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CANTOS PARA LA JOVEN CONCUBINA Y OTROS POEMAS DISPERSOS
En Cantos para la joven concubina están reunidos los poemas que, aunque no recogidos en libros anteriores, ya habían pasado el examen riguroso de la autocrítica y la crítica. Estos textos vieron la luz primera en revistas y suplementos, catálogos de obra plástica y homenajes públicos en donde merecieron el elogio. Ahora que quedan agrupados en este volumen, adquieren incluso un sentido seguramente imprevisto: podemos leerlos como los destellos salidos de la obra mayor; no los sobrantes, sino los breves fragmentos desprendidos del astro de la poesía.
Cantos para la joven concubina es el libro más reciente de Efraín Bartolomé, editado en la colección de poesía Cuarto Creciente. Se trata de una recopilación de poemas diversos publicados en revistas y suplementos durante varios años.
Este Bartolomé de los Efraínes no descansa, como verdugo y víctima de sí mismo: se consume en la consumación de los siglos transfigurados en el verbo del Génesis. En su libro más reciente, Cantos para la joven concubina y otros poemas dispersos, el impulso es genésico e inaugural. Creo que todos los poetas auténticos, a su modo, son inaugurales; ellos descubren nuevamente, a cada instante, la vibración oculta en los elementos y en las criaturas del origen: el agua, el fuego, el aire, las piedras en su vuelo del principio y del fin. Bartolomé es un dador de luz, va de soplo en soplo. En sus escrituras la resurrección es un acto casi cotidiano, como el arte de la respiración que todo lo crea. El paisaje virginal es contado y cantado a partir del amor, a partir de la contemplación de la joven concubina que, pendularmente, oscila entre el vértigo y el vórtice del amor. Ella es la Luna , la Concubina, la Hechicera: la trinidad amantísima, la trinidad amatoria.
Un poeta que escribe es un soñador que se sueña una casa; es un alma que se construye una morada para cuando abandone este mundo. Pensemos en los templos dóricos de Homero, en la catedral gótica de Dante, en la barroca de Sor Juana. Whitman se hizo una cabaña de troncos; Octavio Paz, una gran bóveda de cristal y de aire azul; la casa de Jaime Sabines es un monumento al desorden de lo incontenible y de lo desgarrado, prohibido para aquellos que están acostumbrados a los jardines, no a la selva. Nota. Algunos comentarios sobre el libro: |