☰ menú
 
palabra virtual


IV Encuentro Internacional de Poetas. 2007. ChilePoesía    

    Editora del videograma:    
    La Belleza de No Pensar        
por Rodolfo Hinostroza    
Colaboración: Ignacio Muñoz Cristi y Víctor Campbell Saffie
productores de La Belleza de No Pensar    
La Belleza de No Pensar en YouTube    
  

    Este poema forma parte del acervo de la audiovideoteca
    de Palabra Virtual

Relato de Odiseo


Scila y Caribdis, esas dos putas viejas, maldijeron mi espalda, y allí mismo me crecieron ojos para ver, y un unicornio brotó de mi saliva diciéndose protegido de Artemisa, y su lengua caliente restañó mis heridas en nombre de los dioses, en nombre de esos dioses. Dije que esperaría el cuarto creciente para volver a mi Isla.

                                                                                               "No vayas", dijo el unicornio,
"Tu ciudad es sólo desolación y calígine, y hay esponjas cerosas en las casas que tienen miles de ojos que miran y deshacen tu pasado y tus hechos. En la ciudad de manos de borgoña nadie te espera ya, y en tu regreso no cantarán los mirlos ni el roble crecerá, y Telémaco ha nacido abortado sobre un  fierro enlozado, y el sol se fatiga como un monje vicioso sobre la plaza esférica".

                                                                                                                          No obstante
hice mis oraciones a los dioses, robustecí mi fe, y partí.

                                                                                                                Telémaco, hijo mío
abortado en un coagulo marrón ante estos ojos de cerezo espantado, porque es tu padre el que sujeta a la mujer y llora en el pasillo. Telémaco que no verá el aire espumante y en esta confusión de las esferas no arrojará la canica de bronce. Hijo mío y no más hijo mío, que no me ayudará a asesinar la memoria de los que pretendieron a la hembra, robando mi pasado, mi amor y mi esperanza, desgarrando mis carnes con cuchillos amargos . Y ya no más regresar a los pechos de las rápidas vírgenes, y ya no más revolcarse en los campos humeantes, ya no más derribarse como un alce cansado en el olvido, y sólo recordar tus ojos y tu lengua coagulada, hijo mío.

                                                                                                                  Ella teje y desteje
en su memoria límpida como un lago en Sabbath los nombres de los Otros que raspan en la lengua como letras germanas. Ella hila su tela con pedazos de vidrio: sus mantos y sus prendas, el edredón del lecho tallado sobre un roble.

                                                                                                         He vuelto, en realidad?
He realizado un viaje, sordo y ciego, escuchando los cantos de sirenas, las turbulentas voces del amor?

Scila y Caribdis, esas dos putas viejas, me retuvieron demasiado tiempo.



De: Consejero del lobo



RODOLFO HINOSTROZA






regresar