Debo también, oh creyentes, denunciar la estulticia, el abuso y el mito de las Vacas Sagradas que ambulan, torpes y lentas, por estas escalinatas.
No son aquí como la novilla alcanzada y penetrada por el dios criaturas de belleza, vida y amor. Sino arilo vacío, matriz estéril, cesta sin fondo de la ignorancia y la miseria, triste trasunto de la condición contradicha a que os han reducido los ubicuos verdugos que nuestra audiencia busca y acusa.
Vedlas aquí, sobre las escalinatas, vuestras Vacas Sagradas: con los cuernos en forma de lira pintados con el similor de los idólatras para disimular la carie interna; con los saltones ojos entelados por la tristeza vergonzante de las cataratas tejidas en una larga edad de hambre; plisado el cuello, neciamente engalanado con guirnaldas florales, plisado en la ausencia del bolo rumiable; exhibiendo en el lomo la humillación de la erosionada cordillera de los huesos; enjutos los ijares y, bajo el vientre pobre, la inútil ostentación de la ubre con sus cuatro grifos incapaces de ofrecer al hijo del hombre su leche solidaria de gran bestia doméstica. Desesperada, acaso, de que ese mismo hombre tema emplear contra ella la cuchilla para su sacrificio redentor de Ifigenia bovina.
Vedlas aquí, reducidas a la inutilidad de los vanos mitos; forzadas a ser los graves y ridículos símbolos de ese prolongado y también miope, triste y estéril rezongar de los filósofos que, evadidos de la condición humana, en sus polvorientas bibliotecas y en sus mentes más desveladas, desaladas y desoladas que la misma miseria sacralizada de las bestias, rumiaron y rumian las ideas puras reducidas a heno, los hechos vivos convertidos en paja, la verdad vital trocada en conserva como fruto para la invernada.
¡Vacas sagradas! ¡Filósofos de ayer, hoy y mañana: unas y otros disimulando las razones del hambre con la deglución de la sosa saliva del ideologismo; eludiendo siempre los hechos ineluctables de la vida, las cosas entrañables del hombre. Sólo para disputar los filósofos ante doncellas de anticipada menstruación literaria, ante iracundas Xantipas menopáusicas, ante adolescentes de sexo incierto y ante rijosos sofistas, su dudoso derecho a escribir textos tan secos como el heno, tan fútiles como la paja y tan horros de la leche caritativa como vosotras, Vacas Sagradas, que aquí, entre nosotros, sobre las escalinatas y bajo la ostentosa complacencia mecénica de Templos y Palacios, no lográis ser cosa distinta al agobiante, al agonizante, retrato de filósofos engañosos y de usureros mecenas!
Mas tengo aún por decir.
No por oportunamente renegadas por los padres putativos que las bautizaron con el agua del mito y la sal del símbolo, dejan de ser esas novillas y esas vacas la más exacta imagen de las sacras palabras vertidas sobre ellas por los arteros verborreantes.
Aquella vaca que estorba nuestra audiencia sobre las escalinatas, ¿no responde, acaso, al nombre de Democracia? Y esa otra que atrapa con sus vellosos belfos y roe con sus dientes cuadrados la túnica del demente, ¿no la bautizaron Libertad? ¿Y no pisotea al inválido y al niño la vaca cegatona que acude cuando la llaman Caridad? ¿Y no da testarazos testarudos en el hombro del hombre la vaquilla denominada Igualdad?
¡Todo un rebaño de vacuas ideologías babeando sobre vosotros! ¡Toda una manada de mentirosos conceptos vertiendo su estiércol chirle entre vosotros! ¡Toda una mugiente impedimenta retrasando vuestra marcha hacia el pan de cada día!
¡No más rumiantes!
¡No más falsarios de la razón!
¡Sólo hombres!
¡Sólo nuestra condición, hasta ahora contradicha!
¡Acusa, acusa la audiencia!
6 de: El sueño de las escalinatas
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