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Efraín Bartolomé

 
 

CANTOS PARA LA JOVEN CONCUBINA Y OTROS POEMAS DISPERSOS



En Cantos para la joven concubina están reunidos los poemas que, aunque no recogidos en libros anteriores, ya habían pasado el examen riguroso de la autocrítica y la crítica. Estos textos vieron la luz primera en revistas y suplementos, catálogos de obra plástica y homenajes públicos en donde merecieron el elogio. Ahora que quedan agrupados en este volumen, adquieren incluso un sentido seguramente imprevisto: podemos leerlos como los destellos salidos de la obra mayor; no los sobrantes, sino los breves fragmentos desprendidos del astro de la poesía.

(Juan Domingo Argüelles, El Universal, Cultural, 28 de enero de 1992)



Cantos para la joven concubina es el libro más reciente de Efraín Bartolomé, editado en la colección de poesía Cuarto Creciente. Se trata de una recopilación de poemas diversos publicados en revistas y suplementos durante varios años.
Recomendable es la lectura de toda la poesía de Bartolomé, que es reconocida en nuestro país como una de las mejor logradas y de mayores repercusiones estéticas entre los poetas jóvenes mexicanos.

(Alberto de la Fuente, El Sol de México en la Cultura, 16 de febrero de 1992)



Este Bartolomé de los Efraínes no descansa, como verdugo y víctima de sí mismo: se consume en la consumación de los siglos transfigurados en el verbo del Génesis. En su libro más reciente, Cantos para la joven concubina y otros poemas dispersos, el impulso es genésico e inaugural. Creo que todos los poetas auténticos, a su modo, son inaugurales; ellos descubren nuevamente, a cada instante, la vibración oculta en los elementos y en las criaturas del origen: el agua, el fuego, el aire, las piedras en su vuelo del principio y del fin. Bartolomé es un dador de luz, va de soplo en soplo. En sus escrituras la resurrección es un acto casi cotidiano, como el arte de la respiración que todo lo crea. El paisaje virginal es contado y cantado a partir del amor, a partir de la contemplación de la joven concubina que, pendularmente, oscila entre el vértigo y el vórtice del amor. Ella es la Luna , la Concubina, la Hechicera: la trinidad amantísima, la trinidad amatoria.
Celebremos el cántico, el más antiguo y el más nuevo. Dejemos que la urdimbre del sonido se haga fiesta en la cópula del sentido. Lunáticos al fin, escuchemos y veamos cómo fluye la escritura en la voz de este hiperestésico y aliterante, esta criatura substancial y sensorial, este Bartolomé propiciatorio y perpetrador y celebrante.
Bienaventurada sea su liturgia, si los dioses, por supuesto, lo permiten. Y lo permitirán, estoy seguro, en acción de gracias lo permitirán. Celebremos con música la música interior de su poesía.
Bienvenido el júbilo.

(Hernán Lavín Cerda, Sábado, Unomásuno, 21 de marzo de 1992)



Un poeta que escribe es un soñador que se sueña una casa; es un alma que se construye una morada para cuando abandone este mundo. Pensemos en los templos dóricos de Homero, en la catedral gótica de Dante, en la barroca de Sor Juana. Whitman se hizo una cabaña de troncos; Octavio Paz, una gran bóveda de cristal y de aire azul; la casa de Jaime Sabines es un monumento al desorden de lo incontenible y de lo desgarrado, prohibido para aquellos que están acostumbrados a los jardines, no a la selva.
Con esta lógica, al tener entre las manos los Cantos para la joven concubina, de Efraín Bartolomé, la primera pregunta que se nos ocurre es ¿qué clase de construcción es ésta? Como Jaime Sabines y Rosario Castellanos, Efraín Bartolomé es chiapaneco. Como ellos trae en su pluma una tinta que quema, dulce y ríspida a la vez. Lo conocemos desde hace tiempo, desde que publicó Ojo de jaguar, hace como diez años, y la sustancia de su escritura sigue siendo básicamente la misma: la música de las palabras, una música antigua y voluptuosa que a veces lastima y a veces halaga. Digo antigua porque se escuchan en ella ecos de poetas clásicos, de tradiciones orientales, de trovadores renacentistas. Digo voluptuosa porque en este libro especialmente --Cantos para la joven concubina-- Efraín Bartolomé oficia la ceremonia roja y blanca del erotismo.
En los Cantos para la joven concubina no hay materiales pesados ni estructuras monumentales. No hay ingeniería, es arquitectura pura hecha con música. Un harem. Esto es lo que Efraín Bartolomé se ha construido: un harem.
Cantos para la joven concubina. Un libro bello en una bella edición de Cuarto Creciente, acertadamente ilustrada con viñetas de Picasso.

(Agustín Cadena, Lectura, El Nacional, 25 de julio de 1992)






Nota. Algunos comentarios sobre el libro:

Cantos para la joven concubina y otros poemas dispersos. Primera edición: Cuarto Creciente, México, 1991.



 

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