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Efraín Bartolomé

 
 

CUADERNOS CONTRA EL ÁNGEL



Cuando Bartolomé traduce la tormenta interior y la diluye en el lenguaje derivante que se olvida del objeto de su fuga, produce en el lector la convicción de un gesto de verdad. Pese a esta aparente contradicción entre la desmesura "lírica" y la realización formal del texto, Bartolomé revela una voz inconfundible en la nueva poesía mexicana. O quizás gracias a la contradicción misma. Su poesía se muestra en conflicto con sus propios mecanismos, con un alto grado de problematización material. Revela, y esto es verdaderamente un motivo de alegría, considerando los momentos poéticos que se viven en México, una conciencia poética insobornable frente a las recaídas acríticas en formas ya gastadas por el uso.

(Eduardo Milán, Vuelta, enero de 1989)



Efraín Bartolomé publica en 1987 Cuadernos contra el ángel. Un libro radical, distinto a su anterior producción y a la que otros poetas se acercan. Cuadernos contra el ángel confirma a Efraín Bartolomé como uno de los poetas más importantes de esta década.

(Eloy Urroz Kanán, Sábado, Unomásuno, junio de 1989)



Yo vengo a recoger el lenguaje del viento/ aunque a usted le moleste/ pajarraco. Los versos son del poeta chiapaneco Efraín Bartolomé. Y corresponden a su más reciente poemario: Cuadernos contra el ángel que edita la Universidad Autónoma de Querétaro dentro de su colección Premios. Y el poeta mismo lo anuncia en la página nueve: Este cuaderno pesa Es pura luz Es pura sombra: es mi sangre total cargada de sentido.

(Manuel Blanco, Revista mexicana de Cultura, El Nacional, 24 de abril de 1988)



Cuadernos contra el ángel (que le valió un premio más a Bartolomé) es un poemario cargado de propuestas en donde, sin complacencias, el ángel rilkeano se transforma, más bien, en el ángel de Baudelaire y, en un viaje a los infiernos -la vida profunda, interna, del poeta- ambos, el poeta y su ángel, proceden a cuestionar quizá no a la vida, pero sí a la poesía.

(Sergio Gómez Montero, Sabado, Unomásuno, 14 de mayo de 1988)



Cada nuevo libro de Efraín Bartolomé es un prodigio de claridad y profundidad. Como en aguas tranquilas y hondas se transparentan imágenes y conceptos en una armonía plena. La poesía de Efraín Bartolomé no precisa de premios para personificarse, pero resulta alentador que se premie una obra en plenitud. Cuadernos contra el ángel es sin duda un gran libro de poesía; uno de los mejores libros publicados en lo que va de 1988.

(Juan Domingo Argüelles, El Universal y la Cultura, 25 de mayo de 1988)



En un sólido planteamiento, el tema universal de la muerte obtiene, en dimensión y profundidad, un trato de poeta mayor. Cuadernos contra el ángel, donde cada verso es más poético que el anterior, las imágenes más desbordadas y más íntimas y el ritmo interno se va intensificando a medida que los sentimientos allí expuestos son más angustiantes, crueles o dolorosos.

(Reyna Barrera López, El Día, 26 de mayo de 1988)



El ángel con el que se bate Bartolomé, no es el que indigesta pantagruelistamente su entorno y sus circunstancias con lecturas y poetas que incrusta carnavalalescamente en sus vísceras, como ocurre con Orlando Guillén; ni tampoco es el ángel terrible de Rilke, sino el ángel negro caído del árbol del dolor, el que corroe la herida cuando la sombra crece; porque cuando el ángel desciende, la caja de Pandora del interior del hombre se abre y fluyen de ella todos los males del mundo.

(Omar González, Sábado, Unomásuno, 4 de junio de 1988)



Lo mejor del libro es el contraste: los versos ampulosos y larguísimos se refrenan en la tercera sección ("Admonición del ángel") y ahí encuentran la mejor expresividad de lo breve. La virtud del poeta, la desmesura, es también su peligroso riesgo.

