Si abro esa puerta nada se fugará.
Todas las cosas volverán, serán de nuevo ellas en el cuarto encendido;
todas las cosas viejas y sucias, revueltas bajo el polvo.
La luz trae zumbidos, estremece las tablas, los libros,
me hiere a mí que contemplo miedoso.
Miedoso, sí. Me asustan ciertas visitas diurnas,
ciertos pasos de mediodía muerto entre esplendores.
Miedoso, sí. Me asustan ciertas visitas diurnas,
ciertos pasos de mediodía muerto entre esplendores.
Miedoso. Mi familia está lejos. No voy a abrir la puerta.
Tengo mucho miedo.
Aquí, en lo oscuro, en lo cerrado.
Pero ¿cómo serán ciertas cosas? Parecen hundidas, hundirse.
Me miran ¿Cómo serán ciertas cosas?
Algunas brillan, a pesar de todo: parecen bellas así, sin que la puerta se abra.
Ese muñeco es bello, vive; busca las manos gruesas de su padre, feliz en Ciudad de México.
Ese cuchillo alumbra como nunca: su filo está dividiendo los temores
y el fuego de esta espesa vida.
No abriré, no, n abro; tengo miedo
de que algo imprevisto salte y se confunda entre las cosas que no amo.
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