú no me has visto mucho las pupilas
y por eso te llenas de lágrimas. Escúchame:
mi casa no es fuga; está lejos siempre.
Por estas escaleras se sube hasta lo negro.
Uno se cansa de subirlas y jadeando se duerme
sin saben ni los días, ni la fiebre, ni el ruido inmenso
de la ciudad que hierve al fondo.
A veces, en el silencio del pasillo, alguien nace de pronto,
alguien que toca en la puerta sin número y que llama.
No, tú no has estado aquí jamás. Ni, tú no vengas.
Mi palabra es abrir, pero es que casi siempre
ando de viaje.
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