I. Muerte
Mírame aquí, de pie, sobre mi muerte,
ávida sombra de temblor nacida,
compacta soledad que me intimida,
carroña en flor que mi intuición advierte.
Mañana, sí, mañana estaré inerte.
Más hoy marcho de pámpanos vestida
al pagano festín que da la vida
por cortar los racimos de la suerte.
Nací para vivir. Para el dispendio.
Para salvar la rosa de la espina,
para aumentar con llamas el incendio,
para soñar la gloria que alucina.
Pero el fin llegará, seré el compendio.
Y de esta carne nacerá la ruina.
II. Amor
Cierva de miedo por mi fin cercano
o feliz corza por mi nacimiento,
entre dos puntos fundo mi lamento,
que nacer y morir van de la mano.
De lo que soy, relámpago o gusano,
de lo que reflexiono o lo que siento,
alta soberbia o gris abatimiento,
surge clara respuesta del arcano:
Nací para el amor. Es mi alegría
este polvo de estrellas que habito.
Te descubrí. Me hallaste. Coincidía
tu gemido amoroso con mi grito.
Y porque tengo todo de este día
ya ni vida ni muerte necesito.
III. Vida
He tomado una luz de la mañana
para con ella calentar mi frío,
grieta de sol donde navego el río
que ha de llevarme a su extensión lejana.
No me importa sentir esta campana
que toca a nada desde mi vacío,
sé a dónde voy, no importa el vocerío
que llama a muerto desde mi ventana.
Nací para morir. No llevo prisa
porque avanzo a mi fin de igual manera,
corto la flor, abrevo la sonrisa,
tomo la sangre de la vida entera
porque un día seré polvo, ceniza,
y de ahí, nacerá la primavera.
De: Estación sin nombre
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