(E. Mercado, La Jornada, 4 de junio de 1988)



Efraín Bartolomé era una apuesta segura para cualquier crítico. Su poesía hablaba de un talento no sólo claro, sino a la vez empeñoso y dispuesto a la superación. Dicho talento alcanza un momento definitivo en Cuadernos contra el ángel, donde una serie de circunstancias concurren a darle al libro su magnífico nivel.

(Federico Patán, Sábado, Unomásuno, 24 de septiembre de 1988)



No hay un verso flojo en el poemario, todos ellos se encuentran escritos con la paciencia de quien sabe que la estructura corresponde necesariamente a la idea, a la concepción: el poema es unión entre el qué decir y el cómo decirlo y en Efraín Bartolomé tal unión puede reconocerse sin trucos retóricos.

(El Universal y la Cultura, 12 de junio de 1988)



¿Necesita presentación Efraín Bartolomé? ¿La necesita su excelente Cuadernos contra el ángel? Sabemos, como él seguramente sabe, que la Diosa ha tenido a bien posarse entre sus versos. Al término del siglo, luego de la incursión poética por los tantos entresijos del hacer humano, de la desmitificación de todo y de la construcción de mitos nuevos, seculares, Cuadernos contra el ángel en coincidencia con la propuesta de otros escasos poetas, rescata para la poesía el sentido no confesional pero religioso de propiciación, pasión, muerte y vida.

(Jesús Morales Bermúdez, Periódico de Poesía No. 12, octubre de 1989)



Otro texto igualmente magistral (e inconseguible, para mayor detalle) Cuadernos contra el ángel de Efraín Bartolomé. La inclusión de este texto de Bartolomé, uno de nuestros líricos más dotados, es una de las decisiones que, a mi modo de ver, justifican la aparición de un libro como el que comento.

(Evodio Escalante, Sábado, Unomásuno, 23 de junio de 1990. Comentario sobre La sirena en el espejo, antología de Mendiola, Ulacia y Espinasa)



Bartolomé iba haciendo crecer su poética mientras muchos otros escritores de su generación trabajaban por hacer crecer su reconocimiento, por lo menos en los suplementos culturales. En Cuadernos contra el ángel hay un soneto. En aquellos principios de los ochenta, los críticos escribían frases como "los jóvenes han vuelto a las formas clásicas", etcétera. Si el alarde era entonces escribir un soneto y terminar en él el acto heroico, el acto poético en sí mismo; si los sonetos para los críticos eran rosas en el ayate de Juan Diego, con este su oficio notable Efraín Bartolomé decidió disfrazar su soneto de verso libre, para que el entusiasmo no estuviera de la mano del diseño, para que el valor del poema no se diera en la mera representación gráfica. Efraín quería, tal vez, que el estremecimiento ganara sobre la forma Como la espada del capitán de Machado: "Famosa por la mano viril que la blandiera, no por el docto oficio del forjador preciada". Ésta, siempre le pareció así al que escribe, fue la mejor respuesta poética a esa moda tan apreciada por los reseñistas. Esta anécdota sirve para subrayar las virtudes de ese rigor de Efraín Bartolomé, que Salvador Díaz Mirón nos enseñó posible y necesario; esa fuerza expresiva, esa emoción no desprovista de inteligencia, es un valioso puntal de la poesía de esta generación.

(Eduardo Langagne, Lectura, El Nacional, 22 de octubre de 1994)






Nota. Algunos comentarios sobre los libros:

Cuadernos contra el ángel. Primera edición: Colección Premios. Universidad de Querétaro, Querétaro, 1987.

Agua lustral (Poesía 1982-1987). Primera edición en Lecturas Mexicanas: Col. Lecturas Mexicanas. Dirección General de Publicaciones, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, 1994.



 

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