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Palabra Virtual    

    Editora del videograma:    
    Palabra Virtual        
por André Cruchaga    
  

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    de Palabra Virtual

Historia del asedio


Hay jardines que mis ojos no ven. Ningún pie cabe en el lugar
Donde guardo las colillas que las manos tiran a cucharadas.
Ningún día me habla con sombreros impermeables, con tazas
De café o con el corazón abierto de los niños. En la pizarra
Del grito hay furias, —y hasta rostros de infatigable ceniza.
Los días son como los recuerdos dormidos en el talpetate:
Una costurera se rompe el corazón con las agujas, los carretes
Giran como un rueda marchita. Con un rastrillo recojo
La hojarasca de los muertos, —de mis muertos, los que amaba
En el silencio de la pena. Claro que están aquí sin olvidarme:
Siento su lengua recorrer el tórax de las hormigas,
Las canciones demasiado atroces para el celofán de mi sonrisa.
La barba de la lluvia crece hasta mis brazos sin pudor.
Recuerdo el agua titubeando en el rostro, los arsenales
De cascos en el hocico de los perros, la chatarra de mis juguetes
Y los cuadernos como un mercado en ruinas.
A través de los escarabajos, los astros pululando: bestias
De hierro en los trenes del rocío —¡Qué idioma más extraño
Tienen las moscardones en los retretes! Zumba el entrecejo
En la cavilación de los dedos. Es un fastidio trepar a la nostalgia.
El viento silba en la carroza de las cejas: mañana los árboles
Aparecerán en las ingles. ¡Qué pena el cabello del tamaño
De la lluvia! Las nubes que viajan sin rendirse en las espinas.
Aún con abrigo es pródigo el frío. Las sombras se pierden
En las esquirlas del sol: el resplandor baña todas las tumbas.
El reloj despertador duerme sin sábanas en el armario.
Desde ahí saltan las horas asustadas, la escoba de las costillas,
Las olas desorbitadas de la risa, las alas de la cama.
Mis manos disuelven cada presente del día. A solas, por supuesto,

Entre raíces y piedras, entre gestos y caretas, contra todo.
La historia comienza con el azogue insólito de los dioses:
Después es sólo ir completando las torturas, la herida ácida
De las guitarras, el brocal de las pupilas en el vientre de alguien.
Los días son más ciertos cuando uno se lava las manos
Y la carroña de los pájaros se pierde en el desove del musgo.
A cada hora mastico los adjetivos del Apocalipsis y los pronombres
Del último ciego en subir en las escaleras de la iniquidad.

A menudo la dulzura me asombra entre frutos de dudosa
Procedencia —pero entiendo que hoy todo eso puede ser posible
Quizá un vértigo a borbotones entre la insolencia de las abejas.
Todos los días de la semana son nefastos: —alguien los inventó
Con el mismo sollozo del calendario, con fisuras en los párpados,
De rodillas y balbucientes para la gran oración de las subastas.
El silencio alcanza temporadas de fantasmas. En la alacena
Del conjuro, el brebaje y la densidad de los escapularios alcanza
Alcanza siglos de ataúdes. En los charcos de la inocencia, el río
Transporta las mismas aguas, el mismo eclipse del augurio.
En el trasmundo que a mí se me revela, los ojos en su lucha,
Sangran de una corrosión agónica, voz de la memoria en clavos
Balbucientes, —formas sin decoro, y acaso aliento al acecho
De su propia suerte: visceral fuego del azoro en mi penuria.


                                                                Barataria, 19.VII.2009



De: Sublimación de la noche



ANDRÉ CRUCHAGA




LIBROS EN PDF DE ANDRÉ CRUCHAGA EN PALABRA VIRTUAL



 
  Estación del fuego   
 

 
  Viaje cósmico   
 

 
  Caminos cerrados   
 

 
  Sublimación de la noche /Sublimació de la nit   
 





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